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Lorca-Inglott-Manhattan

Fuente: laprovincia.es

Bajo las urnas de cristal de la Biblioteca Pública de Manhattan palpita el sentido lorquiano, agazapado en los manuscritos que el escritor granadino, hace de ello 77 años, creo para su extraño Poeta en Nueva York, libro que ahora, por primera vez, saca a la luz Galaxia Gutenberg de acuerdo con las instrucciones que el autor dejó escritas para su edición.

 

La exposición se titula Back Tomorrow, Volveré mañana, la frase que el andaluz escribió en una nota a José Bergamín un día de 1936 en que fue hasta su despacho para hacerle entrega de la obra y no lo encontró. El estallido de la Guerra Civil, el fusilamiento de Lorca por el disparate falangista, el exilio y las bibliotecas desperdigadas y violentadas se confabularon, en atronador e interminable desfile, para segar la voluntad de Lorca. La vuelta de Poeta en Nueva York a la ciudad donde se engendró me lleva, no sin orgullo, a revisitar papeles y libros que conectan a este terruño del Atlántico (en la posguerra lo era aún más) con un libro que preanunciaba la deshumanización a golpe de talonario.


Estoy en el número nueve de la revista Planas de Poesía, publicada el 15 de septiembre de 1950. Hago la relectura del hito en una edición facsímil lanzada por la Viceconsejería de Cultura del Gobierno de Canarias (antes del despilfarro de Septenio), bajo la dirección del catedrático y escritor Andrés Sánchez Robayna. Lleva por título Crucifixión (con un retrato de Manolo Millares Sall a Lorca en portada) y conlleva una exclusiva apoteósica: por primera vez trasciende un inédito de Poeta en Nueva York, o sea una primicia bajo la mugre franquista de una Isla donde Planas de Poesía viene a ser un oasis. Están en la cocina, además de Manolo, sus hermanos, los poetas José María y Agustín Millares Sall, y corresponde la administración de la revista a Rafael Roca.


La azarosa historia del manuscrito de Crucifixión se descifra en la revista reconsultada, verdadera caja negra del desgarro cultural que provocó la Guerra Civil. El nexo entre Gran Canaria y Federico García Lorca es Miguel Benítez Inglott, hermano de Eduardo (periodista y ensayista), Luis (poeta vanguardista y periodista) y Wenceslao (contraalmirante de la Armada e ingeniero). Planas de Poesía incluye unas Notas que dan cuenta de la intensa admiración del abogado a la poesía y a la persona de Federico García Lorca, cuya amistad intima con el granadino le permitía el acceso a sus composiciones. Algunos hermeneutas del vínculo hablan de que el empleado de la Fiat (en Barcelona) pasaba a máquina de escribir sus textos, misión supuesta que empequeñece lo que parece ser (a la vista de sus Notas) una labor de consejero a partir de la lectura de los manuscritos que Lorca le mostraba.


Pero volvamos al meollo: ¿cómo se despistó el manuscrito de Crucifixión del resto de Poeta en Nueva York? Planas de Poesía recoge la reproducción de una carta (sin fecha) de Lorca a Miguel Benítez en la que le dice: "Queridísimo Miguel: Estoy poniendo a máquina mi libro de Nueva York para darlo a las prensas el próximo mes de octubre: te ruego encarecidamente me mandes a vuelta de correo el poema Crucifixión puesto que tú eres el único que lo tienes y yo me quedé sin copia. Desde luego, irá en el libro dedicado a ti (...) Miguel, ten la bondad de ser bueno y mandarme ese poema".


El 14 de agosto de 1935, el poeta vuelve a la carga: "Querido Miguel: Hace unos días te escribí una carta rogándote me enviaras mi poema Crucifixión, que guardas tú. Como no he recibido contestación te lo vuelvo a recordar, suplicándote no dejes de hacerlo pues es de los poemas más interesantes del libro y no quiero que se pierda". Será en 1950, con motivo de la aparición de Crucifixión, cuando el amigo grancanario de Lorca ofrezca una versión de primera mano sobre la rocambolesca historia del manuscrito y de otros dos (Oficina y denuncia y Homenaje a Maupassant). Comenta en sus Notas: "Vi a Lorca por última vez, allá por el mes de mayo de 1936", fecha en la que aún estaba en su manos Crucifixión. ¿Por qué? "Federico me lo regaló, en ocasión de su estancia en Barcelona, en el invierno de 1935, escrito a lápiz el original. Como es hábito en mí, lo guarde en uno de sus libros. Cuando me lo pidió -según atestiguan las cartas que se publican- no me fue posible encontrarlo. Lo buscaba anhelante, cuando estalló la guerra. Marché a Madrid en los primeros días de agosto dejando en Barcelona todos mis libros. Sólo en mayo de 1939 pude volver a hacerme cargo de ellos, y un día, entre las páginas del Romancero Gitano, encontré el manuscrito que era ya una reliquia".


"Esa maldita vaca/ tiene las tetas llenas de perdigones, /dijeron los fariseos", reza el poemario. Acolchados en la tempestad de la represión, con Lorca como mártir del desafuero de los pistoleros, sale un día Crucifixión camino de Gran Canaria, Miguel Benítez Inglott, según su relato, vuelve a extraviar el manuscrito, hasta el punto de creer que le había sido sustraído. Reaparece de nuevo entre hojas, y en un gesto que le honra (y cuando la vida se le apagaba) se lo entrega a Agustín Millares Sall, mientras que Oficina y Denuncia va a parar a José María Millares Sall y Homenaje a Maupassant a Rafael Roca. Los dos primeros, ya con la democracia, fueron vendidos (el primero por los herederos, y el segundo por el propio autor de Liverpool), y el paradero del tercero sigue siendo un enigma.


El retorno de Poeta en Nueva York y de los papeles originales que forman parte del trasunto del poemario, expuestos en Manhattan, encadenan a Gran Canaria y a varios de sus creadores de posguerra con los deseos universales de una generación que colapsó con la guerra civil. ¿Serán ciertos los extravíos de Crucifixión, o no será nada más y nada menos que el ocultamiento a la bota del censor enloquecido, borracho de tinta roja? Miguel Benítez Inglott quedó encapsulado en la España que enterró a Lorca, y él era dueño de varios de sus inéditos. Peligroso. Planas de Poesía, en los que se refiere a su primera etapa, tuvo que cerrar tras una visita de la Brigada Político-Social, que decretó vía resolución que la redacción de los poetas atufaba a Partido Comunista.