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Paisajes de Ostende a Río

Fuente: revistaenie.clarin.com/

No sin nostalgia, aunque esquivando sus oleadas para que no la asfixien, Laura Haimovichi hace en Agua en la luna (Catálogos) algo así como un balance de lo andado, traza una suerte de mapa en el que va pinchando alfileres de colores como quien marca el itinerario de un viaje, los puntos de interés, los miradores de altura para una fotografía panorámica.

Cuatro capítulos que son, en realidad, cuatro escalas para un mismo destino: el disfrute del camino. Buenos Aires, Ostende, Montevideo, Río de Janeiro. El río y el mar como horizonte, el agua, única constante.




Los collages de Adolfo Nigro acompañan el ritmo de los textos poéticos de Haimovichi como el paisaje desde las ventanillas del tren cambia conforme se avanza. No es la primera vez que trabajan juntos, lo habían hecho en dos libros anteriores Broderí y De par en par , y logran aquí un diálogo profundo que va marcando, los tiempos y los climas.




Cuando la poesía construye una represa en la que contener el cauce de un caudaloso río, las imágenes de Nigro recurren a los palos de los naipes españoles y echan las cartas de toda una generación sobre la mesa.




“Hermana:/ recién ahora,/ mucho después/ de vivir,/ descubro algunas/ nociones básicas”, dice Haimovichi en el poema ADN en el tramo titulado Buenos Aires, una constante indagación sobre sí misma, con la memoria como arquitecta de un paisaje que de tan transitado se ha vuelto invisible, que es preciso restaurar, colorear y tabicar para que no pierda aquel sentido con el que se lo ha visto por primera vez. “¿De qué se trata/ ir/ conocer mundo/ andar por ahí?/ ¿En qué consiste/ estar?/ ¡Y que es/ elegir permanecer/ el reposar?/ Escucha un tren/ a lo lejos/ un árbol se agita al viento/ su corazón galopa/ Ella abre la puerta/ su intimidad/ la espera/ y va inesperada a su encuentro.”( Incertidumbre ) El tramo Ostende se abre con el poema que da nombre al libro. La autora invoca a los grandes hombres de letras, busca sus huellas entre las aguas: “No llego aún a encontrar las suficientes señales/ pero una vida carente de épica como la mía/ debe esforzarse por alcanzar una imaginación radical/ o inventar una pequeña mitología”. Tal vez allí la clave de este puñado de poemas reunidos en cuatro destinos y tejidos con las agujas anchas de los collages de Nigro.




De Ostende a Montevideo y de allí a Río de Janeiro, el artista utiliza, entre otros elementos, sellos postales: un tero en Uruguay, un pandeiro en Brasil. Cada uno, a su modo, encarna un acto de confianza en que llegará a un puerto donde lanzar amarras.