Fuente: elcorreo.com
El ensayista, poeta y escritor Gonzalo Santonja, director del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, afirmó ayer en Logroño que la poesía «no está crisis», sino que lo que realmente existe «es una crisis de mercado» que afecta a todos los ámbitos de la vida en España. Santonja (Béjar, Salamanca, 1952) fue el último ponente de las XV Jornadas de Poesía en Español, organizadas por el Ayuntamiento de Logroño, que han contado esta semana con la presencia de «Cinco poetas casi secretos».
Durante una rueda informativa, Santonja detalló que al Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma, de cuyo jurado es miembro, se han presentado este año 782 obras, de las que ya han hecho una primera selección de 380, entre los que figuran sesenta libros «estupendos».
En cuanto a la poesía, indicó que para él es «un mundo secreto» sobre el que siempre ha sido «muy discreto», al igual que los toros. Su obra poética es «un diálogo» consigo mismo, en el que habla de sus «obsesiones de siempre», como la nieve, los bosques, las montañas, los animales y la soledad.
Este autor, que fue Premio Nacional de Ensayo en 1995, acaba de terminar el libro de poesía «El sol negro», que se encuentra en la última fase, por lo que quiere dejarlo «descansar unos meses».
El también catedrático de Literatura de la Universidad Complutense anunció que ha sido nombrado miembro de la Academia Argentina de las Letras, lo que ha supuesto para él «una alegría muy grande».
Santonja, quien estudió los orígenes del castellano, opina que «las lenguas nacen en la calle» y después «quedan registros escritos de una lengua que ya existe», bien en los cartularios de Valpuesta (Burgos) o en el «respetadísimo» monasterio de San Millán de la Cogolla (La Rioja).
Aseguró que este país siempre está «enzarzado en grescas», pero para establecer el origen de la lengua «hay que editar textos y documentarlos, tras fecharlos con exhaustividad». Por ello, cree que en este asunto «no hay motivo para la polémica», ya que «en la causa del español están embarcados igual Burgos y La Rioja», por lo que ha apostado «por ir de la mano» en la investigación de la lengua.
Igual de «interesantes» que los cartularios de Valpuesta son las pizarras visigodas de Ávila y Salamanca, fechadas en el siglo VII, que no están escritas en romance pero sí avanzan la disolución del latín.