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Nélida Piñon “La crítica está desactualizada conmigo” - Brasil

Fuente: http://letralia.com/entrevistas/2015/08/30/nelida-pinon/#.Ve0wRUnovDc

La reconocida escritora brasileña nos recibe en su departamento de la Lagoa, en Río de Janeiro, apenas iniciado el año. Un 2015 que ya vislumbra ser de reconocimientos para Nélida Piñon: al premio El Ojo Crítico Iberoamericano, que RTVE le entregó en Madrid en el mes de febrero, se sumó en marzo la cátedra José Bonifacio, padre de la Independencia del Brasil, que asumió en la Universidad de San Pablo sucediendo a Ricardo Lagos y Enrique Iglesias; junto a la traducción al español de su reciente libro de cuentos La camisa del marido, que aparecerá en los próximos meses.

Me fascinan aquellos que hacen parte de nuestro mundo con frases sueltas, porque son las frases las que sustentan el idioma, los sentimientos del idioma.

Es una mujer deslumbrante. Sonriente —como no podía ser de otra manera—, apenas traspasada la puerta de su departamento nos recibe con afecto. La noche anterior había sido invitada especial del show por los cincuenta años de trayectoria de su amiga, la cantante María Bethania. Nélida es una buena amiga y anfitriona, atenta a cada detalle. Una mujer que desde niña tuvo en claro que sería escritora y toda su vida se dedicó a ese gran amor. Su curriculum sobrepasa las ciento cincuenta páginas que reflejan, en parte, veinte libros publicados en diversos géneros y traducidos a varios idiomas; más de veinte premios nacionales e internacionales como el Juan Rulfo (primera mujer y primer autor de la lengua portuguesa en recibirlo) o el Príncipe de Asturias de las Letras (primer autor de su lengua); más de cuarenta condecoraciones oficiales como la Orden del Barón de Rio Branco o el Lazo de Dama Isabel La Católica; fue durante trece años, por concurso internacional, profesora de la University of Miami, en la cátedra Stanford que ocupó Isaac B. Singer. El año pasado cumplió veinticinco años como Miembro de la Academia Brasileña de Letras, institución que presidió en su primer centenario, un hecho sin precedentes en el mundo para una mujer, y su imaginación fue catalogada como de “genio” por la revista Publishers Weekly.

—Es notable cómo el saber y la transmisión del saber de tradiciones ancestrales ocupan un lugar destacado en su obra. ¿De dónde precede?

—Yo creo que viene de mi formación y de mi conciencia. Yo percibí, niña aún, que era hija, nítidamente, de dos culturas, y que por lo tanto me beneficiaba de las dos y sería castigada, por un estrechamiento de concepción de mundo, también por el hecho de ser de dos culturas. Solo que en mi caso esas dos culturas, la brasileña y española, precisamente la gallega, se unieron y me proyectaron en el mundo. Percibí que mi imaginación no se nutría apenas de lo que estaba sabiendo o lo que pensaba aleatoriamente. La imaginación es pobre en su estado inicial, uno piensa que es mucho porque inventa todo pero la imaginación tiene que ser antropofágica. Tiene que comer todo y todos. Fue lo que hice, entonces me precipité en las lecturas, en el mundo hebraico, en el mundo griego que es una gran pasión mía, en las grandes civilizaciones. Sobre todo en las occidentales en las que me especialicé. Entonces este origen me llevó a dar ese salto. A sufrir de ese impulso profundo que venía de mis entrañas e hizo que yo pueda acumular esos saberes a que te refieres. Después viene todo junto. Cuando fui a España, a los diez años, por primera vez, yo tuve la sensación de que iba al encuentro del pedazo del corazón que me faltaba. Siempre me sentí heredera del mundo, no por vanidad, sino por saber que debía empeñarme en conocer los mínimos detalles de la composición humana.

—En La república de los sueños describe a Xan y en Voces del desierto a Jasmine, seres anónimos, pero de vital importancia para la trama, aunque su papel no sea “oficialmente” reconocido. Sospecho que son en estos personajes donde la autora se incluye en la trama. ¿Siente alguna identificación con ellos?

—Muy bien observado. Es mi gran homenaje a la oralidad y yo creo que el escritor tiene que agradecer a las narrativas orales, a las narrativas dispersas, al habla modesta de todos los días. Me fascinan aquellos que hacen parte de nuestro mundo con frases sueltas, porque son las frases las que sustentan el idioma, los sentimientos del idioma.

En el caso de Xan, por ejemplo, es el homenaje que presto a los narradores desconocidos, anónimos, que son narradores que sustentan la historia de una aldea. Una aldea donde sus habitantes modestos van contando, sumando las historias, pequeñas narrativas, los trazos del idioma. Ellos hacen un papel de transmisores. Jasmine, de cierto modo, traía para la élite culta que era Scherezade —si bien ella también frecuentó los mercados— las historias que ocurren. Necesitas que alguien llegue a tu casa, llegue a mí y diga “Nélida, aconteció tal cosa...”. Yo pregunto todo, solo no quiero saber de la vida íntima. Es decir yo me meto en el cotidiano ajeno, en el buen sentido, para entender mi cotidiano. Sino mi cotidianeidad queda pobre, restringida a mi persona. Es fundamental prestar atención a la oralidad, es un pilar de la narrativa. La narrativa no se hace solo en el discurso culto, se hace en el discurso disperso, caótico, proveniente del mundo.

—El Brasil tiene una cultura popular muy rica que varios de sus escritores han explorado. Sin embargo su obra —sobre todo novelística— tiene una escasa impregnación de esa cultura. ¿A su universalismo atribuye el interés que despertó muy pronto su obra en el exterior?

Yo le debo mucho a mí país. Gané los premios más importantes y nunca me llamaron a Brasilia.

—No sé si fue por eso. Pero yo no soy folclórica, podemos dejar en claro. No tendría problema, pero la forma en que me sitúo en el mundo es de una forma universal. Siendo brasileña yo soy todo. Sobre todo soy brasileña por cuenta de la lengua portuguesa. Yo creo que quien escribe en una lengua vive la lengua. Yo creo que el escritor elige una trayectoria o la vida le va imponiendo una trayectoria. Además a lo largo de una carrera uno cambia mucho, va adhiriendo, adicionando elementos nuevos, se va transformando. La literatura registra los grandes cambios que un escritor padece a lo largo de su creación. Eso es extraordinario, no puedes quedar estratificado. Y es raro el día que no constate que es necesario cambiar aquí o allá, o aceptar de repente a través de una emoción una nueva impregnación. Lo que demuestra que no estoy muerta, lo que es un milagro porque la tendencia es repetir aquello que te consagró.

—¿Considera que en su obra hay elementos estéticos que todavía no han sido percibidos?

—Pues sí, por el público, claro.

—¿Y por la crítica?

—La crítica está totalmente desactualizada conmigo (ríe a carcajadas). Me gustó la frase. Por lo tanto no voy a decir qué falta, los críticos que trabajen y descubran.

—Usted es una mujer independiente, no se casó y no tuvo hijos. Sentido de independencia que incluso fue resistido al postularse para la Academia Brasileña de Letras. ¿Fue difícil la construcción de Nélida Piñon como mujer?

—Qué interesante esa pregunta (medita). Fue muy difícil. Hay una frase que yo creo que habla mucho de mí, que yo la pensaba de adolescente: “Quiero la llave de la casa, pero no quiero pelearme con mi familia”. Era una frase que me pautaba. Por lo que yo quisiese debía responder, pero no necesitaba imponer a mi familia. Yo asumía y cumpliría, pero no perdería el amor de mi familia, no destruiría los valores heredados. Eso es lo que hice a lo largo de los años con mucho coraje y delicadeza.

—Tampoco ha sido una mujer protegida del poder, como Gabriela Mistral.

—No fui, es verdad. No tengo entre mis pautas esa protección, nunca tuve. El otro día dije una frase dura: “Yo no le debo nada al Brasil institucional”. Yo le debo mucho a mí país. Gané los premios más importantes y nunca me llamaron a Brasilia. Los que mandan los telegramas son quizás algunos ministros. Ahora jugadores de fútbol o cantantes son todos invitados a Brasilia. A esta altura tengo que reconocer que no debo nada, como tengo que reclamar. No es así que se trata a un escritor brasileño. Pero prefiero ser esa mujer independiente.

—Acaba de publicar A camisa do marido [trad: La camisa del marido], un regreso al cuento, luego de varios años. ¿De qué se trata esta colección de nueve textos?

—Sí, hace años que no publicaba cuentos. En general gravitan en torno a la familia. Pero el concepto familia en sentido amplio: familia es la patria, familia es la lengua, es la familia nuclear pero también la familia de los amigos, de la humanidad; las personas se aman y se odian. Hay cuentos donde el amor familiar es arrebatado, pero hay otros de gran crueldad. Por ejemplo en el que da título al libro la mujer es una guerrera terrible, es como si ella rasgase las tripas ajenas con un cuchillo. Ella, el marido y los hijos son el núcleo familiar y tiene una dimensión coral, muchas voces, difícil de definir.

Pero hay tres cuentos que son pilares, que de algún modo sustentan la civilización. El primero de ellos es “Don Quijote”, una versión mía de Quijote y Sancho cuando llegan a la taberna y junto a Maritornes es el juego de la ilusión y de la representación. Ella trabaja en la taberna y de repente Quijote le dice que ella es Dulcinea causando su furia, hasta que empieza a entender que podrá tener una mínima trascendencia si acepta ese papel. Entonces es la ilusión. El segundo es la historia de un profesor de San Pablo, de historia, modesto, que entiende la grandeza y el poder de Carlos V, que era Carlos I de España y Carlos V del Sacro Imperio y termina con un cuento llamado “A desdita da lira” [trad: “La miseria de la lira”], que son los años miserables de Camões, pobre, en Lisboa. Es decir lo que ocurre con el maestro de la lengua portuguesa, quien consolida la lengua.

—¿Cuáles son los próximos pasos de Nélida Piñon?

—En agosto recibiré el reconocimiento Dama del Albariño, representando a la fiesta vitivinícola más antigua de Galicia, y entre octubre y noviembre participo del Foro Iberoamérica que se realizará en Barcelona y jurado del Premio Saramago y sigo escribiendo. Ya tengo casi listo mi próximo libro de ensayos, aunque todavía sin título.