Fuente: abc.es
Pocas veces la lengua castellana tuvo un Cupido como él, un ángel debido al amor, siempre tan sencillo y claro que García Lorca decía de él que escribía un género verdaderamente especial, las prosías. Sus razones de amor, su voz a ella debida, su teatro tan poco conocido, sus estudios y ensayos, su pasión por aquella estudiante norteamericana que le hechizó el corazón en la Residencia de Estudiantes en 1932, aquella Katherine Prue Reding, aquel exilio del que nunca pudo regresar, la Patria al otro lado del Atlántico, y el aula en aula, de lección en el lección por los Estados Unidos.
Pedro Salinas, arquitecto de un hermoso edificio tantas veces construido silva a silva, Pedro Salinas, la presencia un poquito más mayor del 27, maestro del hipocondríaco Cernuda, adalid de aquel pastorcillo de Orihuela llamado Miguel. Pedro Salinas, como el jenial Juan Ramón al que siempre admiraría a pesar de los pesares, a pesar de los discutires, a pesar de que el Nobel cambiara en una ácida broma el «La voz a ti debida» por un «La voz a mí debida», Salinas como JRJ, no paró de escribir apenas un solo día de su vida. Ahí están sus libros, pero como es habitual en el oficio de poeta muchos de sus versos acabaron durmiendo en escondidos cajones, traspapelados los unos con los otros, dispersos.
Letra endiablada
Ciento cuarenta y dos de estos poemas inéditos han sido reunidos en «Poesía inédita» (Ed. Cátedra) en una rigurosísima edición de Montserrat Escartín Gual, catedrática y experta en la obra de Salinas. Escartín también es la autora de la exhaustiva y esclarecedora introducción. Sin duda, un trabajo de edición muy complejo. «Ciertamente –explica Montserrat Escartín–, el obstáculo más importante ha sido descifrar la caligrafía del autor, cuya endiablada letra ha convertido la transcripción en un constante ejercicio de paleografía.
Otra dificultad ha sido la consulta de los manuscritos en distintos archivos; el principal, en la biblioteca Houghton de Harvard, donde se custodia el legado de Salinas. Más allá de la caligrafía y la distancia, los frágiles soportes materiales donde fueron escritos los inéditos, la ausencia de datos para fechar los poemas, y la mala catalogación de los manuscritos han convertido su publicación en un apasionante desafío».
Cantidad y calidad
La editora aporta más detalles. «Como en La carta robada de Edgar A. Poe, los inéditos de Salinas siempre estuvieron ahí, ante los ojos de los investigadores, siendo la hermética caligrafía del poeta lo que ha logrado que pasaran desapercibidos y no se catalogaran. Fue la cantidad y calidad de estos inéditos lo que nos decidió a reunirlos en un volumen. El resultado es una antología de piezas muy diversas: desde esbozos con mayor o menor grado de elaboración a poemas ultimados».
A menudo, Salinas volvía sobre poemas antiguos. Cabe preguntarse si esta actitud guarda algún parecido con la de Juan Ramón Jiménez, que siempre llamó a su creación «obra en marcha». «Creo que la técnica de Salinas consiste más en aprovechar materiales descartados que en corregir una y otra vez la obra ya publicada; aunque, al escribir, sí aplica el mismo rigor que su maestro».
Además de en verso libre, estos inéditos también nos muestran a un maestro en poemas de estrofa clásica, con rima. «La opción de Salinas por el verso libre es muy temprana y se mantiene en toda su producción –continúa Escartín–, lo cual no impide que, ocasionalmente, elija la estrofa, caso de siete sonetos descubiertos o la presencia del isosilabismo. Sorprenden algunos poemas muy breves, en la línea de la poesía gnómica; y, en menor número, otros con largos versículos, de 20, 23 ó 26 sílabas en su etapa final, que obligan al estudioso a plantearse si eran indicios de un acercamiento del autor hacia el poema en prosa, experimentos de métrica o simples tanteos descartados».
Trascendencia y soledad
Se suele tener a Pedro Salinas por un poeta del amor, pero estas poesías nos hablan de muchas más cosas, de su trascendencia, de la soledad, de la incomunicación, de las dudas existenciales, incluso encontramos un desgarrador poema dedicado a la guerra, como «¡Oh, vosotros, hermanos!» «Este es uno de los atractivos para el lector: descubrir en los inéditos la presencia de temas nunca tratados por Salinas en su poesía publicada, como la llegada de los nietos; la enfermedad invalidante; el desarraigo; la realidad de la vejez; y otros, que le llevan a especular sobre el sentido de la vida o a meditar sobre la figura de Dios, motivo ausente en su poesía impresa. Para los estudiosos, en concreto, el libro reúne rasgos muy impropios del estilo de Salinas que obligará a revisar mucho de lo escrito sobre su poesía».