Fuente: http://www.elpais.com.co/elpais/cultura/noticias/para-sirve-poesia
La poesía, dice el poeta Nelson Romero, es algo así como tener un hijo paralítico.
- Hay que trabajar para ayudarlo a sostenerse o sino se muere.
Enseguida advierte que aunque la mayoría de sus libros han ganado premios, él nunca ha pretendido vivir de escribir versos. Su obra ‘Música lenta’, por ejemplo, acaba de obtener el Premio Nacional de Poesía 2015; ‘Bajo el brillo de la Luna’, otro de sus libros, se llevó el premio Casa de las Américas entregado en Cuba, también este año.
- Cuando publico libros, los regalo. Me da vergüenza venderlos. Es que uno no puede vivir de algo tan inocente como la poesía. Yo he trabajado toda la vida.
Nelson nació en Ataco, un municipio del Tolima atravesado por un río “bastante navegable”, y efectivamente ha trabajado toda la vida. Actualmente es profesor de la Universidad del Tolima y durante muchos años asistió puntualmente a un juzgado en calidad de escribiente judicial.
Lo de ser poeta fue algo que se dio natural, espontáneo, un proceso autodidacta. Nadie lo influenció para que se dedicara a escribir. Ni siquiera vio a sus padres leyendo un libro. Don Gonzalo Romero era campesino, pescador, al igual que doña Ligia Guzmán, su mamá.
Aunque tal vez crecer en medio de la naturaleza despertó en Nelson la sensibilidad de poeta, quién sabe. Él asegura que su infancia fue feliz, “idílica”, al lado del río, los bosques, los animales, un contacto permanente con la tierra.
- Realmente yo me inicié como poeta en mis épocas de estudiante, con las lecturas que hacía en la biblioteca municipal y en la biblioteca de mi colegio Martín Pomala. Yo leía principalmente poetas latinoamericanos como las antologías de la poesía colombiana o autores clásicos como Porfirio Barba Jacob, Aurelio Arturo, Guillermo Valencia. También leía la poesía latinoamericana más difundida en ese momento como los versos de Pablo Neruda. Leía lo que tenía a mi alcance. Pero con los años inicié una búsqueda personal de los poetas de la generación del 27 y poetas ingleses.
¿Qué lo atrajo de la poesía? Se lo pregunto porque es extraño que un lector se inicie leyendo versos.
Es muy difícil dar una respuesta del por qué uno lee poesía, pero la verdad es que cuando empecé a leerla me identifiqué con el lenguaje, las atmósferas, los ritmos, me identifiqué con el género. Pero realmente yo no empecé escribiendo poesía. Yo empecé como lector de poesía, que es distinto. Al tiempo escribía cuentos. Empecé escribiendo relatos breves, influenciado por mis otras lecturas: García Márquez, Eduardo Caballero Calderón, Fernando Soto Aparicio, Rulfo, Cortázar...
¿Y qué pasó con esos textos?
Todo se perdió en cajas. Yo no recuperé nada, porque consideraba que esos textos no tenían ningún valor. Tampoco mis primeros versos, que estaban condicionados por la emoción que sentía por la poesía. Era una poesía muy orientada por la tradición, el soneto, el cuarteto, la rima, una poesía muy dulzona, muy de la naturaleza, de la intimidad.
Fue después de un trabajo arduo de muchas lecturas cuando hice una ruptura con la poesía tradicional. Me costaba entender por ejemplo cómo autores como César Vallejo escribían sin rima. Para entenderlo, el Magazín Dominical de El Espectador fue muy importante. El Magazín, dirigido por un poeta, Juan Manuel Roca, nos empezó a presentar autores nuevos tanto de la poesía latinoamericana como de la inglesa, nos descubrió nuevas tendencias del lenguaje.
¿Cuántos años tenía cuando hizo esa ruptura con la poesía tradicional?
Entre 18 y 20 años. Mi primer libro, ‘Días sonámbulos’ (1988), representa esa ruptura. Desde entonces he venido haciendo búsquedas diferentes en mis libros de poesía. Permanentemente estoy explorando los temas. Por ejemplo hice una trilogía sobre pintura, también un libro a partir de los insectos, y actualmente me estoy aproximando a los bestiarios.
También exploro el lenguaje y todas sus posibilidades como la parodia, la ironía, el humor, hago juegos con el lenguaje periodístico, con la crónica negra. Juego también con los ensayos, con formatos como la carta, los diarios, la música. Yo pienso que a la poesía hay que hacerla respirar a través de otras formas, otros recursos como, incluso, la burla.
¿Cómo se inspira un poeta?
En parte hay una necesidad casi vital de querer escribir. Una necesidad de expresión que no es forzada. Eso se da en todo creador sea en pintura, en música, en literatura. La inspiración surge de la necesidad de expresarme.
Y uno escribe impulsado por esa necesidad a veces de manera espontánea, otras veces de forma premeditada. Pese a que he trabajado toda la vida, siempre he escrito. Nunca he tenido pretextos para no hacerlo. Sin embargo no soy un escritor profesional en el sentido de que me dedique exclusivamente a la literatura, vivir de lo que escribo, no, sino por el contrario, trabajo para ella. Al tiempo que escribía, trabajaba en la rama judicial o en la docencia. La literatura siembre ha sobrevivido a mi lado.
¿Y cómo es ser poeta en un país como Colombia? De Música Lenta, por ejemplo, su libro galardonado por el Premio Nacional de Poesía 2015 otorgado por el Ministerio de Cuktura, solo hay 200 ejemplares...
En Colombia y en ningún lugar del mundo se vive de la poesía. En la historia de la literatura la poesía siempre ha sido un género menor si uno lo compara con la novela, que tiene mucho más lectores y es más rentable para las editoriales. En cambio no hay muchos lectores de poesía en Colombia, quizá por las mismas exigencias del lenguaje. Pero hay lectores, en todo caso. Además, la poesía no necesita de miles de tirajes ni de miles de lectores para justificarse.
De otro lado la poesía no se promociona como si lo hace la novela. Hay una industria, un mercado, que le apuesta a autores de novelas que publican cada año como si produjeran una marca. La poesía en cambio requiere un lector más concentrado, atento, con los sentidos abiertos, no consumidores de libros que aparecen y que en muy poco tiempo desaparecen.
Usted contaba en una entrevista que escribía demasiado para publicar muy poco, por cierto.
Así es. Yo no publico todo lo que escribo, porque terminaría publicando mucha basura. Cuando estoy escribiendo, no sé si realmente ese libro que estoy escribiendo sea publicable o no. Después de terminar el libro sigue un trabajo de examen muy minucioso, de muchas lecturas, de mucha selección. Además yo escribo dos libros a la vez y puedo creer que terminé un libro y comienzo otro. Realmente soy un poco desordenado en ese sentido.
Y sin embargo la mayoría de los pocos libros que publicado han recibido premios...
Los premios son importantes porque a partir de ellos se logra publicar la obra, estimulan la creación, pero no siempre definen la calidad de un libro. Hay muy buenos poetas que no envían nunca a los concursos, pero que pueden ser mejores a los que han ganado premios. Y además los premios son de cierta manera azarosos.
Hablemos de Música Lenta, galardonado por el Premio Nacional de Poesía 2015. ¿Por qué esa alusión a la música?
El sentido del libro es un poco paradójico. La alusión a la música tiene que ver principalmente con la violencia: el estruendo, lo explosivo, una poética de lo oscuro. Hay poemas alusivos a este tipo de música que es como el estruendo de una bomba o la descarga musical de un fusil. También hay textos alusivos con la escritura misma, el acto de crear. Y la otra parte del libro es una poética de la desaparición, lo fantasmagórico, el desplazamiento, el viaje. La tragedia, de alguna manera, está presente en estos textos.
Y aquello, ¿para qué? Finalmente, ¿para qué sirve la poesía?
En un sentido practico, yo diría que la poesía no sirve para nada. Estamos dentro de una sociedad cada vez más pragmática, estadista, que exige resultados en la empresa, en el colegio y la universidad, en la familia, una sociedad que educa para la competencia. En ese contexto los poemas no tienen utilidad alguna. Pero sí pienso que la poesía sirve para acercarnos más a una relación más estrecha de sensibilización frente al mundo. Es un oficio que nos humaniza, nos transforma, y esas han sido también las funciones de la literatura.
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