Monográficos Juan Antonio González Iglesias
Monográfico dedicado al poeta Juan Antonio González Iglesias
Juan Antonio González Iglesias
Poeta, pintor y filólogo español,
nacido en Salamanca en 1964. Su
temprana vocación humanística,
plasmada en numerosos poemas y
pinturas de juventud, se orientó
definitivamente hacia el estudio
y cultivo de las Letras cuando
comenzó sus estudios superiores,
sin que por ello abandonara su
afición por la pintura, que le ha
llevado a participar en el ciclo
"Senza Titolo" de Trento y en la
exposición "Life / Live" del Musée
d´Art Moderne de París.
.
Tras haberse matriculado en la
Facultad de Filología de la
Universidad de Salamanca, se doctoró
en Filología Clásica y, en la
actualidad (1999), imparte clases
en dicho Centro Superior.
.
Poeta laureado desde su primera
entrega, irrumpió en el panorama
literario español con el poemario
titulado La hermosura del héroe
(Córdoba, 1993), que recibió una
espléndida acogida por parte de los
lectores y la crítica especializada,
y fue galardonado con el premio de
poesía "Vicente Núñez".
.
Al tiempo que componía estos
versos, Juan Antonio González
Iglesias se aplicaba a su labor
de estudioso de las letras clásicas
grecolatinas, actividad que, entre
otros trabajos de crítica y traducción,
ha arrojado el brillante resultado
de una versión castellana del Arte
de amar y Los amores, de Ovidio
(Madrid: Cátedra, 1993).
.
Ya consagrado como una de las
voces más originales y deslumbrantes
de la joven poesía española de la
década de los años noventa -figura,
entre otras muchas muestras
antológicas, en la recopilación
ofrecida por el poeta y profesor
José Luis García Martín bajo el
título de Selección Nacional-,
Juan Antonio González Iglesias
volvió a los anaqueles de las
librerías con un segundo poemario,
Esto es mi cuerpo (Madrid: Visor,
1977), que fue saludado con los
mismos elogios dedicados a su
primera entrega poética, y mereció
un accésit en el prestigioso certamen
de poesía "Jaime Gil de Biedma".
.
Desde la publicación de sus primeros
poemas, la crítica ha señalado el
fecundo contraste entre la perfección
formal de la poesía de González Iglesias
y la radical heterodoxia de sus
contenidos, en medio de un
desacostumbrado despliegue de
riquísimas referencias culturales que,
con tan sólo dos libros en la calle,
ha convertido a este creador salmantino
en un clásico de la poesía española
contemporánea.
.
El ideal de pureza, la aspiración
de belleza que rezuman todos sus
versos queda siempre atrapado por
la exactitud de un lenguaje poético
basado en la libertad, en la claridad
y en la valentía con que quiere
nombrar el amor espiritual, el placer
físico, la exaltación de la hermosura
corporal en ambos géneros:
.
"Ahora puede elegir, su piel es libre. /
Se ha quitado la ropa del cobarde. /
Puede amar a su chica, igual que yo a la mía. /
Todo ha sucedido en este mundo, /
en medio de una clandestinidad /
incomparable. Nuestras horas juntos /
eran horas normales, del tiempo que los otros /
iban midiendo. Nadie /
nos puede arrebatar las expresiones /
increíbles de fuerza que hemos intercambiado, /
la audacia decisiva de nuestros ejercicios, /
lo contrario que éramos, éramos dos adanes /
de sangre paralela, todavía /
dentro del paraíso"
.
("No es cierto que la plenitud del amor
sea indecible", de Esto es mi cuerpo).
No es de extrañar, por ende, que el propio
Juan Antonio González Iglesias entienda
la poesía como "la zona de libertad del
lenguaje".
.
Su poesía y obras.
.
Comenzamos por el título, siempre
aperitivo del tono y contenido del
poemario: ciñéndonos a sus tres
publicaciones más recientes,
Un ángulo me basta (IV Premio
Internacional "Generación del 27";
Visor, 2002) sonaba a calma y sencillez
-aquellas pequeñas cosas, y aquellos
poemas inolvidables: "Acepto que
belleza es la fulguración" o "Tiene
mi misma edad", por citar dos ejemplos-,
Olímpicas (El Gaviero, 2005) precedía
a una colección de poemas sobre el
deporte y los deportistas -con mucho
de observación y adoración-, y Eros
es más se define como una rendida
declaración de amor al amor.
.
González Iglesias apunta al nombre
exacto de las cosas, sin rodeos:
no sólo desde la portada, sino también
en los deliciosos prólogos con los que
abre sus poemarios, y que continúan
ejerciendo como tobogán para el lector.
.
En el caso de este Eros es más,
retenemos la frase que casi antecede
a los poemas:
el amor es más fuerte que la muerte.
Nos da la bienvenida y, páginas después,
casi nos despide en "In joyful memory".
Tomando como guía la peculiar variación
del gran Vicente Núñez sobre el lema
minimalista, el poemario de González
Iglesias constituye una reivindicación
del amor en su estado más puro, aquel
conocido y nombrado por los griegos,
capaz de gobernar sobre los dioses y
sobre los humanos.
.
El viaje comienza con "Exceso de vida",
uno de los textos más altos jamás
regalados por su autor, cuyo inicio
emocionante —Desde que te conozco tengo
en cuenta la muerte— deriva en amor
total, que se medita y se abraza,
que habla de almas y de cuerpos.
.
Tiempo ha que González Iglesias se
enfrenta al reto de escribir sobre el
amor —al amor— sin resultar tópico,
resultando no ileso, sino triunfador.
Y continúa con poemas como "You Light
up my life", que podría subtitularse
—recordando su anterior entrega—
"al deportista desconocido", o
"Si me despierto en medio de la noche",
en la línea de algunos incluidos en
Un ángulo me basta —toda su obra está
conectada entre sí, y a la vez es
radicalmente distinta— .
.
Amor todopoderoso, amor sobre todas
las cosas: hablar de personalidad
implica mencionar a González Iglesias,
pues uno de los atractivos de sus
versos reside en que resultan, más
allá del tema —es el poeta del amor
por excelencia de nuestra lítica
actual—, fácilmente reconocibles a los
segundos de lectura.
.
Esto se debe al estallido de un decir
que es coloquial —¡qué encabalgamientos!—
y, al mismo tiempo, disfruta de la
altura necesaria con que la poesía debe
pronunciarse.
.
La grandeza de la poesía de González
Iglesias es que —pese a esa voz propia—
avanza en cada poemario, se expande en
otros focos de interés sin que el nivel
descienda. De esta forma, en Eros es más
hallamos también la conciencia del paso
del tiempo simbolizado —sobre todo— en
el cuarenta cumpleaños, evidente en
poemas como "40" —en el que el poeta
repasa el estado, a esa edad, de Djuna
Barnes, Marco Polo y Elio Adriano—,
"Campus americano" —Tal vez también
influya que este otoño / acabo de
cumplir cuarenta años—,
"Los ojos del asceta",
"El tiempo engendra décadas",
"¿Destinados al olvido?" o el
espléndido "Cumplimiento", que sigue
los consejos del oráculo y recuerda
que el poeta ha cumplido su parte
para ser feliz. Dejamos atrás los días,
las experiencias, la muerte se acerca:
mientras, amaremos, pues el amor supera
en importancia a cualquier fin. Nada
de solemnidad: cercanía. Humanidad.
E ironía, incluso, en algún caso:
González Iglesias abre "Stripper vestido"
asegurando que al vestirse ha hecho
voto de pobreza. Aunque quizá, bien
pensado, el mensaje del poeta no guarde
relación con el humor, sino con la
verdad más pura.
.
Jamás defrauda: Eros es más es, de nuevo,
un libro enorme. El entusiasmo, las
expectativas elevadas, se justifican de
inmediato. En la poesía de Juan Antonio
González Iglesias caben Julio Casares,
Aristóteles, Robbie Williams, Marco
Aurelio.
.
Caben la conciencia de la muerte, y el
carpe diem como combustible para el día a día.
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En Eros es más cabe la vida plena, rebosante,
feliz de ser vivida. Y cabe, sobre todo,
el amor. Rebosa más allá de los bordes,
nos empapa:
es una fiesta que se parece al universo /
en que es única.
.
Juan Antonio González-Iglesias es uno
de los poetas más sobresalientes del
panorama literario español actual.
En su obra se conjuga a la perfección
la tradición clásica con la cotidianeidad,
extrayendo verdaderas maravillas de
imágenes anodinas.
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Su trayectoria, desde que ganara el Premio
Vicente Núñez con La hermosura del héroe
(1994), se ha jalonado de premios de prestigio
y libros más que notables como Un ángulo
me basta (2002; Premio Internacional
Generación del 27) o este último Eros es más
(2007; Premio Internacional Fundación Loewe).
González-Iglesias comienza Eros es más en
verso alejandrino para luego combinar el
verso libre con el endecasílabo, siempre
con una musicalidad por encima de todo
recurso estilístico. Sus poemas son
auténticos textos clásicos pero modernos.
Es inevitable destacar un poema,
‘Ha estado en la vendimia’, dedicado a
este esforzado trabajo agrícola que
compara con un «ejercicio zen».
.
La fiesta, el silencio, el trabajo son
aquí los elementos que sustituyen a las
metáforas y, sin comparaciones, acaba
con la sabia sentencia:
«al final del día/
sabes exactamente qué partes de tu cuerpo/
van a dolerte».
.
Pero también son espléndidos poemas como
‘Campus americano’, en el que la vida pasa,
el tiempo pasa, bajo los ojos del observador
y narrador que contempla la vida universitaria
como un dios, o un decano.
Incluso ‘Vltimvs romanorvum’ provoca una
extraña y erudita reconciliación con el
músico Robbie Williams.
La admiración por los héroes ajenos,
por el amor efímero, la alegría de los
otros son eje vertebral de Eros es más,
que contiene un poemario lejano pero
intenso. Hasta la ciudad de Málaga o
una entrevista a Álvaro Mutis encuentran
aquí su poema. Es más, el título de este
libro surge de una entrevista del autor
a Vicente Núñez en la que «Eros es más»,
que fue una respuesta, se convierte en
un lema por el que el amor vence al
lenguaje y recupera una máxima de Bécquer.
Juan Antonio González-Iglesias es un
poeta romántico.
.
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Fin
ahora veremos su poesia.
Aikido
.
Estamos preparados
para sobreponernos.
Es un arte. Se aprende.
Está en nuestra memoria desde niños.
Los juegos, los poemas,
las tardes traduciendo,
palabra por palabra,
las tragedias, el cruento
latín de los historiadores.
Todo va al corazón y, transcurridas
las décadas, se vuelve
serenidad. Y ahora
alguno de los textos
de los filósofos occidentales
que he leído estos días
me lleva hasta la fórmula
que con reverencia
mutua se intercambian
discípulo y maestro en el aikido.
Uno a otro se dicen:
Gracias por enseñarme.
.
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Juan Antonio González-Iglesias
Campus americano
.
University of Oregon, Eugene
.
Entre la biblioteca y el gimnasio
se extiende el cementerio donde duermen
los que fundaron la ciudad. El musgo
crece por las mayúsculas romanas
de los nombres británicos, y dentro
de los exactos números el liquen
obstruye la lectura: Died september.
Consigo descifrar que alguien vivió
28 años 17 días
en el siglo pasado, el XIX.
Apenas una cruz, algún ciprés.
Hiedra por todas partes. Instantáneas
corren irreverentes las ardillas
sobre las tumbas. Y por los caminos
algunas bicicletas, estudiantes
con los monopatines y los libros
bajo el brazo, y el tránsito esperable
de enamorados y solitarios.
Yo mismo lo atravieso muchas veces.
Los jueves por la tarde los alumnos
juegan en la pradera colindante
un partido de rugby que terminan
felices y agotados. Todo indica,
por el conocimiento que tenemos
de este mundo, que un día sus magníficos
muslos descansarán bajo la tierra.
Pero la sobredosis de futuro
propia de cualquier campus y la idea
de que las leyes físicas no tienen
plena vigencia en este territorio,
me hacen pensar en la resurrección
con una intensidad inusitada.
Tal vez también influya que este otoño
acabo de cumplir cuarenta años.
.
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Juan Antonio González Iglesias
CAPOEIRA
.
Felices los flexibles.
Sus tobillos son súbitos
puntos en el espacio, como estrellas fugaces
en el atardecer. Sus pies alados
no pisan las cabezas de los hombres
porque no quieren. Cercan,
sobrevuelan los cinco centímetros de aura
donde el otro se guarda.
Nadie
diría que han estado durmiendo hasta hace poco,
que han trabajado duro a lo largo del día,
o han estado metido en rollos malos, porque
ahora
levantan un tobillo por encima
del horizonte
y con el otro pie tocan la tierra.
Así proyectan arcos instantáneos,
con las extremidades inferiores.
Son preferibles a los arquitectos,
y a los programas de diseño gráfico
más potentes. Benditos
los acróbatas nuevos.
Luchan de dos en dos, como los que se aman.
Se atrapan mutuamente en un deseo
que los hará volver. Con golpes inaudibles
se aproximan. Se alejan de los demás mortales.
Tan simbólicamente
tan intrincadamente
combaten, que los ángulos
los pantalones blancos de algodón intangible
las líneas y los músculos euclídeos
trabajan
como instrumentos de alta precisión
al servicio de una sorprendente pureza.
Nada les interrumpe durante media hora.
Jóvenes conflictivos de barrios marginados
cada tarde reducen a cero la violencia.
Felices los descalzos
que conocen a ciegas
el número perfecto de la arena.
Nadie más libre que estos descendientes
de esclavos.
Felices los flexibles.
.
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Juan Antonio González Iglesias
Déjame que te abrace, ahora que todavía
tu piel no lleva escritas las mentiras del mundo
y tus labios son sede sólo de la hermosura.
Porque sólo he querido ser bueno y verdadero,
y tú puedes hacerme,
déjame que te abrace.
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Juan Antonio González Iglesias
ESTO ES MI CUERPO
.
Esto es mi cuerpo. Aquí
coinciden el lenguaje y el amor.
La suma de las líneas
que he escrito ha dibujado
no mi rostro, sino algo más humilde:
mi cuerpo. Esto que tocas es mi cuerpo.
Otro lo dijo
mejor. Esto que tocas
no es un libro, es un hombre.
Yo añado que esto que te toca ahora
es un hombre.
Soy yo, porque no hay
ni una sola sílaba que esté libre de amor,
no hay ni una sola sílaba
que no sea un centímetro
cuadrado de mi piel.
En el poema soy acariciable
no menos que en la noche, cuando tiendo
mi sueño paralelo al sueño que amo.
No mosaico, ni número, ni suma.
No sólo eso.
Esto es una entrega. Soy pequeño
y grande entre tus manos.
Ésta es mi salvación. Éste soy yo.
.
Este rumor del mundo es el amor.
.
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Juan Antonio González Iglesias
Exceso de vida
.
Desde que te conozco tengo en cuenta la muerte.
Pero lo que presiento no se parece en nada
a la común tristeza. Más bien es certidumbre
de la totalidad de mis días en este
mundo donde he podido encontrarme contigo.
De pronto tengo toda la impaciencia de todos
los que amaron y aman, la urgencia incompartible
de los enamorados. No quiero geografía
sino amor, es lo único que mi corazón sabe.
En mi vida no cabe este exceso de vida.
Mejor, si te dijera que medito las cosas
(fronteras y distancias) en los términos propios
de la resurrección, cuando nos alzaremos
sobre las coordenadas del tiempo y el espacio,
independientemente del mar que nos separa.
Sueño con el momento perfecto del abrazo
sin prisa, de los besos que quedaron sin darse.
Sueño con que tu cuerpo vive junto a mi cuerpo
y espero la mañana en la que no habrá límites.
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Juan Antonio González Iglesias
HAY ALGO EN EL AMOR
.
Hay algo en el amor que pertenece
a este mundo. En los múltiples
instantes en que todo
tiene sentido desde que llegaste,
en toda la materia de pronto convertida
en regalo, pradera que pisamos,
terraza que se asoma o muralla que guarda,
también en la dulzura de los días,
en la rutina humilde de tenerte
a mi lado,
lo noto.
Pero algo en el amor no es de este mundo.
Algo que no es abstracto.
Lo pruebo, por ejemplo, en la temperatura
de tu piel, cada vez que nos quedamos
dormidos juntos, y cada mañana
en que no espero más que tu primer
beso, cuando recobras
a ciegas tu lugar entre mis brazos.
Entonces se anticipa lo que un día tendremos
definitivamente.
Para poder nombrarlo
se me hace necesaria la noción de solsticio.
No lo razono más. Es una especie
de primicia.
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Juan Antonio González Iglesias
(de Eros es más)
Monte Victoria
.
Todas y cada una de las cosas
del mundo tienen hoy exactitud
matinal. Esta dulce luz de Málaga
declara una vez más la equivalencia
entre la realidad y el paraíso.
Está el pequeño hotel en la subida
al monte donde se alza el santuario
que toma el nombre de una diosa antigua
para honrar a María. En el jardín
hay dos pequeñas mesas preparadas
con los dones más simples. Agua. Leche.
El vidrio, diferente del cristal.
Superior al cristal. La brisa en torno.
La jarra con el zumo de naranja.
El limón al alcance de la mano,
en el árbol. Los frutos más nutricios.
El cruasán recién hecho y el pan tierno.
Sal, aceite de oliva, mermelada.
Una frase latina que comprendo
íntegramente ahora: “si no hubiera
amenidad, no habría vida humana”.
La cortesía de los anfitriones.
El valle entre los montes. La ciudad
que desde aquí parece silenciosa.
Promesa es la jornada que se inicia
bajo esta cobertura de palmeras.
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Juan Antonio González-Iglesias
Octubre, mes sin dioses
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Los japoneses piensan que éste es el mes-sin-dioses.
Lo celebran así. No aliteran octubre
con oro desprendido de los árboles frágiles,
ni con revoluciones que cambiaron la historia.
Octubre como tregua. Como ausencia de todo
lo que excede los límites. Así para nosotros
sea: liberación. Porque ya no se exhiben
los implacables dioses desnudos del verano,
los demasiados dioses, y falta todavía
mucho para que nazca el niño del invierno,
y más allá no alcanza la vista, desde este
mes de distancias, mes de lejanías,
imperfecto, logrado, fortuito. Que así
sea para nosotros. Sin los ocho millones
de dioses que se esconden en la ciudad o el bosque,
las escalas coinciden con nuestras estaturas.
Dejémonos llevar por los presentimientos.
Escribamos las cosas con las letras minúsculas.
Celebremos octubre por su ausencia de dioses.
Disfrutemos su nombre porque sólo es un número
de una serie truncada. Y olvidada. Es octubre.
Tenemos treinta días sólo para nosotros.
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Juan Antonio González Iglesias
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Procede de Cervantes
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Procede de Cervantes,
pero está en una página
de Seferis: la idea
de crear un alter ego
y decidir hoy mismo
que exista un Caballero
puro nombre, poeta
que prepare el milagro.
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Juan Antonio González Iglesias
Rara vez la belleza es subversiva
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Rara vez la belleza es subversiva.
Rara vez la hermosura
es calidad moral.
Sólo en el equilibrio
cuando ya no es belleza transmitida
y
todavía no es belleza transmisible,
cuando
es sólo mensurable con las manos
de otro. Y aun así
no siempre el brote nuevo el miembro nuevo
recibe el sorprendente
regadío
de la savia rebelde.
Rara vez la hermosura
alcanza cualidad de delincuencia.
Pero cuando sucede
¿cómo no estremecerse ante el milagro
de la mirada peligrosa, el guiño
que el instinto ha enseñado, la cultura
y la naturaleza en alianza,
movidas a esplendor dentro de un cuerpo?
Fuera también del cuerpo. Sobre el mundo.
A la vez luminosa y destructiva
la hermosura del héroe
como el rayo
como viva señal de lo divino.
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Juan Antonio González Iglesias
SEGUN PROTAGORAS
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Tres tipos de hombres acuden a los Juegos Olimpicos.
Los primeros vienen a competir:
son los atletas.
Los segundos vienen a comerciar:
son negociantes.
Pero los mejores
segun Protagoras
son aquellos que vienen
tan solo a contemplar.
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Juan Antonio González Iglesias
Tiene mi misma edad
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Tiene mi misma edad. Es minusválido
psíquico. Ha conseguido
uno de los mejores trabajos de este mundo.
Es jardinero. Cuida
césped, setos de varias
urbanizaciones en
la periferia de Madrid. Se encarga
de regar los fragmentos
del paraíso próximos a casa.
Cuida cipreses rotos. Un poeta
de veinte años diría
que es el auriga del amanecer.
Hablaría de caballos,
del devenir silente de las cosas.
El desprecio del oro
podría ser emblema
de este hombre libre que no necesita
emblemas.
Trata directamente con la tierra.
Dialoga con el sol de tú a tú.
Virgilio en la Geórgica segunda
lo llama afortunado.
Yo aquí canto
que desconoce la mordedura
de la envidia. Que está
lejos de los jerárquicos, ajeno
a la soberbia de los sabios,
como quiso Francisco
de Asís. Que su paciente
azada es medicina contra la melancolía.
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En la entrevista balbucea respuestas
tímidas. Del trabajo, lo que menos
le gusta: Madrugar.
¿Lo que más? Conducir la podadora
sobre la hierba.
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( Juan Antonio González Iglesias. Un ángulo me basta.)
You light up my life
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Aristóteles dice: un cuerpo bello
debe ser percibido en su totalidad.
Así te vi llegar esta mañana.
Venías de correr una hora en bici
por la orilla del río. Te duchaste.
Estuvimos nadando juntos. Varios
largos en la piscina transparente.
Nos amamos después, enamorados
de ser distintos y de ser iguales.
Por la tarde estudiabas o leías.
Te vi algunos instantes. Pero ahora
que duermes a mi lado respirando
desnudo en el calor de junio, a oscuras,
creo que el filósofo no se refiere
sólo a la epifanía en el espacio,
al golpe único de la materia,
sino también al cuerpo hecho de tiempo,
a la suma sencilla de momentos
que queda para siempre en el registro
general de los días de este mundo.
Aristóteles dice: un cuerpo bello
debe ser percibido en su totalidad.
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Juan Antonio González-Iglesias