Un grupo de jóvenes de un barrio empobrecido y marginado de Cali, Colombia, concluyó recientemente la escritura de un libro de poesía y espera ahora conseguir recursos para la publicación.
La creatividad, en facetas diferentes y varias disciplinas, aparece otra vez como posibilidad de rescate para personas que un sistema inequitativo y violento expulsa hacia los abismos del aislamiento, la estigmatización y la represión.
El diario El País relata un ataque de un grupo armado a jóvenes del colegio Potrero Grande de Comfandi y cómo el deseo de venganza trastocó en energía creativa a partir de la intervención de una bibliotecaria, María Inés Martínez.
Aunque este camino no es tan directo ni la salida tan automática –a pesar de que así lo expresan las simplificaciones clásicas y habituales de los reportes de medios periodísticos-, los estudiantes se declaran conscientes de la oportunidad que el arte da para intentar influir en una realidad y en un contexto que es adverso y no los favorece.
Este grupo se denomina "Poetas de la calle" y espera publicar un libro concluido recientemente, con el relato de sus historias, con las que esperan captar la atención de sus pares y a la vez hacer que la mirada de la ciudad hacia su barrio cambie y sea capaz de observar todo lo que en él sucede, no sólo los hechos negativos, como es costumbre.
María Martínez tiene 31 años y lo primero que hizo hace tres al llegar a la escuela para desempeñarse como bibliotecaria, fue observar las formas de expresión de los estudiantes, a través del hip hop y del rap. Verificó, también, que en un barrio postergado, con pésimas condiciones de vida, objetivo de bandas de narcotraficantes, los jóvenes tienen muy pocas alternativas, y mucho menos aprecio por el valor de la lectura y el aprendizaje escolar.
De hecho, se daba la situación insólita de que los estudiantes castigados por autoridades del colegio o por otros docentes eran enviados a la biblioteca. Es decir, el lugar de los libros pensado como sanción.
Martínez fue acercándose a ellos a través de la música, compartiendo rap con ellos e invitándolos a que expresaran sus sentimientos y sus ideas. La comunicación dio sus frutos y así se conformó "Poetas de la calle".
Reconocidos en su derecho a expresarse e invitados a hacerlo mediante el formato que es de su preferencia, pronto comprendieron que para mejorar en ese quehacer creativo lo mejor es buscar más referencias, leer a otros autores, adiestrarse en el uso de la palabra.
Algunos de las y los jóvenes atribuyen a este proceso hasta un cambio de personalidad, haber dejado la agresividad con la que enfrentaban un mundo que los amenaza permanentemente y ante el cual se sentían sin más defensa que la rabia.
La bibliotecaria escribió en el diario recién concluido: "leer con ellos, en el fondo, es entregarles nuestra atención y afecto. En el medio en que se desenvuelven, la lectura puede ser uno de los caminos para transformar sus vidas, ya sean libros o canciones. La lectura es como un puñado de semillas: retoña en las mentes y cultiva el deseo de construir un mundo mejor".
Los estudiantes esperan que la publicación del libro sirva para que Cali cambie su mirada discriminatoria sobre el sector en que viven, ya que los medios reflejan únicamente lo negativo que allí sucede, sin detenerse en las causas ni observar matices y diversidades.
En clave musical, así lo reclama uno de los escritores participantes del libro: "Somos de Potrero, vamos pa' delante, somos estudiantes que tenemos arte, no porque seamos de un estrato bajo, deben de tratarnos como a unos marranos".
La nota completa del diario está disponible en el enlace siguiente: http://www.elpais.com.co/elpais/judicial/noticias/puede-poesia-cambiar-mirada-ciudad-sobre-barrio