Fuente: http://www.metro.pr/blogs/opinion-un-chinchorro-para-la-poesia/pGXoan!FGDwoB6v5rCJ/
Apostaste con el fotógrafo a que, por la lluvia intermitente que mojaba aquella noche de octavitas, los poetas se rajaban.
Que, como lo de esa gente melancólica es cantarles a la fragilidad de la vida y a las señoritas bellas, los muy delicados iban a suspender el recital "20 poetas en la 20: poesía pal'barrio", pautado para comenzar a las 8:00 p. m. en plena calle, frente al chinchorro La Grilla, ubicado en el cruce de la Fernández Juncos y la Hipódromo, a la altura de la parada 20 de Santurce.
Pero perdiste la apuesta. La intuición del fotógrafo pudo más que tu prejuicio. Cuando llegaste a esa parte del barrio, donde el diablo se pegó tres gritos después de haberse afilado los colmillos tras una cena tailandesa deliciosa en el restaurante Bangkok Bombay y meterse en el cuerpo de un bouncer para obligarlo a convencer a dos chamacos reguetoneros de que dejaran el billar y salieran de Andy's Pub a conquistar nenas hipsters universitarias en el local de al lado, ya la actividad estaba full de poetas y de público.
Eso demostraba no solo la fuerza de cara de aquellos escritores que tan fino hablan, sino también el éxito de la campaña lanzada vía redes sociales por los auspiciadores: el Museo de Arte Contemporáneo (como parte de su Proyecto Santurce: 30 años del MAC en el Barrio), el Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP) y el Festival de la Palabra.
Al primero que escuchaste recitar fue al poeta Urayoán Noel, exiliado en el Bronx desde hace años, un barbudo con flow de performero noventoso, doctorado en Literatura y boqueta de predicador pentecostal que anuncia el rapto, lo único que como si fuese un dandi francesito con conocimiento profundo de las décimas de Davilita.
A Ura se le enchumbaba la camisa mientras declamaba con pasión aquel poema difícil, compuesto por una sola vocal (la O), debajo de aquel aguacero, y tú pensabas en la posibilidad remota de que aquellas palabras cultas, entremezcladas con términos "cafrondos", pudiesen servir para apaciguar el "malianteo" o amansar a los guapetones de la urbe.
Aquel dilema se te agudizó cuando Irizelma Robles, inspirada en la experiencia indígena centroamericana, recitó un texto sobre un viaje maya (del amor a la muerte) con reguetón de fondo. Pero las dudas se te fueron disipando durante la intervención de Mayra Santos, quien leyó algo de su libro titulado Tercer Mundo, aludiendo a nuestras circunstancias: aquí estamos atrapados entre la necesidad de simular el bienestar y permanecer siempre en la búsqueda.
Esclarecida la paradoja en plena cuneta por Mayra, quien es la autora de la novela sobre la historia queer de la parada 15, Sirena Selena vestida de pena, entonces se decretó un intermedio musical a cargo del cantautor Luis Rodríguez, que aprovechaste para degustar un portorican anise o chichaíto, al tiempo que de todos los flancos te ofrecían pinchos de marlin con tostones y mucho pique.
Pero el plato fuerte lo sirvió al final el cantante y bailarín Lío Villahermosa, sin que la repartición de un asopao le causara ningún estrés al improvisar un set de bomba, contestando preguntas al ritmo de los tambores con el pie forzado "por qué, por qué"; sin duda la tremenda incógnita de cómo fue que 20 poetas burgueses se inspiraron en la inconmensurable belleza bestial barriobajera de La Grilla.