Fuente: http://circulodepoesia.com/2015/03/poesia-arabe-contemporanea-tarek-eltayeb/
En el marco del dossier de poesía árabe contemporánea preparado por Álvaro Solís, presentamos textos del poeta, narrador y dramaturgo egipcio Tarek Eltayeb (El Cairo, 1959). Sus padres son de origen sudanés. Desde 1984, reside en Viena (Austria), donde estudió Ciencias Sociales y Economía hasta finalizar sus estudios con el doctorado en 1997.
Poeta, narrador y Licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad Ain Shams de El Cairo. Actualmente es profesor en la Universidad de Viena (Austria), en la Universidad de Ciencias Aplicadas en Krems (Austria) y en la Universidad de Graz (Austria). Publicó once libros en árabe y cinquo en alemán, mayormente poesía, pero también novela y teatro. Su obra fue traducida a doce idiomas. Participó de numerosos festivales de poesía y lecturas en Europa y en el mundo árabe. En 2007 recibió el Gran Premio de Poesía "Oriente-Occidente" en Rumania.
EL PORTAL DE LA CIUDAD
Centenario, inmóvil,
torcido y medio abierto,
hondo en la tierra,
sobre él, dibujos,
letras corroídas,
rajaduras y raspones,
polvo sobre él
y colores macilentos,
impregnados en la madera.
Allí, me detuve,
sobrepasé su umbral
y volví a salir,
delante, fui de un lado al otro
y leí sus inscripciones,
comprendí sus dibujos,
acaricié sus rajaduras,
me quedé un tiempo
como un peregrino anciano.
Apareció una señora vieja
que dijo: – ¡Ven!
Y me alegré de ingresar en la ciudad.
A lo lejos, en un patio, vi camellos,
luego una casa, un muro
de hojas de palmera y barro.
Ingresé en un tiempo remoto,
me sumergí en él
y quedé cautivado.
El tono estridente de una bocina,
los coches, el gentío
y el barrullo,
el sonido metálico,
las caravanas del tráfico,
machacando con agresión,
el tintineo de los cafés,
la radio chillona,
una voz
que dejaba caer la desgracia gota por gota
me asustó;
lejos, alguien rezaba solo,
cerca, uno llamaba al vacío,
y todo el derredor temblaba de ruido.
En medio del tumulto,
me despertaron los ojos de un niño
que llevaba a un anciano
huraño detrás suyo.
Reía y se adelantaba contento
a la sombra
que se arrastraba como un anciano.
Alcanzó el viejo portal,
lo observó y se sorprendió
ante los dibujos, los raspones,
las rajaduras y las letras.
El niño se paró delante del portal.
Se apoyó en él
y el portal se inclinó.
Yo estaba muy lejos,
ensimismado,
y me seguía arrastrando
como un peregrino anciano
y también me incliné.
EN UN CALLEJÓN ANGOSTO
En este callejón angosto estás obligado
a estrujarte una vez por la derecha
y la otra por la izquierda a través del gentío.
Estás obligado
a saludar a los que pasan,
a empujar a algunos.
Pronto discutes con este,
te disculpas con aquella.
Estás obligado
a chocar las rodillas contra niños pequeños
que juegan en el callejón.
Estás obligado
a ir más despacio,
a esquivar un animal pasando a trote.
Estás obligado
a cambiar de lado
para eludir el calor.
Estás obligado
a acelerar la mente,
a aminorar el paso
en tu camino a casa.
Y, al final, estás obligado
a consentir las invitaciones de los propietarios de cafés,
a tomar asiento en una de las mesas.
Observas la vida en el callejón,
pides un té y una pipa de agua
y, del agobio del camino, te ríes.
ESTRELLAS
Había una vez un niño afable,
le decía a las estrellas
dulces palabras.
Fue creciendo.
Su voz se volvió áspera,
cayeron sobre sus hombros las estrellas,
gravitaron sus pasos,
su corazón y su voz.
LA PERSISTENCIA DE LOS BURROS
Con cuerpos de burros
soportamos los latigazos,
cargamos la locura plomiza,
subimos a la montaña con una antorcha
en la oscuridad del camino.
Jadeamos y nos arrastramos a cuatro patas.
Ladran perros.
Les tiramos un libro,
los perros huyen y no se acercan más.
Trepamos agobiados,
se quiebran nuestras espaldas,
se gastan las pezuñas,
los lobos aúllan.
Les tiramos un libro,
pero ellos se acercan.
Les tiramos otro libro,
lo despedazan, gruñen,
nos cercan y nos muerden las piernas,
enfurecidos y voraces
por el sabor a tapa forrada en cuero.