Fuente: http://www.elartedelafuga.com/wp/2014/10/10/rafael-kubelik-pasion-y-poesia-de-un-moderador-de-voces
Casi dos decenios han transcurrido desde el fallecimiento, en 1996, del gran director Rafael Kubelik, y el interés por su legado musical no ha decaído.
De nuevo, el sello musical alemán Orfeo recupera grabaciones inéditas, realizadas al frente de la orquesta de la Radio de Colonia en los años 60, que enriquecen la colección oficial de las que hizo para DG, Decca, EMI y Mercury. El estuche incluye en el primer CD dos Sinfonías de Haydn que son primicia absoluta en su discografía en la que, hasta ahora, solo figuraban dos Misas del músico de Rohrau y otra Sinfonia, la 99. Y es de lamentar tan escasa representación porque las Sinfonías aquí incluidas, números 101 en re mayor El reloj y 102 en si bemol mayor son una delicia: director y orquesta disfrutan con la música de Haydn y nos transmiten esa gozosa sensación. Es un Haydn es de línea clásica, de perfectas proporciones y tempi relajados sin lentitud, mantenidos con pulso firme, que permiten a la música respirar, danzar (deliciosos los dos minuetos) y sonreír (final de la 102). El diálogo instrumental es ejemplar, tanto en el intercambio entre motivos musicales cortos, típico de Haydn (movimientos extremos de la 102), como en el uso expresivo de los silencios o en la claridad diáfana de los pasajes fugados en el final de la 101. El primer CD se completa con una emocionante versión del Concierto para violonchelo y orquesta de Schumann, músico asociado estrechamente con Kubelik, en especial por dos inolvidables ciclos de las cuatro Sinfonías (DG años 60; Sony años 70). El gran violonchelista Janos Starker, en el ápice de su forma, nos regala su musicalidad excepcional, su sonido bello, noble, timbrado, poderoso, frasea con pasión y luce un dominio técnico sin tacha -en obra muy difícil para el solista- superando acaso su propia versión para EMI con Giulini.
No menos sobresaliente es la colaboración de Kubelik y Arrau en el Concierto para piano de Schumann. Orfeo ya publicó hace años otro ejemplo del altísimo nivel que podía alcanzar su trabajo a dúo, un memorable Primer Concierto de Brahms. Pero las exclusivas de las casas discográficas de los años 60 impidieron que tuviera continuidad. Esta versión del Concierto de Schumann es una de las más hermosas que existen. Por una parte, un Arrau en plenitud, inspirado y creativo en todo momento, con un fraseo poético y apasionado, frasea buscando sin cesar en la partitura matices insospechados, particularmente en la cadencia del primer tiempo, que pocas veces ha sonado tan bella. Por otra, Kubelik es el alma gemela que responde a todas sus iniciativas con una orquesta segura y flexible. Precioso el Intermezzo -un delicioso diálogo doméstico entre Robert y Clara- en particular la memorable frase que cantan los violonchelos, y arrebatador el final, tan difícil para el solista como problemático de encaje en su intrincado contrapunto, llevado por ambos artistas con plena autoridad a un tempo muy movido. El segundo CD se completa con una exuberante interpretación de la Sinfonía Renana de Schumann que no desmerece –pese a la diferencia de calidad orquestal- de la que Kubelik grabó con la Filarmónica de Berlín para DG en 1964.
En el tercer CD figura el juvenil Concierto para piano y orquesta en sol menor opus 33 de Dvorák, cuya inspiración desigual -al Andante, muy hermoso, sigue un final algo reiterativo- somete a difícil prueba a sus intérpretes. El pianista es Rudolf Firkusny, gran autoridad en la obra y defensor entusiasta de ella en múltiples ocasiones. Kubelik revalida su condición de modélico acompañante y moderador de las voces orquestales, apreciadísimo por todos los solistas con los que colaboró, oficio que aprendió en sus años mozos acompañando a su padre, el violinista Jan Kubelik. Dos obras de Mendelssohn, autor que apenas figura en la discografía del maestro checo, cierran con broche de oro esta antología: la Quinta Sinfonía de la Reforma y la Obertura Las Hébridas opus 26. En la Sinfonía, Kubelik compensa con energía y entusiasmo las debilidades del final y potencia las innegables bellezas de los otros tres movimientos, un encendido Allegro inicial – Mendelssohn acota con fuoco- un scherzo articulado admirablemente y un Andante fraseado con efusión, para redondear una de las mejores versiones si no la mejor, que haya conocido esta obra. Y la prodigiosa Obertura de Las Hébridas, transparente y evocadora, se sitúa a la altura de las más grandes, las firmadas por Schuricht y Klemperer; no hacen falta más elogios. Antes de concluir es preciso mencionar el alto rendimiento de la orquesta de la Radio de Colonia y el excelente sonido de las tomas de la radio de la ciudad renana, que hacen de este álbum una fiesta para el aficionado.