XXXVI CERTAMEN DE POESÍA "BLAS INFANTE"

El erotismo en la poesía novohispana de Terrazas

Fuente: http://culturacolectiva.com/el-erotismo-en-la-poesia-novohispana-de-terrazas/

¡Ay, basas de marfil, vivo edificio
obrado del artífice del cielo,
columnas de alabastro que en el suelo
nos dais del bien supremo claro indicio!

¡Hermosos chapiteles y artificio
del arco que aun de mime pone celo!
¡Altar donde el tirano dios mozuelo
hiciera de sí mismo sacrificio!

¡Ay, puerta de la gloria de Cupido
y guarda de la flor más estimada
de cuantas en el mundo son ni han sido!

Sepamos hasta cuando estáis cerrada
y el cristalino cielo es defendido
a quien jamás gustó fruta vedada.
(Francisco Terrazas, 1557)

arteroticont
El deseo es, irremediablemente, el morador eterno de la poesía. En el poema de Francisco Terrazas, el anhelo concupiscente no sólo es el objeto discursivo, sino que se apropia de la lírica, otorgándole una sensual fuerza expresiva a través de un lenguaje sugestivo y cadencioso. El hecho de que aún hoy este poema de Terrazas estremezca al lector escéptico, inexperto, o bien desprovisto de ataduras moralinas, demuestra que el autor fue un deseante temerario. El poeta mexicano en cuestión, como hace suponer la fecha de ¡Ay, basas de marfil...! nació en la Nueva España, en pleno patetismo católico español. Formó parte, sin embargo, de una generación áurica en la literatura hispana, erudito de la escuela sevillana y el petrarquismo, y elogiado por Cervantes. Si bien hay una buena dosis de neoplatonismo en su obra, son singulares el sensualismo y la carnalidad de sus versos, rasgos frecuentes en la literatura toscana pero sin, lugar a dudas arriesgados para la moralidad novohispana, aunque Sor Juana Inés de la Cruz habrá también de cobijarlos sutilmente en muchas de sus creaciones.

Hijo de un conquistador que ostentaba el mismo nombre y miembro de una genealogía distinguida de españoles, Terrazas es asociado con la "lírica italoclásica" (Toscano, 1947: 46). Se sabe que enfrentó un par de procesos inquisitoriales por el grado transgresivo de sus escritos e, incluso, fue apresado por la presunta autoría de un documento publicado en contra del virrey, alrededor de 1575 (Toscano, 1947: 47). Terrazas queda en las páginas de la literatura mexicana, como un sensualista que aún hoy conmueve al lector acostumbrado a la pornografía de la imagen.
El poema citado describe la visión profética de quien contempla el colofón del deseo, soñando alcanzarlo sin pronto conseguirlo: es la tensión del anhelo incumplido, lo que potencia la añoranza y sostiene la latencia. Las piernas y el sexo son aquello que se añora como satisfacción del deseo, cristalización del placer y vuelta al origen donde se renace en el gozo y se desafía lo prohibido. El resto del cuerpo es mantenido en el anonimato: sirve como escenario para el montaje del disfrute pretendido, pero nunca se revela y, mucho menos, el rostro que lo subjetivaría, particularizaría y limitaría las posibilidades imaginarias del lector. La concupiscencia obliga a perder la identidad y fundirse en la superficie expectante.
Se trata de una pieza literaria donde se describe la revelación de una imagen erótica, que envuelve en sutiles afeites el deseo sensual del cuerpo femenino: los finos pies pálidos sostienen un par de piernas alargadas, finas y blancas, que son la antesala del pubis como arco virginal, resguardado por la castidad. La imagen construida evoca el sitio anhelado como un recinto sagrado donde tiene lugar el rito de consagración del amor e iniciación sexual; al mismo tiempo, revela la belleza de un cuerpo cuya factura únicamente puede ser atribuida a las deidades. A este respecto, se trata de una mezcla neoplatónica del Dios cristiano con deidades paganas concupiscentes del amor carnal como Cupido, que incitan al deseo para luego retractarse y dosificar el placer.
El actante que produce el poema lírico en primera persona, ansía poder acceder al disfrute de la carne pura, sugerida y simultáneamente resguardada por aquellas piernas y pies que dieron inicio al poema. Como apunta Beristáin (2010: p, 5) a este respecto el actante se vincula con un objeto (el cuerpo femenino) a partir del deseo, dando lugar a acciones que constituyen manifestaciones del actante, como la propia producción del poema. Finalmente, la conquista del reducto sexual por antonomasia, es asociada con el acceso al cielo, en lo que implica otro maridaje entre el amor sacro y el profano (evocando en esta frase el óleo de Tiziano elaborado en 1516).
En las referencias a la arquitectura clásica y a las deidades paganas del amor, parece haber una evocación al idealizado pretérito grecolatino: se trata de la construcción de una alegoría del deseo que sitúa la escena en un pasado atemporal e idílico, entre las ruinas de la gloria que fue. El cuerpo femenino se convierte en un templo precioso que resguarda un tesoro sacro y ostenta una belleza sensible que invita al gozo. La alegoría potencia el valor simbólico de la edificación clásica a través de su enriquecimiento con conceptos intangibles como el deseo, la castidad, lo sacro y lo profano; es decir, por la correspondencia entre elementos imaginarios (Beristáin, 2010: p. 25). Las unidades puestas en paralelo, tales como columnas y piernas, arcos y pubis, marfil y piel, gloria y placer, flor y virginidad, fundan su relación en la semejanza entre sus significados, afectando así la poesía a nivel semántico. Las metáforas arquitectónicas yuxtaponen los sentidos de las palabras, dotando de fuerza al lenguaje poético y confirmando las posibilidades expresivas e interpretativas del texto novohispano.
Así que, querido lector postmoderno, regrese a la sutileza del deseo y lea este poema una y mil veces, en la antesala del amor o en la soledad del anhelo.

Referencias
Beristáin, H. (2010). Diccionario de retórica poética. México: Editorial Porrúa.
Toscano, Salvador. (1947). Francisco de Terrazas. México: Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Recuperado el 29 de febrero de 2012, de: http://www.analesiie.unam.mx/pdf/15_45-49.pdf.