Miguel Hernández, según Jesucristo Riquelme, recibe influencia de ambas generaciones, la del 27 y la del 36. Su producción literaria se puede dividir en varias etapas. En primer lugar, la poesía pura, de la cual pertenece su primera obra Perito en lunas.
En esta etapa hay una influencia de los poetas clásicos y en su poemario se esconde una completa simbología entorno a la luna, la vida cotidiana, la muerte, el sexo... En su segunda etapa, la que corresponde con la poesía neorromántica, lleva impresa una huella neocatólica que nos muestra el lado religioso de poeta. Una obra característica de esta etapa es El rayo que no cesa, compuesta por sonetos.
Hasta ahora Miguel Hernández ha escrito poesía basada en la generación del 27 que escriben sobre los bellos paisajes. Como temas característicos de su primera etapa distinguimos la naturaleza real. A partir de la naturaleza, Miguel Hernández la relaciona con Dios y con la invención del lenguaje. La fusión de Hernández con la naturaleza se deberá a que concibe todo lo natural como obra de Dios, naturaleza siempre con el sentido bucólico. En 1934 escribe "Silbo de afirmación en la aldea" donde lo bueno se sitúa en la naturaleza y lo artificial en la ciudad.
"Y miro, y solo veo / velocidad de vicio, y de locura / Todo eléctrico, todo de momento". Con respecto a la naturaleza relacionado con la invención del lenguaje, podemos localizar a Perito en lunas, que contiene la metáfora lunar. Todos los objetos son descritos por sus formas lunares. Aquí podemos ver la importancia de la simbología de la luna y sus fases.
Para Miguel Hernández, el tema del amor va por distintas fases, las primeras se relacionan con su primera etapa, la poesía pura donde habla sobre la belleza de todo. Nigún poema de Miguel Hernández queda al margen del sentido amoroso. El sentimiento pasional e el gran eje a cuyo alrededor gira la poesía hernandiana. Con el amor verdadero, Miguel Hernández ya no renuncia a su sentir aunque preste a su vez resonancia del pasado, de esto nacerá El rayo que no cesa. La crisis personal que sufre le conduce a buscar asimismo y reconoce su dependencia de otra persona, la amada, para mantener su identidad. "Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos".