Decía ser capaz de tener "todos los hijos de la Tierra" ("Los hijos infinitos", 1959), vivía una profunda identificación con la venezolanidad y ostentaba un humorismo ágil que le hizo ganarse incluso alguna reputación en medio del parlamento venezolano, donde llegó a enarbolar harto elocuentes pero jocosos discursos impregnados de crítica social.