Fuente: http://www.elsoldemargarita.com.ve/posts/post/id:139249
Cuando se es poeta los servicios a la poesía nunca son en vano. Sí, el poeta es un servidor público, que si algo pide a cambio es la bondad de los lectores. Un solo lector da cuenta de la trascendencia, porque ese otro es un nuevo mundo en el traspaso de la poesía.
Se sirve a otro y, por lo general, ese otro es también un plural; audiencia maravillosa -a contracorriente o no- que está siempre en el horizonte de todo escritor. Un poeta presta un servicio a su comunidad a través de la palabra, en la que encarna una cosmovisión personal o colectiva; como la veamos, es palabra de la tribu como aseveraba Mallarmé.
Nos guste o no, la palabra de la poesía permanece allí para el juicio de la posteridad. No hay vanagloria en un poeta auténtico, cuando mucho la alegre sospecha de que no ha pasado en vano por el mundo. Luis Beltrán Mago es un poeta cumanés (1924) que entra en los noventa años con una vitalidad envidiable y siempre con la copa alzada para brindar por esos servicios suyos que se expresan en nuevos poemas, en nuevos libros. Luis Beltrán Mago desde su adolescencia se hizo un visitante asiduo de la Isla de Margarita. De ese peregrino amor surgieron libros como Sonetos a la isla (1956), Biografía espiritual de Margarita (1956) y Morada en el mar (1993); de manera que ese agasajo a nuestra isla merece la retribución, ahora cuando varias instituciones culturales del país le rinden homenaje en Caracas a su perseverante trayectoria de poeta. Entre uno y otro versificar ha roturado y cultivado la tierra de la poesía de la que han salido títulos memorables como los citados; entre otros, Los pasos de la noche (1965), No es tiempo de callar (1969), Los eucaliptos miran al sur (1976), Cartas intemporales (1980), Poemas de enero (1998), Itinerario de la sombra (2000), El mundo de la piel (2005).
"Los pasos de la noche", en nuestra modesta confesión de lector, es un libro singular y determinante en su poesía. Vertiginosos discurren los versos impregnados de honda, sentida metafísica. Pero no todo es pugilato de sombras en sus libros; están el amor de una muchacha, el esplendor de un mar de iniciaciones –"La mar escribe su propia biografía/ sobre un piélago azul de nube rota"- nos dice en un soneto de Morada en el mar; están la luz vadeando las sombras, los poemas devocionales a Andrés Eloy Blanco, la conciencia social y el poema elegíaco de nuestro tiempo que nos llegan en esa transpiración suya entre el verso libre y los metros clásicos. Por esos cordajes de férreo aliento brindamos con sus propias palabras: "El vino es el milagro,/ la luz,/ el tierno acento,/ el candil;/ el vino es la palabra anunciadora..."