Fuente: http://www.elsoldemargarita.com.ve/
Si tuvimos un editor, promotor y difusor de nuestra poesía en el siglo XX, ese fue el barquisimetano Pascual Venegas Filardo (1911- 2003). En esa batalla solidaria y cada vez menos usual en nuestros días, cabe recordar también a Juan Liscano. Poetas ambos, amén de sus múltiples oficios, los distinguía la bonhomía y el desprendimiento, porque de otra manera no se explica esa rara y particularísima bondad para leer a los poetas de su tiempo, y más allá de su tiempo, y emborronar cuartillas para que esas criaturas que llamamos poemarios no quedaran herejes o terminaran batidos por los vientos del olvido.
Miembro del grupo Viernes (1938) y fundador de los Cuadernos Literarios de la Asociación de Escritores de Venezuela, se cumplen 50 años de otra creación suya, la revista Poesía de Venezuela (1963) que mantuvo en pie durante 26 años. Hacemos esta brevísima semblanza de Venegas Filardo, porque su relevancia está vinculada a la trayectoria de Francisco Lárez Granado. Cuando apareció Playas (1936), Venegas Filardo reseñó el poemario en su columna de El Universal: “En muchos de sus poemas capta con gran acierto la vida y el paisaje del ambiente margariteño, que es como decir la vida y el paisaje de una vasta porción del oriente venezolano”. Cuando circula Cuaderno de mar (1943), Juan Liscano escribiría: “Lárez Granado, dentro del movimiento poético de Venezuela, tiene su propia voz, su expresión insobornable (…) es poeta cuya obra debe tomarse en cuenta ya que tiene calidad y constituye noble esfuerzo por lograr una expresión sincera y propia”.
En 1982, cuando sale a la luz “Poesías completas”, el prólogo lo suscribe Pascual Venegas Filardo, prólogo que trascendería al incluirlo en su libro “53 nombres de poetas venezolanos” (Casa de Bello, 1990). Ni Juan Liscano ni Venegas Filardo fueron tentados por la idea de antologar la poesía venezolana, que, de haber accedido a ello, sin duda lo habrían incluido en su selección. Hoy, cuando revisamos las antologías de poesía venezolana, desoladora e ingrata nos parece la ausencia del autor insular.
No se equivocaron Venegas Filardo y Liscano cuando dieron cuenta de él, y prueba de ello es la conciencia poética que exhibe Lárez Granado en un poema nada inocente: “Oda para tu nombre”, ars poética de la cual citamos el fragmento final: “Pero tú quedas/ inédita en la luz,/ dando esencia de ella,/ sencilla, noble y alta/ -rosa, emoción, fanal-/ en un mundo que sueña/ y pugna entre miserias/ por volverse a crear…”