Fuente: milenio.com
De su más reciente libro habla en entrevista.
¿Cómo surgió el libro?
Los poemas abarcan diferentes etapas de mi vida y los escribí sin la intención de hacer un libro.
Los que aparecen al final tienen un tono diferente; los escribí más joven. La idea era escribir un libro más extenso, cuyos personajes tuvieran una relación directa con la música, ya sea a través de la locura, la tristeza, el suicidio.
Háblame de la génesis de tus poemas...
Me tardo mucho al escribir poesía. No escribo todos los días, aunque debería de hacerlo. En una primera fase, voy construyendo el poema en mi mente, escribo notas y leo a otros poetas. Y, en una segunda fase, me siento a escribir. Cuando termino un texto lo dejo descansar y después lo corrijo.
¿Qué inspiró tu poema O de la huida, en donde escribes: "Las narices no sangran en los exilios./Sangran las memorias./ Sangra el tiempo./ La palabra."?
Lo escribí en 2010, inspirada en versos de José Emilio Pacheco. En esa época me preocupaba mucho lo que estábamos viviendo en el país. A lapsos, me invadía un sentimiento de desesperanza. Me decía: "¿Acaso ya no tenemos a dónde ir?" De ahí surgió este poema que habla del exilio. Me interesaba resaltar la idea de que, en realidad, no sabemos si tenemos un lugar adónde ir, pues vayas donde vayas te arrastras a ti mismo.
¿A qué poetas consideras tus maestros?
Me encantan Gorostiza y López Velarde. Incluso, uno de mis poemas incluido en el libro —"Cae el dolor"— está inspirado en un verso de López Velarde, que dice: "Las campanadas caen como centavos". También me gusta mucho la obra de Rubén Bonifaz Nuño, Octavio Paz, Xavier Villaurrutia, en general la de los Contemporáneos. Incluso he tenido un acercamiento curioso con los poetas católicos. Estudié en el Instituto Plancarte toda la primaria y secundaria y, años más tarde, me percaté que las canciones que cantábamos ahí eran los poemas del padre José Antonio Plancarte y Labastida. Ninguna de las monjas nos dijo que el padre había tenido una faceta como poeta. Lo descubrí cuando me topé con el libro Los tres poetas católicos, de Gabriel Zaid. En lengua inglesa me gusta Ezra Pound, William Carlos William y T.S. Eliot. Y, por supuesto, Shakespeare. A mí me presentaron a Shakespeare como un poeta dramático, y no como un dramaturgo. Debo agregar a alguien que ha sido una piedra angular en mi carrera: Francisco Hernández. Marianne Toussaint me introdujo en su obra. Después me enteré que iba a dar un taller en el Centro de Lectura Condesa y me inscribí. Con él empecé este libro.
Existe un blog llamado "Las afinidades electivas/ Las elecciones afectivas", en donde los poetas jóvenes están creando un mapa poético de las nuevas voces de la lírica en nuestro país. ¿Hay en los poetas de tu generación un ánimo de grupo?
Sí lo hay, aunque en mi caso no pertenezco a ningún grupo. Celebro mucho que haya este tipo de grupos. En México, ese blog reúne y conecta una parte importante de poetas jóvenes de México y América Latina. Otro es Círculo de Poesía, ellos tienen su página y difunden no solo el trabajo de los que integran el grupo, también publican traducciones. Al final, la poesía es un acto de libertad pura. Y a mí me interesa cultivar una poesía muy personal, alejada de consignas de grupo. Hay poetas jóvenes con trayectorias muy destacadas, como Balam Rodrigo y Hernán Bravo Varela. Pero, desafortunadamente, también hay mucha poesía basura que se está publicando en algunas editoriales independientes.
Para ti, ¿cuál es la esencia de la poesía?
Es la vida. Y la forma en que la vives y la reflexionas.