Espera, no te vayas.
Reclínate en la felpa de mis sueños,
y con unción sagrada
escruta en el horario del silencio.
Va a comenzar la danza;
la bailaré de espaldas al destino,
con los ojos azules de imposible
y abierto en hilos el lagar del alma..
Ondularé sobre el calor de todas
las bocas que durmieron su quimera,
en la ternura de mis labios,
y en la ceniza de los besos idos
como una sombra posaré mi planta,
mientras mis brazos ávidos de altura
rozarán tu pasión como dos alas.
Irán cayendo en tu estupor mis velos:
primero el amarillo de mi angustia,
el desteñido de mis horas idas,
el rojo de mis cálidas palabras,
el lila de mis sueños imposibles....
Y ante tus ojos surgiré tan blanca,
como la leche tibia de mis senos.
Habrá un perfume tenue de desnudez.
Luego, de sombras leves
se poblará la penumbrosa estancia;
y tú, el de la boca oscura de placeres,
el de las manos hondas de caricias,
me seguirás con el deseo mudo,
me beberás con la sonrisa casta,
y al fin caerás ante mis pies ligeros
con la sierpe del cuerpo encadenada.
Habrá un chisporretear de pebeteros,
y alargarán las sombras
sus caderas morenas:
yo seguiré mi danza,
sobre tu mismo alelamiento,
sobre tu propia alma,
hasta caer de espaldas a la vida
en la puerta sin fondo del misterio...
Bajo las luces pálidas del día
te encontrarás mirando al infinito,
y oprimiendo con manos angustiosas
una mujer dormida, con el sueño
que abre los ojos turbios de la vida,
sobre la eternidad de las estatuas.