El presente texto reproduce el prólogo que escribió el periodista y poeta Sebastián Salazar Bondy para la antología Mil años de poesía peruana, que publicó un año antes de su muerte.
En dicha antología, Salazar Bondy recoge textos líricos precoloniales, de la conquista y de la colonia, de la etapa prerromántica y romántica, de la etapa modernista y la contemporánea, desde poetas como Mateo Rosas de Oquendo, Amarilis, Mariano Melgar, Carlos Augusto Salaverry, Ricardo Palma, Manuel Gonzalez Prada, José María Eguren o Abraham Valdelomar hasta poetas como César Vallejo, César Moro, Xavier Abril, Martín Adán, Emilio Adolfo Westphalen, Jorge Eduardo Eielson, Blanca Varela, Washington Delgado, Carlos Germán Belli, Juan Gonzalo Rose y Arturo Corcuera; cerrando con algunos poemas de los, en ese entonces jóvenes promesas de la poesía nacional César Calvo, Javier Heraud y Antonio Cisneros, lo que da clara muestra de la constante búsqueda de nuevas voces en la lírica nacional y el deseo de promoción de su obra por parte de SSB.
Sin duda, se trata de un estupendo libro (algo inhallable en la actualidad) que da inicio a los pocos esfuerzos posteriores por darnos a conocer el legado poético de los peruanos desde las más antiguas épocas precoloniales.
'Noticia'.
Prólogo a Mil años de poesía peruana
Por: Sebastián Salazar Bondy
© Irma Lostaunau y
Ximena Salazar Lostaunau
Crédito de la foto: © Mario Pera
Es un lugar común encabezar las antologías afirmando en cada caso que se trata de una selección en la que necesariamente ha prevalecido un criterio subjetivo. Como esto es, en el caso presente, tanto o más cierto que en otros, valga aquí dicho achaque antes como mérito que como defecto. Hemos espigado de la poesía peruana, desde su milenario fondo quechua, algunas de las páginas que de modo particular más apreciamos. De tal suerte que este libro es fundamentalmente una antología personal.
Hecha la advertencia, huelga prevenir al lector de que los criterios que han guiado la elección son varios y disímiles. En algunos casos la elección obedeció a una circunstancia ocasional, en otros a un singular valor poético, en muchos a la representatividad del poeta en su época o del poema en dentro de una obra. En fin, no es la presente, de ningún modo, una colección de poetas y poemas reunidos de acuerdo a un invariable canon.
A propósito de la poesía peruana y en el comentario a un volumen antológico, L. A. Sánchez dijo que de la lectura en secuencia histórica de nuestra creación lírica se desprende que es el tono gris el que en ella predomina. Puestos a colorear las características de un género literario, la tinta que el doctor Sánchez ha elegido parece efectivamente corresponder al fenómeno al cual califica. Pero conviene definir de otra manera esa presunta grisura. La poesía peruana es de tono menor ―entendida la palabra en su acepción musical, sin asomo, contra lo que muchos a veces interpretan, de desmedro cualitativo―, es decir, melancólica y aquejada de nostalgia. Poesía en general romántica, la de los poetas peruanos ha sido y sigue siendo, salvo muy pocas excepciones (algo de González Prada, bastante de Parra del Riego), ajena al artificio formal, a la equilibrada composición clásica. Pero la pasión o el sentimiento tampoco suelen en ella excederse. Un freno espontáneo le impide os grandes desbordes.
La tradición poética peruana arranca de muy antiguo. Los cronistas consignan cánticos y oraciones prehispánicos y en el floklore perduran joyas de un delicado cancionero erótico y campesino, cuyas traducciones al español han influido en los poetas cultos desde los tiempos de Mariano Melgar. En la actualidad, el incremento de las versiones castellanas de la literatura autóctona, están dejando una huella visible en la obra de los más jóvenes. Se transmite, salvando los siglos, un tono. Precisamente el tono triste y sentimental a que aludimos. Este viene, pues, desde lejos, desde muy lejos.
El advenimiento de la poesía española se produce por la vía popular. El capitán y el soldado de la conquista saben coplas y romances, y los adaptan a los sucesos de la campaña que libran. La otra, la poesía culta, al itálico modo, arribará después e irá a parar a la Universidad, a la Corte, al cenáculo literario. Entonces será tedioso, vacuo gongorismo. Mas la fresca corriente callejera continuará su curso en la letrilla y en el más animado verso burlesco y circunstancial, y ello tan proficuamente que llegará a confundir a los críticos maníacos, quienes habrán de creer, con simpleza, que la sátira es congénita al temperamento nacional.