La edición de María Jesús Mancho Duque es excelente, tanto por la edición de los poemas como por el extenso y riguroso estudio. Que el mayor de los poetas españoles contemporáneos, Juan Ramón Jiménez, titulase en 1911 uno de sus libros La soledad sonora, reproduciendo uno de los versos del Cántico espiritual –y no es esa la única ocasión en que reescribió esa frase– era un homenaje a la obra de san Juan de la Cruz, el mayor de los poetas de la lengua.
Cántico espiritual. Poesía completa San Juan de la Cruz Edición de María Jesús Mancho. Real Academia Española/Espasa, 2023. 482 página. 65 € Un homenaje que no necesita mayores explicaciones dada la altura de la poesía sanjuanista, aunque quizá convenga recordar que Jiménez la tenía como uno de los antecedentes, junto a Edgar Allan Poe o Richard Wagner, del simbolismo, que no sería por tanto francés, sino que tendría su origen en los poemas del fraile –y es cierto que Paul Valéry había leído la poesía del santo–, asunto al que se refirió en varias otras ocasiones. Baste lo que escribió en una nota conservada en Puerto Rico: "Poesía es, sin duda, estado de gracia. San Juan de la Cruz, Bécquer, son como los santos de Apolo".
Sería larga la lista de huellas que san Juan de la Cruz ha ido dejando en la poesía española. Menciono unas pocas: Cántico se titulará el primero de los libros de Jorge Guillén y Cántico espiritual titulará también su primer libro Blas de Otero; "noche del alma para siempre oscura" es uno de los versos de Sonetos del amor oscuro de García Lorca; son también deudas El silbo vulnerado o "Cántico corporal" de Miguel Hernández.
Además, el lector de José Ángel Valente no puede dejar de reconocer cierto léxico sanjuanista en varios de sus poemas mientras que José-Miguel Ullán reescribe palabras del Cántico espiritual en Adoración, el libro en colaboración con Eduardo Chillida, y Leopoldo María Panero incluirá algunas citas en alguno de sus poemas.
La magia, creo lícito emplear ese término, de la poesía del santo, su originalidad, que la hace contemporánea, explica que Las ínsulas extrañas se eligiese como título para la gran antología de poesía en lengua española debida a Valente y a Sánchez Robayna. Y, por mencionar un caso en otras lenguas, la poesía del fraile es esencial en "Burnt Norton", el primero de Four Quartets de T. S. Eliot.
Cabe recordar también que Carlos Saura recrearía la prisión en Toledo de fray Juan en La noche oscura, los varios trabajos de Chillida que le homenajean o, en fin, que "En la interior bodega / de mi Amado bebí", del Cántico espiritual serán las palabras con las que comienza la novela Las virtudes del pájaro solitario de Juan Goytisolo, título que rehace el de un tratado perdido,
Las propiedades del pájaro solitario. Ni que decir tiene que la obra de san Juan de la Cruz ha merecido la atención de ensayistas y estudiosos literarios y de la mística, y numerosas ediciones.
Esta de Cántico espiritual. Poesía completa es, ya que en los estudios literarios no puede hablarse de definitiva, de toda excelencia, tanto por la edición de los poemas como por el extenso y riguroso estudio y las muy útiles notas de María Jesús Mancho Duque, quien, entre otros trabajos sobre san Juan, había cuidado junto a Paola Elia una edición de su poesía en 2002.
Declarado, pues, santo de Apolo y mucho antes, en 1726, santo de la Iglesia, Juan de Yepes había nacido en 1542 en la localidad abulense de Fontiveros en una familia de muy escasos recursos, todos analfabetos, y la muerte del padre en 1545 llevó a la familia a ser pobre de solemnidad. Como tal asistió al Colegio de los Niños de la Doctrina en Medina del Campo, iniciando su formación religiosa y humanística en un periplo que le llevaría a actuar como enfermero en un hospital de sifilíticos, y ya entonces da testimonio de haber sufrido fenómenos visionarios.
Estudia Humanidades con los jesuitas de Medina del Campo y una noche de 1563 escapa e ingresa en el convento de los Carmelitas, donde hará profesión religiosa adoptando el nombre de Juan de Santo Matía; de allí pasa a la Universidad de Salamanca como estudiante de Artes. Son años conflictivos en la institución, y no solo en ella, con luchas por los puestos y por cuestiones doctrinales, ya que pugnan el protestantismo, la influencia de Erasmo, la traducción o no de la Biblia –recuérdese que tiempo después, en 1572, fray Luis de León fue encarcelado por la Inquisición por haber traducido el Cantar de los Cantares y por su defensa del texto hebreo–, más la tensión entre la Corona española y Roma.
He aquí una obra de toda excelencia por la edición de los poemas y por el extenso estudio de María Jesús Mancho En ese ambiente de disputas, fray Juan adquiere una sólida formación y ese joven endeble debido a la pobreza en que se crió –como "frailecillo incandescente" se refirió a él Ortega y Gasset y en El mudejarillo José Jiménez Lozano lo nombra reiteradamente "frailecillo"– había ingresado en la Orden del Carmen, a la que dedicaría su vida, impulsando la creación de los Descalzos.
En 1568, cambia su hábito y también su nombre por el de fray Juan de la Cruz. En el verano de 1567 se había producido un hecho decisivo en su vida: el encuentro con Teresa de Jesús, veintisiete años mayor que él; la gran fundadora lo llamará "Senequita" por su elocuencia, y ve en él su profunda espiritualidad, un hombre ya famoso por levitaciones, curaciones milagrosas, etc., que corrían de boca en boca y de las que sus hagiógrafos dejaron constancia. Emprende la fundación de los Descalzos y en 1577 lo apresan los Calzados, destruyen los escritos que poseía y lo recluyen en una mínima celda sometido a todos los rigores, incluidas sesiones semanales de azotes. Tras casi nueve meses de reclusión se fuga.
Mientras, ha compuesto la mayor parte del Cántico espiritual y otros poemas. Tras recuperarse de las penalidades, se dirigirá a Andalucía. En Baeza no aceptará ser docente y en 1580 se producirá la separación de los Descalzos y se sucederán los viajes y fundaciones de conventos.
Aún tuvo el proyecto de ir a América y camino de Sevilla le llegó la muerte en 1591. Juan de la Cruz fue místico por excelencia y poeta por excelencia, si es que lo uno y lo otro no apuntan a lo mismo: acceder a lo oculto, escribirlo e inscribirlo oculto en las palabras. En la "Declaración" del Cántico espiritual advertía: "sería ignorancia pensar que los dichos de amor en inteligencia mística […] con alguna manera de palabras se pueden bien explicar", refiriéndose a la exigencia para expresar lo inexpresable "con figuras y semejanzas", y añadía: "Las cuales semejanzas […] antes parecen dislates que dichos puestos en razón".
Así es, el uso de símbolos, a los que él mismo da diferentes valores, los oxímoros, el inolvidable "la música callada", la impenetrable oscuridad de "la noche oscura". En todos sus poemas todo se dice con una naturalidad que acepta lo incomprensible con el mayor de los goces.
Por Túa Blesa