Un documental estrenado en el Festival de Cine de Málaga encumbra su figura como poeta para adultos con materiales, testimonios y documentos inéditos
Estamos en el siglo XXI y todavía es tiempo oportuno y necesario de desmitificación del gran cliché sobre la poeta Gloria Fuertes (1917-1998) que ella misma se forjó sobre su vida y sobre su obra. Así lo corrobora la presentación en el Festival de Cine de Málaga hace unos días de un afinado documental sobre esta gran poeta española cuyos ecos de autora engullida por su personaje todavía resuenan en la memoria de los españoles de a pie y de no tan a pie.
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El director y coguionista del mismo, Francisco Rodríguez Fernández, con una larga y acreditada trayectoria tanto en cine (Samuel Fuller, Richard Lester, Berlín, San Sebastián), como en la realización de documentales de gran calidad (TVE), ha conseguido verter en su película 'Gloria Fuertes', testimonios y material inéditos que aportan justicia y verdad a la línea flotación sobre la que se viene poniendo en valor en los últimos tiempos a una gran poeta. Y nunca está demás, entender a Gloria.
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No queremos renegar de su personaje, por supuesto. Lo sé porque uno de estos días, cuando desayunaba en el toledano local de La Malquerida cercano a la catedral, una camarera ante un comentario mío sobre cómo me confunde mi dislexia, «me pasa como a Gloria Fuertes, que quiero decir una cosa y digo otra», me recitó de memoria mientras frotaba la mesa con una bayeta hipnótica, un poema completo de nuestra Gloria: Pienso mesa y digo silla, / compro pan y me lo dejo, / lo que aprendo se me olvida, / lo que pasa es que te quiero…/… Entre mi sangre y el llanto / hay un puente muy pequeño, / y por él no pasa nada, / lo que pasa es que te quiero.
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Yo, que tenía en mente la preparación del artículo, quedé tan encantada, que le pregunté si podía poner su nombre, me dijo que se llamaba Laura. Me han dicho que es una chica muy formada, y la encargada del local, pero también sé que no es una excepción en ese saberse de memoria los poemas más populares de Gloria Fuertes.
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Si no queremos renegar de su personaje, mucho menos de su poesía para adultos, honda y comprometida, nada banal y bastante eclipsada por la Gloria de la televisión y de los programas infantiles. Su poesía era de un gran talento e inteligencia, aunque pareciese cursi y hasta de rima tonta en ocasiones, su obsesión era llegar, la cercanía, el ponerse en el mismo nivel de quien la leía: «para sentir la poesía no hace falta ser bachiller», «a algunos poetas les pasa como a los niños de un año, son muy buenos, pero no se les entiende nada». Y cuando se subía a la parra del drama, el refinamiento o de la pedantería, enseguida le daba un giro de humor a sus poemas, para bajarse de la tontería, apostando por la sencillez e incluso, un escenificado atolondramiento: «Escribo como escribo, / a veces deliberadamente mal/para que os llegue bien». Tenemos así una poesía que va del lamento a la carcajada, pero siempre con un profundo mensaje: «Me gusta / divertir a la gente /haciéndola pensar».
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Gloria era además un espíritu libre, un «hago lo que me da la gana» y su única autocensura, era contra la técnica: «el mar echa de menos una ola/ el idiota una coma», el resabio: «sabes de todo un poco y vas al cine/ sabes de todo mucho y te suicidas», la pedantería y la soberbia del poeta. Por eso, si bien han querido encasillarla en unos u otros movimientos, Gloria era Gloria, usaba la candidez como artimaña, el humor como terapia contra el dolor, y la poesía como «pellizco», «trance», «intuición»: «Escribo sin modelo, a lo que salga / Escribo de memoria, de repente / Escribo sobre mí, sobre la gente». Si uno se adentra en su poesía, descubre que Gloria no era naif en absoluto, nada naif.
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El documental sobre Gloria presentado en el Festival de Málaga y que podremos disfrutar en la Cineteca de Matadero Madrid, 30 y 31 de mayo y 1 de junio, fin de semana cultural en la metrópoli, o en Imprescindibles (La 2), a partir del 4 de mayo, cuenta con acreditados ponentes, que la conocieron bien: Javier Lostalé, Villena, Fanny Rubio (lo borda), Ana Rossetti y el poeta castellano-manchego Amador Palacios, experto en postismo y miembro de la Fundación Ory, y que conoció a la peculiar autora cuando la consultaba para su biografía del poeta Gabino-Alejandro Carriedo, también conectado al postismo de los 40 y el Realismo Mágico de los 50. Gloria entró en contacto con el postismo en los años 40 cuando conoció a Ory, del que se enamoró (era muy enamoradiza). Pero Gloria enseguida soltó lastre «si me encasillan, salgo corriendo», y se dio cuenta «de que podía escribir con total libertad, sin ser surrealista, ni postista, ni nada». Ella era surrealista de nacimiento, era un ismo en sí misma o, como apunta Palacios «más de espíritu que por estética».
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Tras la presentación, se celebró un coloquio en el que los intervinientes pudieron despejar las dudas de un público que se mostró muy interesado en la figura de esta poeta tan querida. El director, Francisco Rodríguez, y la productora ejecutiva de Sateco Documentalia, Lourdes Sánchez, trasladaron la intención: « poner en valor la obra de Gloria para adultos», «es algo que los amantes de la poesía le debían». Ana Peláez, productora ejecutiva de TVE, mostró su emoción por ser éste «el primer documental producido por el ente que se estrena este año en el Festival de Málaga»; la experta en Gloria Fuertes, Carmen María Jiménez, por su parte, calificó el documental de «obra de orfebrería» y Amador Palacios lo puso en valor, si no para «conocer», sí para «sostener» el papel de la poeta como autora.
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Málaga, templada y dorada, fue la ciudad donde Gloria encontró consuelo cuando murió su gran amor, la americana Phyllis Turnbull, con la que convivió 20 años. Se había sumido en una depresión, bebía demasiado, y buscó el mar como terapia, alojándose siempre en el mismo hotel del Rincón de la Victoria. En esta bella y acogedora ciudad mediterránea, su amigo Pepe Infante le organiza una tertulia que se celebraba los viernes en el icónico bar El Pimpi (propiedad de Banderas en la actualidad), porque leer sus poemas le hacía feliz: «yo leo, no recito» y en este icónico local tiene su patio en la actualidad, con una placa que la recuerda.
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Gloria se declaraba «muy yoísta», que no egoísta. Su yo enorme de enorme corazón, se proyecta siempre malherido en su poesía: lamentaba su pobreza: «Nací en Lavapiés, barrio de mucha necesidad y mucha puta »; su trabajo en el Ministerio: « Luego me salió una oficina / donde trabajaba como si fuera tonta»; su experiencia de la muerte que se llevó a su hermano atropellado, a su madre con 15 años ella y a cuatro novios –dos novios y dos novias- los novios en la guerra y las novias una por enfermedad y la otra por accidente de avión; lamentaba la guerra, «si perteneces al bando de los vencidos»; ser mujer: «Si en vez de llamarme Gloria me llamo Glorio, otro pez hubiese cantado»; las dificultades del amor: «Parezco loca/aunque no lo estoy/ no estoy buena/ pero lo soy»; las injusticias: «En el hormiguero / la mitad de las hormigas trabajan y comen mal/para que la otra mitad no trabaje y lo pase bien»; la crueldad: «Te matan y después/ piden perdón al cadáver»; la mentira: « Miente el amo y el sirviente/ el cura, el mendigo y el presidente/miente la gente».
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Pero el lamento más transversal, más total, que surge como un aullido seco, sordo y vencido en cada poema es el de la soledad: «Cuatro mil millones en la Tierra/ y yo sola en mi Azotea», «Millones de amigos- conocidos, pero me acuesto sola», «Es mucha mi fama, pero me apaño sola» o éste, magnífico: «En las noches claras, resuelvo el problema de la soledad del ser/ invito a la luna y con mi sombra, somos tres». Sin embargo, Gloria Fuertes no estuvo sola en el lecho de muerte, su amiga, la cantante Mari Trini, la acompañó en el Hospital de La Princesa de Madrid, tocándole la guitarra hasta el final, solas las dos en la habitación, como relata Jorge Cascante en «El Libro de Gloria». Única, Mari Trini.
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Gloria tuvo muchos amigos humoristas: el genial Gila, el alocado Ory con su humor postista, Millán Salcedo, al que la propia Gloria permitió imitarla creando un personaje inolvidable. Así es que, contra el drama, Gloria tenía una herramienta, la carcajada. Y un arte especial en su poesía y en su vida para provocarla. El humor es la clave de su estilo, su personal aportación a nuestra literatura, animada por la imperiosa necesidad de consideración, de ser tenida en cuenta, de ser amada: «Pido a gritos que alguien llame a mi puerta, / quien sea, / la portera, un borracho con delirium tremens, una señorita de aborto provocado, una prostituta con navaja en la ingle, un suicida, / pero nadie suena, quema, hiela».
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Por MARI CRUZ MAGDALENO