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La poesía como antídoto para «derribar los espesos muros de lo real»

Fuente: elnortedecastilla.es

Amistad, poesía, pensamiento. Estos tres elementos se entretejieron en las páginas de 'El signo del gorrión'. Hace once años que el grupo de escritores que habían emprendido la aventura editorial en el invierno de 1993 cerraba el número 26 de la revista, el último. La combinación de los tres vectores se estrechó de tal manera durante esa década que aun permanece fuerte.

 

Ayer lo demostraron siete de los nueve gorriones que vinieron a posarse en la Feria del Libro para recordar que el motor que les llevó a alimentar 'El signo del gorrión' sigue en marcha.

Aquello «fue un asunto de temperatura», contaba este sábado Olvido García Valdés, una de los gorriones que picoteaba recuerdos junto a Miguel Casado, Tomás Salvador González, Carlos Ortega, Luis Marigómez (artífice del encuentro), Gustavo Martín Garzo y Esperanza Ortega. Faltaban dos compañeros-gorriones, Ildefonso Rodríguez y Miguel Suárez, que no estuvieron físicamente pero sí en las palabras de los presentes. La cita de Olvido refería una de Tristán Tzara que les sirvió para decir adiós a la publicación y que cerraba el único texto conjunto que vieron las páginas de 'El signo del gorrión': «Pienso en el calor que teje la palabra alrededor de su hueso, el sueño que se llama nosotros».

Antes de ese punto final habían pasado muchas cosas en ese lugar «mestizo, libre y oblicuo» que fueron sus páginas. Por ellas desfilaron las voces de escritores a los que el grupo admiraba, pero por encima de todo fue una experiencia de aprendizaje y búsqueda: «Vivíamos juntos la literatura y la vida con mucha pasión», recordaba ayer Miguel Casado. Fueron amigos y compartieron pasiones pero nunca se consideraron grupo literario: «Un escritor nunca lo es por lo que tenga en común con otros sino por lo que tienen de diferente».