Fuente:teleorihuela
Corría el año 2001 cuando tuve mi primer CD. Se trataba de un álbum de “Gorillaz”, reliquia que aún conservo celosamente y disfruto escuchando. Este regalo supuso un antes y un después en mi trayectoria como melómano, con él comenzó mi madurez musical. A partir de ese momento yo elegiría la música que escuchaba. Han pasado varios años desde entonces y han sonado muchos temas en mis auriculares.
Viajando en tren la semana pasada, no pude evitar desconectar mi castigado reproductor de mp3 para prestar atención a la conversación que unos jóvenes de mi quinta mantenían en el asiento contiguo. Éstos expresaban su disgusto al comprobar cómo la política llegaba a alcanzar e influir en el ámbito cultural, artístico, deportivo… y manifestaban su desdén hacia todos aquellos músicos y cineastas que insertan en sus obras mensajes y reivindicaciones.
Pueden sacarse dos conclusiones de este hecho: en primer lugar, que soy un poco fisgón y en segundo lugar, y es lo que me hace reflexionar, que algunos jóvenes aún no hemos terminado de comprender el mundo en que vivimos.
Con poco que pensemos, no resulta especialmente difícil llegar a la conclusión de que la política y las decisiones de ella derivadas nos afectan de lleno en casi la totalidad de los aspectos de nuestra cotidianidad. El simple hecho de estar sentado en un tren, de haber recibido una educación o de tener mayor o menor perspectiva de empleo son consecuencias directas de políticas determinadas. Definía Aristóteles al ser humano como un “animal político”. Así pues, en tanto en cuanto participemos de los asuntos de la polis, en tanto en cuanto vivamos en una sociedad organizada, interactuemos y nos relacionemos con nuestro entorno, estaremos haciendo política.
¿Debe ser el mundo de la cultura una realidad al margen de la política? Yo prefiero formular la siguiente pregunta: ¿Acaso se encuentra la cultura al margen de la política? La respuesta es contundente. No.
¿Acaso el rapero que encomia el dinero desde un Ferrari, botella de champán en mano, no está lanzando un obvio mensaje?
¿Acaso el futbolista que agranda su fortuna trabajando como modelo publicitario de una entidad bancaria, no se está posicionando claramente?
¿Acaso es fortuito que la mayoría de las veces, los “malos” de las películas sean siempre los mismos?
Los mensajes y la carga ideológica siempre están ahí, a veces ocultos, a veces tan explícitos que ni reparamos en ellos. En esta labor de manipulación y predisposición es el orden establecido quien nos mete el gol y se lleva Óscars y Grammys.
Desde el momento que comencé a elegir la música que escucho, pese a no rechazar estilos y seguir disfrutando con casi todo, muestro predilección por grupos contestatarios y reivindicativos, que transmitan un mensaje, que me ayuden a conocer el mundo, que me hagan pensar.
Decía Gramsci que la conquista del poder cultural es previa a la del poder político. Si alguien quiere cambiar a mejor este mundo triste en que vivimos sabrá que la cultura es un arma y no dudará en usarla a su favor. Allí donde haya un músico dando voz a los que no la tienen, allí donde haya un cineasta denunciando una injusticia, allí estaré yo para reconocer y agradecer su labor.
El día que dejemos de ver la política como algo ajeno y molesto q nos estorba, quizás ese día empecemos a tomar las riendas de nuestro futuro y a construir entre todos un sistema más justo.
Ya lo dijo Gabriel Celaya mejor que yo: La poesía es un arma cargada de futuro.