XXXVI CERTAMEN DE POESÍA "BLAS INFANTE"

Descubrimiento de un poeta

Fuente: http://cultura.elpais.com/cultura/2015/07/20/babelia/1437388942_596483.html

Varias veces he dicho que, en mi caso, viajar vale la pena si descubro un poeta. Casi nunca me pasa, pero camino playas, montañas y ciudades con una linterna, o mejor, con todos los sentidos aguzados para encontrarlo. Esta vez tuve suerte: me topé en Galicia con un poeta catalán.

Fue por casualidad. En la banca de un parque frente al mar, en A Coruña, alguien dejó tirado un suplemento, el ABC Cultural. Y había una entrevista. Todo lo que decía el poeta me pareció sabio (mucho más de arquitecto que de vate); claro y hondo a la vez, que para mí es la muestra de la madurez vital y literaria. Un ejemplo: "La verdad que encierra un poema siempre tiene un punto de cruel. La verdad es necesaria, es deslumbrante, pero a la vez hace daño". Después, en la Red encontré otra entrevista en la que decía algo importante para un poeta arquitecto que al componer mezcla castellano y catalán, como arena y cemento: “Ya que Franco nos jodió, no voy a renunciar ahora a las ventajas de dominar dos lenguas”.

Una vez en Madrid, en mi librería favorita (la Alberti), compré un volumen recién impreso en la colección Austral: Todos los poemas. "No están todos, falta el último libro", me advirtió Lola, la librera, pero con 800 páginas de poesía me podía conformar. Lo metí en la mochila y empezó a acompañarme por las calles, en los cafés, en los parques de Madrid... A veces, al bajarme del metro, tenía que seguir leyendo mientras caminaba, para que el libro no dejara de iluminar mi vida. Porque este poeta habla de su experiencia con precisión, y si hay precisión, sospecho, las vidas de todas las personas se parecen. Para él, la poesía “es la más exacta de las letras, en el mismo sentido que la matemática es la más exacta de las ciencias”. Es un poeta que, como Primo Levi, desconfía del hermetismo y ama la claridad: "Escribir un mal poema que no se entienda es lo más fácil". Y algo más: "Hay tanto miedo en un poeta hermético", al hablar, con cariño, de Paul Celan.

Quizá todos tenemos en nuestra vida un incidente que no es episódico, sino que se erige en marca, en señal particular, y nos persigue siempre

Algunos temas de la entrevista que me llevó a él volvían en los poemas o en los magníficos prólogos o epílogos escritos para algunos de sus libros. Volvía el tema del idioma castellano, por ejemplo, que es siempre tan complejo para quienes crecieron con una lengua prohibida y familiar, y con otra lengua obligatoria y escolar, en Cataluña. Veamos: "Me ahoga el castellano, aunque nunca lo odié. / Él no tiene la culpa de su fuerza / y menos todavía de mi debilidad". Y en la introducción a uno de sus libros explica su manera de componer en dos idiomas: "No se trata de poemas en catalán traducidos al castellano, sino que están escritos casi a la vez en ambas lenguas". En las ediciones bilingües podemos ver hasta qué punto estamos frente a un poeta inmenso e inmerso en ambas lenguas. Un poeta tan catalán como español, que pasó buena parte de su infancia sumergido en el cadencioso acento castellano, casi Caribe, de las islas Canarias.

Toquemos ahora uno de los meollos de su poesía. Quizá todos tenemos en nuestra vida un incidente que no es —como los otros— episódico, sino que se erige en marca, en señal particular, y nos persigue siempre, incluso más que el fierro de propiedad de las bestias y tanto como el tatuaje en la muñeca de los sobrevivientes del Holocausto. En la vida de este poeta (y lo sé sin conocerlo porque sus poemas son el relato, el comentario y la reflexión sobre una vida) el suceso central es la muerte de la hija, y los 30 años pasados al lado de esa niña con deficiencias, pero que deja en él una marca luminosa de ternura, tristeza y felicidad. El libro dedicado al periodo de su enfermedad y muerte, Joanna, es uno de los más dolorosos, intensos y sinceros que he leído. Una música sacra de palabras laicas, como la de Mahler cuando escribió sobre los niños muertos.
HÉctor Abad Faciolince