Fuente: http://www.elcomercio.com/cultura/
Christian Chassi es de aquellos escritores que huyen de las tertulias literarias y que prefiere los espacios distendidos para entablar una conversación sobre literatura. Bien en claro lo deja esto cuando en una de esas tardes quiteñas, en las que el frío arremete contra todo lo que puede, él brinda una hora para matar los minutos con letras.
Reconocerlo en aquel día no es una tarea difícil. Cerca a los diez grados de temperatura, toda la gente de la ciudad se envuelve en varias capas de abrigos y suéteres para calentar su cuerpo. Lo mismo hace Christian, a quien la ropa no le basta. Es también necesario un sombrero para protegerse del frío. Y con eso, su rostro apenas se vislumbra. Se hace mucho más irreconocible con su tableta en mano, un aparato poco común entre los escritores locales.
Un vaso de cerveza medio lleno (o medio vacío) dice que él estuvo ahí, en un bar cerca de la zona rosa de Quito, ya con algunos minutos de anterioridad. A diferencia de la gente que se encuentra en este espacio, él prefiere una bebida helada antes que un vaso de whisky o un café para calentar los ánimos.
Al saludarlo él no discrimina entre el desconocimiento y la amistad. Un saludo fraterno es lo único que puede dar de sí. Enseguida comienza a hablar de la literatura ecuatoriana; de cómo los llamados “poetas de la bohemia” ni siquiera tienen las agallas de tomar un sorbo de trago (él casi puede ver el fondo de su vaso cuando bebe en ese momento).
Continúa la conversación y por ahí se introduce Nietzsche en la conversación. Christian no tiene reparos en decir que muy pocos han leído al filósofo conscientemente. De hecho critica fuertemente el que muchos se hayan jactado de escribir a la sombra del pensador.
Encontrarse con él tiene un sentido: leer algo de su poesía en voz alta. De su mochila saca unos papeles que lucen como recién impresos. Entonces aparece Nerón en un poema dedicado a él (nunca se sabrá a cuál Nerón). Lo lee en voz alta mientras las luces de los autos de la ciudad anuncian que la vida nocturna arrancó.
Inmediatamente aparece Mónica. Hay una muy especial en su vida. Su poema parece hablar de su compañera sentimental.
Con la ciudad encendida y la música estridente en todas partes, él debe levantar el tono de su voz para hablar de la Balada para un poeta viejo, un poema con el que el encuentro con él cierra con la promesa de volverlo a ver para conversar sobre filosofía.