De manera inusitada, Luis de la Paz transformó su actividad como entrevistador de las “Tertulias de los Viernes” en el Centro Cultural Hispano de las Artes de Miami en una confesión en primera persona de José Abreu Felippe. De la Paz pasó a convertirse en el fotógrafo y camarógrafo que este amigo siempre ejerce en esta serie de los terceros viernes de mes.
Quien hasta ahora ha sido más conocido como periodista, narrador y dramaturgo se nos reveló a los asistentes como un fino poeta de alma tierna, esperanzada o desesperada, que sufrió el exilio en España primeramente, donde publicó y fue galardonado, y después ha seguido en su actividad como escritor en Miami. Toda mi poesía fue el título de su presentación y de hecho adquirimos sus libros allí mismo, Orestes de noche (Madrid, 1985), Cantos y elegías (Madrid, 1992), El tiempo afuera (Premio Internacional de Poesía Gastón Baquero, 2000), De vuelta (Barcelona, 2012) y El tiempo a la mitad (Miami, 2015).
Al leer su primer libro, que lleva un título con atributos mitológicos, ya solo queda casi espacio para comentar este solamente. Su valor estriba en unas palabras que recuerdo del poeta, crítico y profesor español Gonzalo Sobejano, cuando me decía más o menos, que la verdadera poesía no es la que refleja al autor, sino al lector. El mensaje, la significación, es que, aunque Abreu Felippe estaba en Cuba cuando escribió Orestes de noche, y sus amigos eran muy distintos a los míos, Reinaldo Arenas, por ejemplo –que entre paréntesis después también frecuentó mi casa de Coconut Grove–, y su forma de amar podría parecer distinta, retrata en estos poemas todos mis sentimientos: la soledad, la esperanza, el amor, el encuentro, la sensualidad, la nocturnidad. Es un poemario con palabras que se entienden y, sin embargo, no es coloquial, gracias a Dios, es poético. La poesis es una forma de elevación sublime que encuentra en la imagen la forma de respirar lo eterno. Y esto sí es de mi propia cosecha, aunque quizás influida por Octavio Paz. Pero, gracias José. Porque puedo usar cualquiera de tus versos para describirme. Por ejemplo, “Que tan querido hay en mi vida que no soy yo/ y que me sustituye y descarta mi muerte”, o este otro: “Vivo en un estado de perenne fuga hacia la calma”, ambos del poema La pérdida y el viento. Y para los exiliados qué verso tan real es este: “Ahora veo que uno puede dejar cosas, que todo se reduce a una sustitución de objetos”, del poema Museo nacional.
Fue Arenas quien le prologó el libro. Allí plantea que fue escrito entre el confinamiento y la desesperación, nada menos que en 1978. Y Abreu Felippe se iría en 1983 de la isla. Describe que el poemario tiene más allá de la inmediatez de lo cotidiano, como un latido de “una especie de fatalidad trascendente: un sentimiento de expulsión que va más allá de todas las expulsiones y confinamientos padecidos”.
En el aspecto formal, Abreu Felippe destacó que sus primeras lecturas fueron de los grandes poetas españoles, y señaló a Quevedo como alguien que le impresionó grandemente. Así llegó a la poesía, dijo. Leyó a los latinoamericanos Rubén Darío, Pablo Neruda, Vicente Huidobro, de quien subrayó Altazor. Y más tarde a los cubanos, como Heberto Padilla. Pero es César Vallejo, a quien consideró un “monstruo” de la poesía (y que en mi estimación nadie puede copiar), y los franceses, claro, Rimbaud, Verlaine y Camus, este último un clandestino en Cuba.
“Escribí cientos, miles de poemas, que eran horrorosos”, dijo describiendo modestamente sus comienzos juveniles. Ya en los 70 escribió muchos libros que luego trajo al exilio inéditos. Explicó que la poesía la puede escribir a mano sobre papel, aunque la prosa en computadora. Y escribe a cualquier hora, cuando llega la inspiración. Lo curioso es que al escucharle leer de los cinco libros publicados, yo sentía deseos también de poetizar, de darle rumbo a todas esas imágenes de la subconciencia que alimentan el sueño y la noche.
Leer a Abreu Felippe en este libro es abrirse a un discurrir en lo inacabable, aquello que se queda en la memoria y nos sustenta para seguir viviendo. Y nos quedan estos versos para apreciar lo que es la nostalgia. “A la ira le ha sustituido este temblor imperceptible / que es mi vida”. Porque también en él hay la tristeza de lo que se acaba, también existe la podredumbre, también hay otro tiempo afuera que ya no nos corresponde. Pero ya ese, El tiempo afuera, es el título de otro libro que dejaremos para otra instancia. Porque es mucho lo que se encierra en estos breves libros llenos de energía creadora.•
El programa ‘Viernes de Tertulia’, es una producción del Creation Art Center, organización que preside Pedro Pablo Peña, director general del Miami Hispanic Cultural Arts Center (111 SW 5ta. Ave.), y cuenta con el patrocinio de Artes Miami y Tula Productions. El próximo encuentro será el 16 de octubre, tercer viernes del mes, a las 8:30 p.m. Más información en el (305) 549-7711.
OLGA CONNOR