Fuente: http://www.elcolombiano.com/recorrido-en-letras-por-la-memoria-XB2517563
Lo primero que hay que hacer es observar esa fotografía en blanco y negro en la que están tres muchachas jóvenes. Entonces empieza Dime si en la cordillera sopla el viento, la novela más reciente del escritor bogotano, y también economista, Samuel Jaramillo.
Un tema importante en este libro es la memoria...
“Digamos que la novela cuenta una serie de cosas precisas, trata de reconstruir una serie de acontecimientos, algunos personales, otros de una dimensión más macrosocial, pero, por supuesto, uno de los temas es, por un lado cómo se construye la memoria colectiva, y por otro, cómo se construye el texto literario. En ese sentido tiene un componente muy característico de la etapa actual de la literatura, en la que no solo se cuentan cosas, sino que se reflexiona sobre cómo contarlas y el sentido de esa reflexión. En la novela está pensado que el narrador trate de reconstruir todos unos antecedentes, no necesariamente con una pretensión de exactitud, sino que trata de reconstruir el sentido mismo, y de qué se nutre. En buena parte de cómo las familias, las personas van edificando una serie de referentes que son útiles para vivir. Este personaje, precisamente, adapta esas cosas o trata con esos distintos fragmentos de ir ensamblando, ir reconstruyendo y construyendo un discurso que tenga sentido, y ahí está la otra parte del asunto, cómo los organiza”.
El narrador le está contando directamente al lector...
“Ese es un mecanismo importante y deliberado. En general hay muchas otras opciones. Un narrador que cuenta, omnisciente, con el que la relación con los personajes es poca. Aquí hay una cuestión y es que se trata, por un lado, de involucrar al lector, de ayúdame a interpretar esto, usted qué piensa, y por otro lado con los mismos personajes. El narrador en cierta manera dialoga con ellos, los involucra. El final está pensado como una despedida a cada uno de los personajes, se les acompaña para que salgan de la escena. No son unos personajes que ya murieron, sino que son unos actores que hacen parte de esa narración”.
La violencia es también tema. ¿Es difícil no hablar de ello en este país?
“Ahí hay una discusión interesante. Vivimos en un país donde objetivamente hay mucha violencia, entonces hay dos opciones, los escritores o las personas tienen que asumir ese problema con responsabilidad, o, como dicen otros, por qué solo la violencia. Así, mientras hay unos que son obsesivos y solo hablan de la violencia, hay otros que quisieran no tratar de hablar de ella. Esa es una dicotomía muy importante para nosotros como cultura colombiana, y que al mismo tiempo no tiene una salida fácil. En la novela se intenta mostrar esas dos opciones. Por un lado, esa familia durante toda esa primera fase, que tiene otras contradicciones, y está tratando de controlar la exclusión de las oligarquías provincianas que son mezquinas y tremendas. Ahora bien, la llamada violencia con V mayúscula de esa época, no empezó el 9 de abril cuando mataron a Gaitán, sino que venía diez o quince años antes, y acumulándose. Esta familia intenta negarla, es decir, minimizarla, es una cosa que pasa por allá muy lejos, eso no nos va a pasar a nosotros, y finalmente sucede, y los golpea. Hay allí un alegato de uno de esos personajes y es que él dice, tratar de seguir viviendo normalmente y no responder solamente a la violencia, también es una manera de confrontarla. Porque es que los violentos realmente quieren es que solo se piense en la violencia, que todas las acciones de los otros tengan que ver con sus acciones de matar o no matar, esas cosas. De pronto nosotros tenemos que pensar en la violencia, pero también en otras cosas. Ahora, que no se hable de la violencia, y se ignore, tampoco, porque eso es una cosa importante que hay que abordar”.