La poeta y ensayista mexicana Pura López Colomé, traductora de figuras como el Premio Nobel de Literatura Seamus Heaney, Hilda Doolittle, Robert Hass y Emily Dickinson conversa sobre lo que significa para ella el Premio Alfonso Reyes en Humanidades 2023, que le otorgó El Colegio de México el pasado 9 de abril, en reconocimiento a una trayectoria que inició de niña, sin saberlo, en un internado católico en Estados Unidos.
Por lo visto, la vida es circular como decía Aristóteles. Acabas de merecer el Premio Alfonso Reyes en Humanidades 2023, tres décadas después de recibir en 1977 el Premio Nacional Alfonso Reyes de ensayo por tu trabajo “Diálogo socrático en Alfonso Reyes”, cuando cursabas la licenciatura de Letras Hispánicas en la UNAM. ¿Qué significa volver a la fuente?
Significa una resonancia completa, un eco interminable de la poesía en general, no la mía en particular. Significa que la poesía ocupa un lugar central, el que quería don Alfonso Reyes. Significa una confirmación de que la palabra plural, como decía Cernuda, nos consuela de esta vida.
En tu discurso de aceptación del premio, “La lección multiabarcante del placer literario”, distingues en Alfonso Reyes, “su profundo amor por la palabra” y “el dominio de la musicalidad total de su lengua”. Quien conozca tu obra podría afirmar lo mismo de ti. ¿Seguiste los pasos del maestro empapada de su “musicalidad”?
Desde que comencé a leer a Reyes quedé deslumbrada por el ritmo de su prosa, su riqueza expresiva, su cuidado frente al significado real y contundente de cada una de sus afirmaciones y negaciones. Creo que cualquier escritor debe al menos intentar conservarlo como guía.
Insisto en la circularidad. Conmueve que el premio del Colmex te haya sido otorgado tras una trayectoria que empezó hace seis décadas, a tus 12 años, en el internado Mount Marty High School, en Dakota del Sur. Ahí, una monja, Sister Martin, te alentó a traducir a Emily Dickinson para aliviar la tristeza por el fallecimiento de tu mamá. Eso supuso vivir para siempre en un mundo de palabras.
Vivir en un mundo de palabras me ha ofrecido un asidero para no hundirme en la melancolía que impregna mi visión del mundo. Hablo aquí, sobre todo, de la palabra poética donde, como he repetido en muchas ocasiones, no se atenta en contra de la pluralidad de significados; donde una palabra es múltiple, una estrofa lo es también, un poema entero vuela hacia mundos diversos, quizás para volver a su punto de partida, en un perpetuum mobile. El ensayo, por otra parte, ofrece un mundo un poco más estable, basado en el pensamiento, las ideas relacionadas entre sí. Sin embargo, cada vez que escribo ensayo e intento entretejer los distintos aspectos de la verdad, me topo con la interpretación poética entrelineada en el texto.
Tal vez porque fue la muerte de tu mamá el camino a tu vida de poeta. ¿Vida y muerte entrelazadas?
Tienes toda la razón. Si ya desde muy pequeña comencé a habitar el mundo literario, tratando de encontrar paralelos con la realidad, en acuerdo con Dylan Thomas que afirma que “después de la primera muerte no existe ninguna otra”, la ausencia súbita de mi mamá, esa orfandad infantil que lo deja a uno sin piso de repente, ante la incapacidad de comprender el acabamiento de las fuerzas, me arrojó a un abandono incurable. Vida y muerte son en verdad una y la misma cosa. La existencia se va desmoronando a cada instante, transformando a la persona en otra que está por morir. Los vivos somos perpetuos agonizantes. Al escribir simplemente pongo un espejo ante la criatura que, al morir, vive, y viceversa; como me atreví a nombrarlo en un poema: “Órgano que palpita / (se oye hasta en el último rincón) / y ya no es mío…”.
La música es esencial en tu escritura, además de tu afición a la guitarra clásica. ¿La música está en las cosas o las palabras están hechas de música y sólo falta la mirada iluminada, el oído inspirado del –de la– poeta para que ésta sea revelada?
Tú sabes muy bien y de sobra lo que el quehacer poético implica. Para responder, simplemente quitaría tus signos de interrogación y daría en el blanco, resumiéndolo todo en la música, porque sin ella todo se acaba, es de veras la prueba de la existencia de Dios. La inspiración no es necesariamente un momento de iluminación, sino el momento en que se desencadena la expresión; puede ser una palabra, un dolor, algo visto, escuchado, recordado, soñado, que cobra sentido pluralmente en nuestro mundo. Algo que es, más allá de nuestros deseos, un sueño tangible.
Vivir en un mundo de palabras me ha ofrecido un asidero para no hundirme en la melancolía que impregna mi visión del mundo
En tu vital poemario Borrosa Imago Mundi expones tu visión del mundo que “se abre en el oído y se cierra en la piel”. También dices que mediante la poesía mantienes un “diálogo permanente con el mundo para limpiarlo de polvo y paja, limpiarlo de espanto”. ¿Qué te ha respondido este?
El mundo me ha empujado a continuar. Me ha aclarado que no soy yo sino la poesía quien se expresa. Al percatarse de ello, la única actitud posible es la integridad.
A quienes opinan que la poesía está en vías de desaparecer, ¿qué les responderías?
La poesía NO es una especie en extinción. Al contrario. Hoy más que nunca se escribe y se publica, porque se han multiplicado los medios para difundirla, para darla a conocer. No mencionaré a ningún poeta en particular porque sería injusto; hay muchos buenos y muy jóvenes que he tenido el privilegio de conocer en la Casa del Poeta, en la plataforma nox, por ejemplo. Y fuera de México, hay excelentes y profundos poetas.
Pregunta inevitable: ¿te preocupa la Inteligencia Artificial?
Me da terror pensar siquiera en los alcances que puede tener para mal. Sé que ha ofrecido herramientas útiles en muchas zonas del conocimiento; pero hay algo en su mundo, una profunda oscuridad, que me llena de miedo.
¿Tus diez poetas faro?
William Shakespeare, Seamus Heaney, W. B. Yeats, W. H. Auden, Emily Dickinson, sor Juana Inés de la Cruz, Elizabeth Bishop, John Ashbery, San Juan de la Cruz, Raúl Zurita.
¿Tus diez escritores faro?
Seamus Heaney, Ted Hughes, José Emilio Pacheco, Joseph Conrad, Wilkie Collins, Robert Graves, Antonio Alatorre, R. L. Stevenson, James Joyce, Helen Vendler.
¿Y tus músicos?
Bach, Schubert, Chopin, Gustav Mahler, Antonín Dvořák, Leoš Janáček, Manuel M. Ponce, Ralph Vaughan Williams, Los Beatles, Laurie Anderson.
Por: IRENE SELSER