Fuente. http://www.el-nacional.com/opinion/Libros-Arnau-Pons_0_739126165.html
Arnau Pons (1965) asume una posición: entre las interpretaciones que han circulado, la lectura de Paul Celan entraña una responsabilidad: hay que leerle a partir de su historia personal y de los hechos involucrados en la creación de cada poema.
La lectura desprovista de referencias, la lectura cándida o la que se hace para proyectarse uno mismo en cualquiera de sus poemas, se asocian a este riesgo: perder el sentido del poema. No basta con reconocer que se trata de una poesía compleja: no es posible dejar a un lado al hombre que perdió a sus padres en un campo de concentración. Leer a Celan es ingresar a un tupido campo mental que exige ser descifrado. En cierto modo, Arnau Pons proclama mucho más que un método de lectura: una disposición al poema, algo que puede decirse así: una ética: “Hay que dejar que los textos hablen por sí mismos, en lugar de proyectar en ellos las expectativas o las experiencias que uno tiene”. A Celan no se le puede leer separado de su contexto, de su experiencia.
Celan, lector de Freud (Editorial Herder, México, 2015) no solo debate las interpretaciones (por ejemplo, las de Gadamer o de Felstiner), también el modo en que Celan ha sido traducido a nuestra lengua (a lo largo del volumen, explica sus reiteradas discrepancias con José Luis Reyna Palazón, traductor de las obras completas publicadas por la Editorial Trotta). Pons, poeta, traductor y afinado descifrador de la obra de Celan (y, además, especialista en los especialistas en Celan), traza algunas de las fuerzas constitutivas de su poesía: su carácter contradictor (“indaga en los textos de la tradición alemana un cierto gusto por la atrocidad y la preparación del horror”); su denuncia de lo que ocultan los lenguajes sacros y teológicos; su asociación irreducible con la realidad del exterminio del pueblo judío (“Celan habla siempre de Auschwitz, incluso cuando no es evidente”); la posibilidad de que sus poemas puedan leerse como anotaciones de un posible cuaderno autobiográfico, autorretratos, algunos de ellos cargados de ironía; su condición judía, derivada sobre todo de sus poemas (“el poema ‘Fuga de muerte’ es una condena sin paliativos del esteticismo alemán”); su propia poesía como herramienta hermenéutica –esta idea de Pons me resultó fascinante–, poemas como ejercicios de interpretación, lo que alcanza a su propio trabajo creador (“Celan en su poesía se desdobla en analista y analizante”).
El volumen reúne, además de una conferencia que Arnau Pons dictara en el año 2003, en la que compartió su lectura de cuatro poemas de Celan donde gravita la figura –la interpretación– que el poeta hiciera de Freud, la transcripción del intercambio posconferencia con el público que asistió a la misma, así como una entrevista que Pons y Patrick Llored le hicieron a Jean Bollack, celaniano de reputación mundial, en el año 2001. Al lector que ha luchado con Celan, que ha intentado encontrar rendijas por las cuales colarse hacia el sentido de sus poemas, este Celan, lector de Freud ha de resultarle un libro conciliador y necesario.
NELSON RIVERA