Fuente: http://www.letralia.com/ciudad/hernandez/141206.htm
En el apartamento de Vicente Gerbasi donde Consuelo Orta era un bello escándalo, el precioso escándalo de la casa, el poeta de Canoabo vivía bajo una nube. No es poesía.
No; se trata de una imagen exactamente real que, tanto Eduardo Casanova como éste que escribe fueron capaces de ver y de sentir, porque Vicente estaba sentado bajo la luz reverberante de una nube que no sabíamos de dónde venía. Consuelo no supo decirnos por qué esa nube estaba allí, aunque dudamos de su versión negadora. No era una nube de Campos Biscardi ni el anuncio de un chubasco de esos que caen en las colinas de Carabobo y luego se convierten en un sol que se derrama duro y a la vez inocente sobre los cafetales.
Pero la nube estaba sobre Vicente y él como si nada. No era con él. Sonreía y brindaba por todos los amigos que le venían a la memoria, por los vivos y por los muertos, hasta por las cabras que muchas veces vio atravesar por una polvorienta carretera de Israel.
De trotamundos, mucho. En vigilia, la mirada que tocaba la poesía. Por ese lado entró Eduardo Casanova para escribir El viajero, el insomne. Una biografía de Vicente Gerbasi (Fundación Cultural Vicente Gerbasi / Editorial Equinoccio de la Universidad Simón Bolívar, Caracas 2014). Y por ese mismo lado onírico y mágico apareció el Gerbasi de carne y hueso, el que escribió Mi padre, el inmigrante, y supo nombrar con todos sus accidentes la geografía de su país y la de sus moradores, el país que fundó en sus poemas y lo catapultó al mundo todo.
Una biografía es el relato de una vida. En este libro de Casanova es la vida relatada, compuesta y aventurada. Es la vida de un hombre que vivió en poesía, que sólo respiró para escribir y hacer posible los libros que ya conocimos. Esta biografía escrita por Eduardo Casanova contó con la memoria del autor y con los relatos de quienes estuvieron cerca del poeta.
Por supuesto, no podían estar ausentes Beatriz, Fernando y Gonzalo Gerbasi, hijos de Vicente y Consuelo. Tampoco Kristen Dratrup, el yerno "vikingo" tropicalizado, así como Irene Kaplun de Gerbasi y Miryan Navas de Gerbasi. Así como Hugo Álvarez Pifano, sangre de los Gerbasi. David López-Henríquez. Marco Tulio Bruni Celli y Sonia Rojas de Bruni. Todos están en este libro porque aportaron datos para que Vicente Gerbasi volviera a la vida de los lectores. No deja por fuera el biógrafo a Natalia López y a sus hijos, quienes se levantaron cerca del poeta, tanto en Dinamarca como en Venezuela.
De manera que estamos hablando de un libro familiar, bellamente escrito y bellamente editado, en el que Eduardo Casanova cuenta toda la vida y obra de Gerbasi, desde la llegada del padre, la muerte del Inmigrante, los viajes de Vicente y sus hermanos a Vibonati, hasta la despedida de quien dejara una obra de gran envergadura poética.
Nos topamos con anécdotas, alegrías y tristezas, cuentos, relatos, poemas, análisis de libros, viajes, travesías, sueños, regresiones, la relación con los amigos tanto de Vicente como de Consuelo. Casanova, como buen novelista, deja ver el dolor del poeta a la muerte de su inseparable mujer, aquella encantadora y alta señora que enamoraba a todos con su gracia y alegría.
Este es un libro para leerlo con pausa, como si fuera un poema. Casanova lo escribe desde su más próximo conocimiento del personaje. Es un libro dedicado a un venezolano que hizo crecer a su país, que lo llenó de belleza, de imágenes, de palabras para sentirnos orgullosos.
Desde la inocencia del niño que fue Vicente Gerbasi. Un niño de mucha edad que supo ser niño desde todas las edades. Así lo vemos en estas páginas de Casanova.
Este es un libro donde un hombre llamado Vicente Gerbasi continúa su viaje, insomne, entre las tempestades y la paz reveladora de los árboles del trópico.
Bajo la nube que nunca lo abandonó, como un ángel.
Alberto Hernández