Fuente: http://parentesisplus.com/2014/12/12/la-poesia-o-la-conciencia-del-lenguaje/
La literatura, concretamente la poesía, se encuentra en desventaja frente a las demás exposiciones artísticas cuando ésta debe ser llevada a otro idioma distinto del que fue escrita. Son muy pocos los poemas que no sufren pérdidas a la hora del trasladado. Recuerdo un pequeño himno de Enza Paund, en circo versiones al español.
Cuatro por lo menos había traicionado el poema si no es que las cinco. Por ello muchos traductores se niegan a asumirse como tal, y prefieran el bautizo de versionistas. No hay, pues, como leer la poesía en su lengua original. En esta tarea qué tanto deja el poema de ser poema, entendiendo a éste como un sistema de integraciones, de relaciones y combinaciones no sólo como un sistema de sonidos. ¿Qué tanto pierde el poema, entonces, en la interpretación de la interpretación? Una traducción literal es imposible, y sí es una traición. Así que se parte de una nueva realidad y por lo mismo se extiende una nueva realidad.
Todo esto viene a cuento por el libro que presentamos esta noche. El autor me advirtió por correo que algunos poemas fueron escritos en alemán, su idioma natal, y otros en español. Ramón Xirau, el poeta y filósofo catalán, ha manifestado que su obra ensayística prefiere escribirla en español y su poesía en catalán, porque le resulta casi imposible, nos advierte, guardar un ritmo, si no es en su idioma nativo, a cuya ley el poeta ha de someter no sólo su obra sino su vida misma. El ritmo como un sistema de integraciones que, a la vez, son una suerte de acoplamientos entre cuerpo y alma, concentración y expansión al mismo tiempo. Lo que el poeta proyecta en su obra, puede caer en el caos, en la incoherencia, incluso, si el poema se reduce a un orden conceptual. En Darío, por ejemplo, la armonía es el valor absoluto. Para mí pues era una verdad sin aristas que pudieran distraerme de un tema cerrado: el que el poema sufría pérdidas al momento de que otro sujeto, diferente al autor me procurara otro texto.
Sin embargo al leer El Lenguaje de las hormigas, título por demás sugestivo, e intentar un ejercicio de identificación de los poemas que fueron escritos en alemán y los que el poeta decidió escribir en español, me di cuenta, que, o el autor ha asimilado muy bien nuestro idioma tanto que el tejido lingüístico se ha adherido muy bien al tejido celular del poeta o éste ejecutó una labor de traducción en donde ha tomado en cuenta no sólo la realidad del poema sino también la realidad del español con todos sus matices y circunstancias que ello implica. Debo reconocer, felizmente, pues, que también los que no hablan el alemán pueden transitar una experiencia tanto de lucidez como de iluminación en donde la conciencia del lenguaje va más allá de la estética, un lenguaje que linda con el silencio y cuyo objetivo no es precisamente la belleza sino el acercamiento al vacío. Aquí recuerdo unas palabras de Tomás Segovia que dice que para quien ha visto en el arte algo sustancial e intraducible a otros idiomas, la palabrería de la crítica no sólo rompe el silencio –ese que es tan caro al poeta-: lo viola. No ama el arte por lo que es sino por el provecho que de él puede sacarse, en fin.
La poesía puede vivir solamente si está de veras relacionada con las cosas reales. Es decir, aquellas imágenes que nos nacen del mundo, el color oscuro de la noche, la presencia de la mujer en una esquina; imágenes que son el reflejo de las cosas mismas tal y como, por lo menos, las perciben nuestros sentidos. "No confío en los nombres –dice el poeta- pero los tengo en cuenta/ me oriento a tientas entre seres anónimos/ me apoyo en un nombre/ y descubro a un amigo/ y tirando lejos estas muletas de la memoria/ le invito a quitarse la armadura y la máscara/ y le digo: tú/ estás aquí/ yo/ esperándote"...Más allá de palabras, de la conciencia de las palabras, el poeta –el creador, el portador de la palabra- es como el filósofo, el que busca el fundamento, el origen, el gobierno, las fundaciones, incluso al margen de la palabra misma. "La palabra es la primera identidad que no podemos rechazar", dice el poeta en el mismo poema. Y sin embargo, la palabra en estos poemas se vuelve problemática. Así como la mirada sustenta al mundo, así la palabra se ve desafiada en su poder de reencarnación. Para Wolfgang Ratz, la palabra edifica una realidad deformada, manchada El poeta apela a las palabras sin decirlas sino en las cosas mismas, que viene siendo un triunfo de la palabra finalmente. "Haces brotar un verbo/ de la piedra/ demasiado tarde/ reconoces tu error/ la palabra/ volvió a la roca/ mudo/ contemplas la piedra".
La crítica del lenguaje por parte del poeta, explícitamente o no, es la fusión del lenguaje con la cosa que nombra. Es una crítica que incide, explícitamente o no, por tanto, en la conciencia del hombre, aunque para crear una conciencia de una realidad más devastadora, cruel. Una crítica que se impone esta exigencia dentro de la obra misma ¿no encierra una fascinación por lo que lo rodea, en la medida que le da la posibilidad de regodearse en la crítica misma? En gran medida los primeros poemas del libro El lenguaje de las hormigas, o donde más se evidencia, no son otra cosa que un cuestionamiento a la palabra desde la palabra misma, como una forma de desasimiento; es más, es una rebelión, es dar cuenta de la esclavitud del poeta ante el lenguaje, incluso un continuo rechazo donde el triunfo celebrado es por la ausencia tipográfica del poema: "mi mejor poema se salvó de ser escrito", celebra el poeta. Y esta actitud frente al lenguaje es la misma actitud frente a la vida. El poeta como sujeto es un ser imperfecto que transmuta "el pan integral y pescado crudo en mierda". Penuria existencial, indignación contenida que penetra inevitablemente hasta la conciencia del hombre, que parece implorarnos más cerca del grito que del simple consejo:
¡recházalo¡
lo que te corta la carne
lo que te seca el dedo, la mano, el brazo
lo que te quema las vísceras
lo que encadena cada sueño
lo que te parte en dos, desde la cabeza hasta el sexo
del cerebro a las entrañas
de aquí para allaá
lo que no permite la vida por dentro ni por fuera
lo que cambia el color de tu sangre
arráncalo, bótalo
quémalo, véndelo, regálalo
no importa cómo
pero ya
recházalo, escúpelo, písalo en la arena.
En su aspecto más radical, se presenta como una clara síntesis del carácter contradictorio del hombre que tendrá su recompensa en degustar conscientemente esa misma contradicción. Si algunos poetas dan cuenta del mundo como un drama que marcha hacia una descomposición evidente, o que ha llegado el ocaso de la civilización occidental y de su sistema de valores, el llamado progreso universal, si dan cuenta de una muerte necesaria para una nueva invención, también dan cuenta de la renovación de la vida y de la historia con el advenimiento para una edad de oro para la humanidad. En la poesía de Wolfgang Ratz se vive, en su sentido profundo una pequeña muerte diaria, sin ningún espacio para el hombre nuevo, el hombre de los comienzos, el hombre utópico, sino consciente del automatismo de la razón del hombre.
Poesía amarga, descarnada a veces, escatológica incluso, con un sentido de la ironía devastador: si el destino es la respuesta, cuál fue la pregunta, quien preguntó. Aclaro que estos versos están sacados de su contexto, pero que nos dan una idea aproximada de lo corrosiva que es a veces la poesía de nuestro autor.
Finalmente diré que en el universo de Wolfgang Ratz no hay uno sino múltiples tópicos, y no uno sino varios centros. Cada objeto en el mundo lo es. Lo importante es llegar a percibir su trama que es su unidad: ni dispersión, ni concentración, ni suma ni resta, una cara indefinible.
Eduardo Ponce