El poeta al que nada satisfacía, el que quería ver la noche de día y el día, de noche; el que deseaba que los árboles anduvieran por el bosque y los paisajes cambiaran de sitio, y que prefería las sobras de los gatos a los gatos mismos, es decir, al poeta que sentía o presentía un mundo distinto, no podemos dejar de recordarlo, y menos si las absurdas cuentas del tiempo nos proporcionan las cifras redondas que tanto gustan: tal vez 115 de nacimiento y con certeza 25 de muerte.