XXXVI CERTAMEN DE POESÍA "BLAS INFANTE"

Mi poesía dialoga más con los narradores que con los poetas”

Fuente: http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/287237/mi-poesia-dialoga-mas-con-los-narradores-que-con-los-poetas#.VWY5Gc_tmko

Marcela Armengod nació el 8 de octubre de 1955 en Rosario, ciudad en la que reside, provincia de Santa Fe, la Argentina. Es Profesora en Castellano, Literatura y Latín, egresada del Instituto Nacional Superior del Profesorado de su ciudad, en 1979.

Entre otros, obtuvo el Primer Premio de Poesía "José Cibils", del que devino la plaqueta "Poemas de agosto" (Ediciones Colmegna, 1980). Colaboró con artículos de índole docente o pedagógica y también literaria, además de críticas bibliográficas. Sus poemas han sido difundidos en las revistas "Juglaría", "Poesía de Rosario", "La Guacha", "Signos", "Amaru", "El Centón" de la Argentina, "K'oeyu Latinoamericano" de Venezuela, "La Urpila" de Uruguay, "Marginalia" de Ecuador, en los periódicos "Rosario 12", "La Capital", "El Litoral", "La Tribuna", "La Opinión" de su provincia, etc. Fue incluida, entre otras antologías, en "Las 40. Antología de poetas santafesinas 1911-1981", compilada por Concepción Bertone (co-edición del Ministerio de Innovación y Cultura de Santa Fe y la Universidad Nacional del Litoral, 2008). Publicó los poemarios "A la intemperie" (1983), "Agramaticalmente" (1991), "La ira del colibrí" (2000) y "Encaje"(2007). Permanecen inéditos "Poemas de cabaret", "Incrustaciones de obsidiana" y "Malade".

Tu padre (a quien dedicaste tu "Agramaticalmente") era médico y tu madre, instrumentadora de cirugía. Partiendo desde ellos hacia tus abuelos y luego regresando hasta el presente, Marcela, ¿qué te surge contarnos en pos de conocerte más?
Mi padre era médico, al modo del médico rural de John Berger, y mi madre, instrumentadora de cirugía. El consultorio de mi padre estaba en mi casa. Para entrar y salir de mi casa yo tenía que atravesar la sala de espera. Todos los días saludaba cuando salía y volvía a saludar cuando entraba. Había pacientes de todo tipo: recién operados que iban a la curación, otros, en consulta ordinaria, hablando en voz baja o en silencio, simplemente inmersos en la superficie lisa de la espera.
Con mi hermana solíamos jugar en el sanatorio cuando mi padre visitaba enfermos, a veces corríamos por los pasillos hasta que alguien nos hacía callar. En una mirada de barrido recupero las puertas entornadas, la media luz, el medio tono de las conversaciones.

En casa, durante las comidas se hablaba, principalmente, de la salud de los enfermos. Y más allá de los tecnicismos, el lenguaje médico está plagado de metáforas.

El relato del dolor se hace sobre la precariedad de la palabra. Yo llego a la literatura por la medicina.

Como contrapunto sonoro, el habla de mis abuelas: mi abuela paterna le hablaba en catalán a mi padre. Mi abuela materna, Anita Lehman, suiza alemana, que vivió gran parte de su vida con nosotros, solía cantar en alemán. Ella y una hermana se casaron con dos hermanos italianos, de apellido Vaccarezza (familiares del dramaturgo), y otras dos, con dos hermanos ingleses (de apellido Robins). Mi abuela y mi madre habían vivido algunos años en Italia, así que hablaban con fluidez el idioma. Todos y cada uno trazaron sus signos sonoros, la música de la infancia. Esta pluralidad, sumada a diferencias socio-económicas y culturales, desde herreros de caballos a capitanes de barco, me emplaza con absoluta naturalidad en una variedad de registros que siguen enriqueciendo mi vida de manera orgánica.

Docente en diversas instituciones y con diferentes responsabilidades desde fines de los '70. Inquiero: ¿qué modificaciones introducirías en tus materias si quisieras y pudieras reformular los contenidos y los objetivos? ¿Cuáles son los aspectos que más valorás, que más te complacen de tu rol en la enseñanza?
Hace poco, en una entrevista para la revista "La Guacha", me preguntaron si en algún momento había sentido una disociación entre el ejercicio docente y la práctica literaria. Y yo dije que no. Porque cuando uno es poeta lo es siempre. Y tanto dentro de la realidad áulica como de mis cargos en áreas de coordinación de literatura y extensión cultural, el eje es el mismo, necesito instalarme desde mi propia mirada poética. Tuve la posibilidad de elegir contenidos y textos. Y lo hice, sin olvidar que no se da clase para el ahora de los chicos sino para el después. Abrir una clase con la lectura de un poema o escribir una frase en el pizarrón sin marcas de obligatoriedad: una apuesta a la impregnación azarosa de ese texto, de esa frase, la posibilidad de escuchar la resonancia en los alumnos. Los poetas siempre pensamos en términos de condensación.

Lo que nunca pude lograr: la propuesta de que Literatura estuviese por fuera de la currícula. Entiendo que la obligación obtura el deseo del texto.

Participaste en dos singulares emprendimientos: en 1992, ¡poemas en sobres de azúcar! Y en 1999 la antología "Retratos de Poetas": fotos, textos y bibliográficas. ¿Ampliarías...?
La publicación de poemas en sobres de azúcar fue una idea del poeta Guillermo Ibáñez, quien dirige desde hace muchos años la Revista Internacional y Ediciones Poesía de Rosario. Se lo propuso a Domingo Bráttoli y convocó a los poetas amigos. Además de nosotros, estaban Vicky Lovell, Reynaldo Sietecase, Celia Fontán y Reynaldo Uribe. Tuvimos que firmar un contrato para renunciar a los derechos de autor. Se hizo una tirada de 1.000.000 de sobrecitos que circularon por todo el país y también por limítrofes. Aún hay gente que los conserva o que recuerda algún poema. La poesía en la calle, anónima en un punto, la belleza de la gratuidad, de lo imprevisto, un dado azucarado.