Fuente: http://eldia.es/agencias/8226087-POES-G-CIVIL-Soportar-noche-poemario-guardia-civil-vencer-oscuridad
Apartar al poeta para vestirse de verde". Como expresa uno de sus versos, esto es lo que hace David Minayo antes de ponerse su traje de guardia civil para cumplir con su trabajo diario. Después, por la noche, aparece de nuevo el poeta para ganarle la partida a la oscuridad de la noche.
Minayo (Madrid, 1981) acaba de publicar su segundo libro, "Soportar la noche", que recoge 65 poemas más "existenciales" y más "filosóficos" que los otros 68 que incluyó en su primera obra, "El amor en tiempos de los desguaces de coches", influidos ambos por la corriente de la "poesía de la experiencia" de autores como Luis García Montero o Benjamín Prado.
Precisamente, el libro, editado por la colección Baños del Carmen de Ediciones Vitruvio, está prologado por Prado, quien ve en Minayo un poeta "con buen gusto en la mirada" y "habilidad en las manos". La primera cualidad sirve para "lograr ver lo que no puede pasarse por alto; la otra, para contarlo de manera que no se nos olvide".
Y eso es lo que quiere conseguir con su libro esta "voz nueva", y, sobre todo, "distinta", como define Benjamín Prado a Minayo, quien, en una conversación con Efe, reconoce que en muchos de sus poemas el lector puede verse reflejado.
Sobre todo aquel que, como el autor, siente desasosiego por la noche, cuando "se desata la pena" y se necesita "sacar todo lo que se tiene dentro". Es entonces cuando Minayo tiene que levantarse y escribir para "soportar" las horas más oscuras.
Poemas de desamor -el sentimiento que marcó su primer libro- se mezclan en "Soportar la noche" con otros que hablan de la muerte y de la vida, que evocan a personas muy queridas para el autor, como su propio abuelo, o que nos recuerdan que hay respuestas que jamás encontraremos en Google.
Una poesía moderna, libre, urbana con la que Minayo busca al lector para que se vea reflejado en ella. Con la que quiere que se produzca la "catarsis"de la que hablaba Aristóteles, confiesa.
Apenas un puñado de las palabras que salpican sus versos recuerdan su otra profesión, la de un guardia civil destinado ahora a la vigilancia exterior de la cárcel madrileña de Soto del Real.
Dos vocaciones que, como ha reconocido alguna vez, están separadas por una línea muy marcada. Y si ser poeta le permite sacar lo que tiene dentro, ser guardia civil "sacia" su "hambre de movimiento", de "estar al pie del cañón, de ayudar a la gente".
Es entonces cuando Minayo, "un hombre/ que ya no sabe de nadie/ que se amotina en sí mismo/ y aparta al poeta/ para vestirse de verde", deja la pluma y se coloca el tricornio.