Fuente: lavanguardia.com
La destrucción o el amor. Este es el título que catapultó a la gloria literaria al poeta y Premio Nobel sevillano Vicente Aleixandre, por el que obtuvo el Premio Nacional de Poesía. Pero nadie hubiera dicho que, después del amor, efectivamente, la muerte espera. Y al sector editorial, especialmente, se le vela como si ya estuviera en un cementerio. En el 2012, se dieron de baja del Gremi d’Editors de Catalunya 17 editoriales. La mayoría de ellas, por asfixia económica, como DVD Ediciones.
“Nosotros resistimos porque hemos bajado los precios de venta al público, y porque hacemos primeras tiradas reducidas, realistas”, se convence el fundador de Ediciones Carena, José Membrive, con más de 20 años de profesión a sus espaldas y que trabaja con la fórmula de la coedición.
Los depósitos de libros de las editoriales que caen se compran a precio de saldo por empresas que buscan en la reventa un medio para sobrevivir. “Un destino habitual de los libros descatalogados es su venta en los mercados de viejo, como libros de ocasión”, refiere el secretario general del Gremi d’Editors de Catalunya, Segimon Borràs.
Los anuncios por internet proliferan. Por ejemplo, en la sección de clasificados de Eavisos.es: “Vendo libros sobrantes de stock editorial. Nuevos. Interesante para librerías sin contrato con distribuidoras”.
La empresa Torradas Dixtor S. L., especializada en “libros de oferta y restos de edición”, lleva tres generaciones impregnándose los dedos de tinta. “Nosotros compramos el sobrante de las ediciones. Nos hacemos con el stock de pequeñas y medianas editoriales: en general, son palés enteros, adquisiciones que van de los 500 a los 5.000 libros. A un precio mucho más barato, los vendemos a clientes especializados, que pueden ser o no libreros. Por lo general, se trata de feriantes o comerciantes del libro de ocasión”, resume Javier Torradas, realista y paciente. Su agenda es una tableta de tapa roja.
Torradas se sienta en su silla, en un espacio muerto en el vértice de los dos pasillos de su almacén, y se coloca los dedos en el entrecejo, masajeándose, cavilando: “Con la crisis económica, las editoriales nos ofrecen más productos. Las pequeñas cierran, y nosotros compramos su fondo. En los últimos meses, he comprado el catálogo entero de tres editoriales que han echado el cerrojo: Crónica Editorial, Styria y Zendrera Zariquiey, que han acabado en suspensión de pagos, sin poder saldar sus deudas. Me decían: ‘Las distribuidoras nos han arruinado’”, las exonera Javier, consciente de que más de la mitad del valor del libro queda en manos del mensajero: hasta un 60% (si un libro vale 10 euros, 6 euros son para el distribuidor).
El material que no consigue colocar Javier Torradas, se destruye: “Llamamos a empresas especializadas, en los polígonos industriales. Nos dan 80 euros por la tonelada de libros (unos mil libros), con el que harán papel para prensa”, calcula. Y el fondo editorial que sobra, a la trituradora. Los libros que los intermediarios no han podido colocar se prensan para hacer pasta de papel con la que editar más libros que, a su vez, tras la búsqueda infructuosa del amante lector, acabarán siendo destruidos.
Cristian Martínez, relaciones públicas de Saica Natur, en el polígono industrial de la Zona Franca de Barcelona, pone la puntilla a las ediciones que en su día fueron novedades: “Los libros llegan a nuestra planta directamente de editoriales o entidades que hacen limpieza. En función del tipo de libro, se mira de separar lo que es la propia tapa de las hojas del libro”.
Continúa Martínez: “Una vez segregados, se pasa a embalar las distintas calidades de hojas y tapas. Tras el proceso de embalaje se obtiene una bala de una calidad determinada, que se guarda en el almacén hasta su venta a papeleras. Las balas llegan, finalmente, a estas fábricas, donde, a través del pulper, hacen la pasta para el reciclado del papel”.
La paradoja es que el libro en papel va a la baja y, por el contrario, el número de lectores aumenta. En el conjunto del Estado español, en el 2010: 59,8% de lectores; en el 2011: 61,9%, y en el 2012: 63%.