Fuente: http://www.lmcordoba.com.ar/nota/179405_mudar-el-habla
El poemario está constituido por tres apartados que configuran las miradas del habla en tanto esta se hace cuerpo sonoro de un yo poético que se oculta tras la maraña claroscura de la palabra. Los apartados son "Mudar el habla", "El cuerpo deportado" y "Post-humo".
Griselda recorre como una poeta mendicante las sendas para atravesar el cuerpo como vastísimo territorio literario, histórico, filosófico, hasta sicoanalítico. ¿Qué otro motivo más potente posee la cultura argentina hoy para provocar a la poesía? Estamos hechos de cuerpos... de los presentes, de los ausentes, de aquellos que buscamos, de la sangre, del aliento amoroso, de lo que soporta, de lo in-soportable, de la tradición literaria frente a la cual Griselda se monta en un abanico que va desde la tradición medieval hasta el surrealismo y el neobarroco.
Vástago y mendigo de la palabra, el cuerpo sonoro de la poesía de Gómez invita a leer "Mudar el habla" en la potencialidad significacional que implica el pespunte, es decir, letra por letra, verso por verso; y en este cintureo es posible reconocer los caminos de nuestra mejor poesía, más precisamente a "Valer la pena" de Juan Gelman y los susurros de Alejandra Pizarnik. Mudar implica cambiar y al mismo tiempo callar, enmudecer... pero allí donde en apariencia hay silencio hemos de reconocer el habla ubicada en los pliegues de la mudez, en los cambios de tono con los cuales la cadena de versos invitan al lector a recorrer el cuerpo. Los epígrafes de César Vallejo, René Daumal y Edgar Allan Poe son las tanzas arrojadas para leer en espejeo los textos de Gómez. Más que citas literarias estos injertos que inter/vienen su poesía, son ojos para mirar/se en el cuerpo (no sólo literario) de estos autores. La palabra, el grano de la voz barthesiano, es "tridente", pócima abismal como es el proceso de significación en la poesía de Griselda.
Finalmente, mi ojo lector se detiene en la fecha "2012-2013" de "Mudar el habla" y pienso que la notación temporal es un ordenamiento del corpus último de la poeta. Sin embargo, he recorrido la obra anterior de Griselda Gómez en la cual el cuerpo emerge y mi ojo lector escucha en Mudar... otro tono; no menos político ya que no hay cuerpo que no lo sea. Leo el bordado de la intensidad del habla, hecha de un grito, de un jadeo más íntimo desde donde también interpela al cuerpo social. Así, mi cuerpo atravesado por "Mudar..." se abandona a la imagen del torrente (¿sanguíneo?) y al abismo.
GRISELDA GOMEZ