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Poesía expandida

Fuente:elcultural

Al diseminar las frases, las palabras por la página a modo de constelaciones en Un coup de dés, Stéphane Mallarmé inauguraba unas posibilidades nuevas -por mucho que se puedan invocar precedentes hasta en la antigüedad griega- a la presentación de la escritura. Luego Apollinaire, el futurismo y algunos de los movimientos de vanguardia desplegarían ese universo que se había abierto a la escritura. Un universo literario que, lindante con la plástica, se interpenetraba con ésta difuminando los límites institucionales entre las artes.

 

En España en los años 20 del siglo pasado hubo prácticas vanguardistas que siguieron los nuevos rumbos, un cierto futurismo, el ultraísmo, pero la guerra civil agostó esa más bien escasa tradición, como tantas otras cosas. No será hasta la década de los sesenta cuando el impulso del uruguayo afincado en España Julio Campal, unido a Fernando Millán (Vollarrodrigo, Jaén, 1944) será decisivo. Se forma Problemática-63, más tarde el Grupo N. O. y se multiplican las actividades y publicaciones. Desde entonces se puede hablar, aunque con altibajos, de una continuidad de la indagación en la dimensión visual de la página, ya no mero soporte de la escritura al modo tradicional. Una cierta continuidad que, en el conjunto de la poesía, es siempre minoritaria y quizá el ser reducido el espacio conquistado en lo poético sea la garantía de su supervivencia al no verse “pervertidas” estas prácticas por la masificación, su radicalidad por haber ocupado el centro.

Fernando Millán es figura fundamental en todo ello y quede ya dicho que su obra es de primerísima calidad. Desde poemas en los que el único componente es la escritura, si bien que sometida a la ruptura de la línea, de la configuración ortodoxa, a otras en que las letras se alían con la figuración, como en “Mano que clama” que acompaña a estos párrafos, a la introducción del color, con lo que el texto apunta al dibujo y a la pintura y en cierto modo también lo es, siendo algunas de las piezas sin más lienzos, los libros objeto, con perforaciones -y aquí hay que mencionar trabajos semejantes de Francisco Pino-, o el ejercicio de la tachadura de páginas o libros preexistentes y también el poema-acción, la puesta en escena del texto. Millán ha ido recorriendo todo el espectro de las posibilidades a las que Mallarmé abrió las puertas.

De todo ello se recogen muestras en el ya imprescindible volumen Poesía expandida, que además de los textos de Millán incluye varios trabajos e información bibliográfica, todo ello de interés, y un DVD en el que el poeta recita, aunque el término puede resultar algo empobrecedor, mejor actúa o representa, sus poemas. Así se cierra el ciclo, el habla que da lugar a la escritura regresa a su manifestación de palabra.

Capítulo aparte exige La depresión en España. Partiendo de un libro real, el del título indicado, una investigación sobre dicho asunto, el poeta procede a una labor de tachado constante, sistemático, de todas y cada una de las palabras del texto, de la que surge un nuevo libro, uno que reduce al silencio sobre lo que sobre la depresión en España se dijo. Cuando el lector, o “lector”, sabe que esta labor se ha hecho en una etapa en la que el poeta sufría de ese mal, todo cobra una nueva dimensión. De esto mismo, escribir en cuanto tachar, se pueden mencionar varias otras muestras: Marcel Broodthaers emborronó las líneas de Un coup de dés jamais n'abolira le hasard y cómo no recordar Alarma de José-Miguel Ullán. Si la poesía visual en general supone siempre una crítica, explícita o implícita, de los modos literarios tradicionales, de la cultura toda, la sociedad a la que pertenecen, la labor del tachón que recae sobre la palabra ya puesta en circulación es quizá su manifestación más violenta al tiempo que la más risueña.

Dos libros imprescindibles de un poeta que encarna como muy pocos la vanguardia en España, la aventura de salir de lo que la tradición y la normatividad reclama para dar a la palabra la libertad, la capacidad de creación, que le es propia.