Su nuevo poemario, 'Antes de que Google nos Alcance', es una reivi
ndicación de la memoria social.
Julián Quirós (Guareña, Badajoz, 1969) no es nostálgico, pero no deja de hacer memoria con su poesía. Primero de forma íntima en 'Pérdidas y ganancias', su debut, y ahora generacionalmente en 'Antes de que Google nos Alcance' (Reino de Cordelia), que viene a ser la crónica de un mundo analógico en el que los niños no tenían pantallas sino paladas de tiempo libre y los adultos días largos y cansinos en los que casi nunca pasaba nada; un mundo, en fin, que está más lejos en la memoria que en el tiempo: no fue hace tanto, insiste el poeta. «La digitalización no ha sido un cambio para las siguientes generaciones. Nuestra misma generación ha experimentada esa transformación. Ha sido como pasar de una civilización a otra, de una especie de prehistoria digital a una existencia digital. Y nos hemos adaptado bastante bien», asegura el director de ABC.
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Quirós, sin embargo, matiza que en ese viaje, en esa transformación hemos sufrido una suerte de amnesia, o mejor, un borrado de todo lo que dejamos atrás, lo que antes cogíamos con las manos. «Incluso los que hemos vivido el tránsito de un mundo a otro lo hemos aceptado pasivamente. Pero tenemos que saber que antes las cosas eran de otra manera. A lo mejor no para reivindicarlas, sino para que no se escriban falsedades, para que de repente no se haga la historia de una sociedad o de una civilización sobre la mentira, sobre la invención pura. Es más fácil que nunca jugar con la memoria y la desmemoria, la capacidad de la tecnología para manipular es brutal», asevera. Lo dice en el prólogo que cierra el libro: «Ya no se podía ir a la iglesia, / ni poner viejos reproductores, tampoco leer libros; / toda la memoria almacenada de una civilización / había desaparecido, por obsoleta. / Los ancianos siguieron un tiempo mirando / fósiles dentro de las cajas».
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Él descarta la idea del paraíso perdido, pero no el tiempo pasado, del que quiere dejar constancia en un acto de justicia (poética). «Siempre me ha interesado el presente y he estado cómodo siempre en el presente. No miro los años de infancia como especialmente felices, todo lo contrario, era un mundo con muchas situaciones desgraciadas, con muchos conflictos despiadados. Por eso marco distancia y descreimiento al escribir: esa distancia es mi posición reflexiva ante la vida. También en el periodismo me cuesta mucho la militancia, siempre tienes que preservarte unos metros para la reflexión. Así que aquí no hay nostalgia, sino recuerdo, el registro de que aquello pasó así». Ahí va un ejemplo de la primera parte del libro: «Miro por el ojo del tiempo fundido / una escalinata ocupada / por treinta bachilleres alegres / dejando constancia, eso querían, / de que antes que otros muchos, / que vendrían detrás, ellos / estuvieron aquí. Fuimos nosotros».
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En ese fuimos nosotros se concreta un ese deseo tan humano de dejar huella, de no perder esa suma de recuerdos que es el yo. Por eso, apunta Quirós, en la tragedia de Valencia la gente que había perdido casi todo buscaba sus fotos, sus cartas, porque esa es «es la memoria más auténtica, más realista y más profunda». Y retoma el tema del olvido: «Es que me asombra ese juego vertiginoso del precipicio, del cambio, del borrado. Yo creo que sí que hay un borrado clarísimamente de épocas, de décadas pretéritas, y donde además hay unas ideologías dominantes que plantean que el pasado carece de reputación, como diciendo: es que aquello no era aceptable», subraya. ¿Y qué seremos cuando Google nos alcance? «Ya seremos lo que diga Google. Aunque en realidad Google ya nos ha alcanzado, o casi, pero en ese título hay esperanza».
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Por Bruno Pardo Porto