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En estos días de respetuoso silencio, cuando la grey católica esperamos el nombre del nuevo Papa, y cuando además en nuestro país no cesa el estado alarmante de la delincuencia, el ánimo se encuentra en un expectante estado de oración y alarma a la vez.
Ello nos conduce a dirigir nuestras sensaciones hacia la "región más transparente" del sentimiento, y para ello qué mejor que retornar a los días felices de la juventud cuando la poesía era nuestro sustento cotidiano en aquellas noches de romanticismo que la lectura de grandes poetas nos conducía por azules regiones de espiritual encanto.
Además, y si a esto le añadimos el ejemplo de madre que tuve desde niña, que era una espontánea y certera versificadora, al grado de escribir en lo que usando octosílabos, dos sainetes, festivas "calaveras" y una pastorela que luego los curas le pedían escenificar en algunos foros comunitarios de sus iglesias, mi afición o entrega a este bello renglón de la literatura fue decisivo y puedo alardear de dos o tres libros inéditos, con cientos de sonetos, una autobiografía y otros con diversas poesías.
Debo aquí incluir que mi mamá, tanto en vida como en mensajes de ultratumba, me aconsejaba que el antídoto al dolor y al sufrimiento del alma lo era, además de la oración, el leer poesías... y si era posible escribirlas, mejor aún. Consejo que nunca ha desaparecido de mi mente y de mi sentir, dándome con ello un muro de fortaleza a las penas inmensas que la vida me ha dado y que a veces creía desfallecer, no resistir, no poder superarlas. La poesía ha sido ese antídoto milagroso que uso y no he podido descartar, dictándome a la vez que... de cualquier manera la vida sigue quieras que no.
Es por eso que en esta ocasión, a pesar de tantas y tantas noticias que actualmente nos atiborran los medios y donde las situaciones más trascendentes como lo es, para quienes somos parte de la grey católica en estos momentos, la selección del nuevo y cumplido Papa, los desvíos en el Vaticano, el asesinato de un importante funcionario de Jalisco, la constante desaparición de personas, la amenaza del aumento del IVA en medicinas y alimentos, en el transporte público, en la gasolina, y en decisivas situaciones que tanto afectan a la clase media y pobre en todo el país, mi creciente ancianidad se encuentra a veces un tanto cuanto más descontrolada de lo costumbre.
Aunque sé que no se necesita llegar a la vejez para que los recién casados, los jóvenes que estudian, los niños que empiezan a vivir, los hombres responsables, las mujeres solas que mantienen a sus hijos, y toda esa gama de ciudadanos ajenos a los cambios que más que ayudarlos los perjudican, darles este tipo de opiniones tan fútiles como risibles en que dizque la poesía es el antídoto para soportarlo todo, pido perdón.
Pero vuelvo al caso personal donde en tantas situaciones el perder el tiempo en garabatear frases rimadas me ha ayudado para que el tiempo se diluya ante situaciones en que el destino (no involucremos inútilmente a Dios) habrá de dilucidar, hoy leeré de nuevo a Sor Juana Inés, o quizás pueda yo retornar a la poesía y deslizar algo sutil en el papel, como por ejemplo repetir que... el aroma de la poesía inunda con su belleza el panorama de todo final, y que ello nos conduce a eliminar todo mal... ¿Eh? ¡Qué tal!