Fuente: http://www.playgroundmag.net/cultura/books/libros-poesia-haran-amarla-odiarla_0_1941405844.html
En su libro El contorno del poema, el profesor universitario y teórico de la literatura Pere Ballart narra una historia que seguramente te resultará conocida.
Aunque ahora él mismo se considera un “converso a la poesía” —y su libro brilla con la furia del que cambia de bando—, durante mucho tiempo fue alguien que tan solo “sabía pasarlo bien leyendo novelas” y que únicamente por azar se enfrentaba a un poema, para olvidarlo en seguida.
Al Pere Ballart pre-epifanía le molestaba la extravagancia de los poetas, tan remisos a “explicarse conforme a la lógica y el orden, siquiera en el marco de una obra ficticia”.
Sin embargo, en algún momento sintió un click y a partir de entonces las cosas comenzaron a funcionar.
De pronto la poesía (alguna poesía) le resultaba emocionante sin ser cursi, densa sin ser indigerible, verdadera sin ser verdad.
No son pocos los que han o hemos sentido este odio por ella, tal y como el poeta y novelista Ben Lerner ha señalado en su inteligente ensayo. En algunos casos, este reacción desmedida contra el quehacer poético acaba por convertirse en pasión y en comprensión profunda.
En la mayoría de las ocasiones, no obstante, el odio a la poesía permanece enquistado —aunque admite pequeñas variaciones como “a mí es que si no rima...” o “desde Góngora vamos cuesta abajo”.
Para celebrar este día 21 de marzo, en PlayGround hemos querido reunir 5 libros en los cuales son los propios escritores quienes hablan de aquello que más les apasiona: los poemas.
1. Ben Lerner, El odio a la poesía
Este breve ensayo de Lerner, recientemente publicado en España por Alpha Decay, se fundamenta en una tesis muy curiosa: la poesía decepciona a muchos porque su reino no es de este mundo.
Es decir, una y otra vez encontramos en poemas, en escritos teóricos e incluso en la cultura popular una representación de la poesía como algo con una voluntad de trascendencia —o de permanencia— muy característica . Y esta voluntad habrá de fallar necesariamente.
Por: Xaime Martínez