Fuente: cronicadelquindio
Desde los inicios de la humanidad nos hemos expresado en el arte.
La sensibilidad ha permitido que cada cual trascienda a su tiempo y que las creaciones de la pintura, la escultura, la música y la literatura pervivan, como la memoria del alma de cada civilización.
La poesía es una posibilidad maravillosa que permite que por mediode palabras, hombres y mujeres expresen sus amores, frustraciones, pasiones, desilusiones, temores y esperanzas.
Desde los pueblos más antiguos, la historia guarda la memoria de poetas inolvidables ¿Quién podría olvidar a Píndaro o a Kavafis? ¿Quién no ha dicho alguna vez – enamorado – versos inmortales de Neruda o Benedetti?
La poesía vive y se mantiene y cada vez que se publica una nueva obra, se declama un verso o se logra construir una imagen a través de las posibilidades infinitas de las figuras literarias, cuando un ser inerte cobra vida a través de una personificación o vuela la imaginación en la metáfora; la poesía nace, se renueva.
Por eso, es motivo de alegría la publicación de la antología 'Canto a cuatro voces' donde poetas colombianos entonan sus versos. “Esta colección hecha con pedazos de luz y sombra a la manera de un Rembrandt, nos sirve como catalejo para ver desde la poesía de sus autores la soledad, el hambre y la guerra…”, dice el prologuista al tiempo que invita al lector a “colocar el poema en el hueco de la mano”, con predilección y ternura, con arrobamiento y gratitud, con asombro y delicadeza.
Juan Manuel Roca, Jaime García Maffla, Jorge Schultz y Andrés Matías, han unido sus sentires para entregarle al país un compendio en cuyas páginas se escuchan voces nuevas y ecos de siempre, se comprenden otros horizontes de la realidad y se escudriñan algunos rincones de la nostalgia.
Sin sonidos, las páginas de la antología hablan, gritan y rumoran… Sin movimientos, ellas vibran, palpitan, se agitan, se exaltan, se calman; como un mar de emociones y un oleaje de palabras… Sin imágenes, en ellas se dibujan animales y hogueras, barcos y estrellas, ríos y selvas. Son cuatro voces, veinte poemas, mil sensaciones…
Roca en su poética dice: “Tras escribir en el papel la palabra coyote, hay que vigilar que ese vocablo carnicero, no se apodere de la página… Que no logre esconderse detrás de la palabra jacaranda, a esperar a que pase la palabra liebre y destrozarla” y la voz barranquillera de Schultz concluye: “Nadie me advirtió de niño, que no hay promesa alguna en esos cielos, que de la mano de este oficio la palabra es lamento, tibio aliento, monedas de olvido amenazadas”.
Y siguen los poetas, dibujando palabras que cobran vida para perseguirse unas a otras en una tempestad de tinta, continúan viendo más con sus dedos que con sus ojos, se cierran los párpados, se abre el mundo; se pierden en bosques inmensos de pasiones y de angustias y aun sin mediar promesa alguna, le siguen cantando al amor, a la muerte y a la vida.