Fuente: http://tamtampress.es/2015/09/01/literalmente-y-en-todos-los-sentidos-desde-la-poesia-de-roberto-bolano/
A finales del verano de 1873, Rimbaud entrega una copia de Una temporada en el infierno a su madre. El libro desconcierta a esta mujer rígida y gris, que le pregunta a su hijo qué ha querido decir: «He querido decir lo que he dicho, literalmente y en todos los sentidos».
«Literalmente y en todos los sentidos» es el título que Miguel Casado ha elegido para su ensayo sobre (o más bien «desde») la poesía de Roberto Bolaño, y que Libros de la resistencia nos ofrece impreso con su habitual mimo. Es un texto breve —sobre todo si se compara con el caudal desparramado, inundador, de la poesía de Bolaño— y aparentemente discreto: una mirada global a una escritura poética mucho menos frecuentada, creemos, que su prosa narrativa.
Confiesa Miguel Casado al comienzo de su estudio que su interés por la poesía de Bolaño surgió tras la lectura de la novela Estrella distante, en la que el crítico vislumbró con acierto un poeta. Bolaño es, sí, un poeta y, como decíamos, torrencial, de versos empapados de autobiografía, de amigos y lecturas, de tiempos reversibles y geografías reincidentes. La única lógica constructiva de una obra como La Universidad Desconocida (Anagrama, 2007), que acoge poemas fechados entre 1981 y 1994, es la de su propio devenir biográfico, con bosquejos inacabados, sueños e intuiciones, apuntes a vuelapluma, recuerdos, destellos fulgurantes, iluminaciones. Subraya Casado, especialmente, esa voluntad testificadora de paisajes interiores, una «fidelidad» a la escritura que hace de la palabra una estancia a su manera salvífica, libérrima, poco propicia para la disección crítica aséptica. Por ello es tan encomiable ese acercamiento respetuoso, sotto voce, de Miguel Casado. En su lectura, Casado va sembrando algunas ideas fuerza de la poética de Bolaño (derrota, utopía, sueño, vanguardia, riesgo...) y revisándolas delicadamente, como haríamos con un ser vivo, para descubrirnos no la generalidad, sino la particularidad de la encarnación de tales términos en el sustrato profundo de los poemas.
Esa lectura de lo particular, centro también de la contradicción y de la autenticidad, es el hilo donde Casado va ensartando citas de versos tiernos o violentos, irónicos o desgarradores. Hay ahí apuntes al «contexto», pero solo en la medida en que se registra y articula un verdadero territorio propio, vastísimo y sin más leyes que una lucidez y una sensibilidad criadas a la intemperie. La sustancia de ese universo que Casado describe es selváticamente verbal: al desbrozar un camino, el mapa dibujado resulta de una extraordinaria viveza, de un irreducible vitalismo. La derrota y la imposibilidad fundacionales no son un punto de partida ni de llegada, sino las compañeras de viaje de una exaltación que rebasa lo individual y lo meramente contemplativo y alcanza a lo social y a lo político con un aliento valeroso y arriesgado; es decir, una potente afirmación de la existencia «literalmente y en todos los sentidos».
Vivimos una década de sobreabundancia cuantitativa en la escritura poética. Sin embargo, pocas son las voces críticas que se detienen en la poesía y saben relatar su experiencia lectora sin caer en los escollos del academicismo, de lo venal o del mero compromiso. A Miguel Casado le debemos, por ejemplo, algunas de las mejores lecturas de Gamoneda o de Ullán, una deuda que solo podemos subsanar con nuestra doble admiración: hacia sus poetas y hacia él mismo. Habrá quien piense que, en estos tiempos veloces y superficiales, apenas hay espacio o necesidad para la revisión reposada de la escritura ajena; si así fuera, la figura sobrante sería la del lector, y no solo la del crítico. ¿Y en qué lugar fantasmagórico quedaría entonces la poesía?
Afortunadamente, nos llegan aún, como procedentes de una pequeña aldea gala, muestras de la salud y la potencia del ensayo dedicado a las palabras de otro, reflexiones que son también haces lumínicos de un faro en la gran marejada editorial. Los ensayos de Libros de la resistencia, con su delicado formato blanco y pequeño, van tejiendo los murmullos de autores, lectores y comentaristas. Leer es una actividad solitaria pero solidaria; leer y compartir la lectura reflexiva es un acto, imprescindible, de generosidad.
Por CARMEN PALOMO GARCÍA