Fuente: el economista
Libros de tributos, anales, crónicas, vocabularios, gramáticas, arte de la lengua, sermonarios, confesionarios, textos bíblicos, poesía y representaciones, elaborados entre los siglos XVI y XIX, conforman el corpus de manuscritos en lenguas indígenas que se conserva en los estantes del Archivo Histórico de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (BNAH).
Este patrimonio documental, 58 manuscritos pertenecientes al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), está propuesto para su inscripción en el Registro de la Memoria del Mundo de la UNESCO, junto con 35 documentos más que custodian la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey y la Universidad Iberoamericana.
Distribuidos en los fondos Franciscano, Colección Antigua, Lira, Colegio de San Gregorio, Colección Bustamante, Federico Gómez de Orozco, Jesuita, así como en la I, II y III series de Papeles Sueltos, los manuscritos de la BNAH proceden, en su mayoría, de la Biblioteca del Antiguo Museo Nacional; sin embargo, emanan directamente de las instituciones religiosas que catequizaron a lo largo y ancho del territorio novohispano.
Por esta razón, están escritos en chiapaneco, chinanteca, chontal, cakchiquel (de Guatemala), matlaltzinca, mazateca, mixteco, maya, mayo, mazahua, mixe, náhuatl, otomí, purépecha, trique, zapoteco y zoque, lo que implicó para los frailes, principalmente franciscanos y jesuitas, el conocimiento profundo de las mismas para realizar las adaptaciones fonéticas convenientes.
Más allá de su posible inscripción en la lista de la UNESCO, comenta el historiador Juan Carlos Franco, responsable de la catalogación del Archivo Histórico de la BNAH, que su importancia para la historia nacional y universal es indiscutible, al ser testimonio del proceso de aculturación en el Nuevo Mundo y que implicó para las distintas órdenes religiosas la adecuación del Evangelio y, por ende, de los caracteres latinos a la diversidad de idiomas originarios de estas tierras.
Mientras sostiene un vocabulario en otomí editado en 1771, el cual se complementa con un impreso, Juan Carlos Franco explica que se solicitaron tipos especiales de imprenta en Europa para adaptar los sonidos a este idioma.
El especialista, quien, junto con su colega María de Lourdes González Cabrera, es el responsable de la redacción del formulario para la inscripción de los manuscritos en lenguas indígenas, anota que entre los más antiguos se encuentra un sermonario del siglo XVI en lengua náhuatl, proveniente de la Biblioteca Indiana de Lorenzo Boturini.
Otra de las rarezas documentales es un catecismo de fines del siglo XVI o inicios del XVII, en lengua chiapaneca (ya extinta), que en sus páginas intercala la escritura con dibujos. Se trata de una reminiscencia de los catecismos testerianos elaborados inmediatamente a la Conquista a base de pictografías, antes de que los instructores religiosos hubiesen aprendido las lenguas de los pueblos indígenas.
“En general, vienen las oraciones básicas del catolicismo: el Padre Nuestro, el Credo, el Ave María y algunos de los mandamientos ilustrados”, precisa el historiador.
Actualmente, los manuscritos de la BNAH están siendo digitalizados.