XXXVI CERTAMEN DE POESÍA "BLAS INFANTE"

Por los vericuetos de la memoria y de la lírica

Fuente: http://elcorreoweb.es/2015/03/22/el-pregon-de-la-memoria/

Y bajo el oro reluciente de una métrica perfecta, una idea: la Semana Santa como el tesoro guardado en vasija de barro que se transmite de generación en generación.

Como ese «paraíso de abriles» donde se funden el recuerdo y el lamento por los que ya se fueron con la alegría por esos cofrades del mañana a los que les ponen una túnica cuando aún no dan dos pasos. Un eslabón de la memoria engarzado en el simbolismo de dos manos: la del padre apoyada sobre el hombro del hijo que, llegado a hombre, aprieta ahora las de tres monaguillos en una Lonja reluciente para mostrarles dónde está la Buena Muerte.

Bellísimo, elegante, profundamente lírico, el pronunciado ayer por Lutgardo García Díaz más que un pregón al uso es una cuidada obra literaria, un tratado de la mejor poesía dedicada a la Semana Santa que pasará a la historia como uno de los textos de mayor calidad declamado jamás en los atriles del Domingo de Pasión.

A sus solo 35 años, Lutgardo García deleitó al auditorio del Maestranza con un pregón puramente poético, autobiográfico, contado en primera persona, cuajado de vivencias y compuesto de las imágenes, los lugares, recuerdos y personajes que le fueron descubriendo su Semana Santa: su padre, su madre, su abuela, su tío Curro, su abuelo, entre cuyos oficios tenía la orfebrería... Durante cerca de una hora y cuarenta minutos, el reciente ganador del premio Iberoamericano de poesía Hermanos Machado desmadejó el ovillo de su memoria y recorrió escenas de su niñez, de su juventud y de su adolescencia mostrándonos su visión más íntima de la Semana Santa, de una ciudad y un tiempo que han sido suyos.

Ya en el frontispicio de su pieza oratoria, Lutgardo compartió de su álbum de recuerdos una fotografía: la de su padre, el americanista Lutgardo García Fuentes (1941-2010), revestido del ruán de Los Estudiantes consolando al ayer pregonero con tan solo cuatro años antes de partir al Rectorado. «Es una despedida que yo no comprendo. Por eso lloro. Yo quiero seguirlos. Entonces, aquel hombre me levanta del suelo acercándome a su cara. Ahí surge la instantánea».
Precisamente a su padre, figura presente a lo largo de todo el pregón, dedicó Lutgardo una versión de las célebres rimas del Volverán las oscuras golondrinas de Gustavo Adolfo Bécquer:«(...) pero como esas manos me elevaron / para que viera un día a Dios pasar, / como esas manos, padre, me quisieron, / ¡así no me querrán!».

El pregonero hilvanó retazos de su niñez como nazareno de la Borriquita, jugando «a pisar los colores de las vidrieras reflejados en el suelo y a meternos debajo del Señor de Pasión», e hizo referencia a esas «infancias en sepia» que hay dentro de cada nazareno, «un niño que sigue sonriendo a una cámara y se sigue sorprendiendo al descubrir que, de nuevo, se ha obrado el milagro y los pasos ya están montados».

Prueba de su amor por la poesía, el texto de Lutgardo García estuvo plagado de referencias a grandes poetas y literatos. Cernuda, Bécquer, Manuel Machado, Juan Ramón Jiménez, Lorca, Romero Murube, Rafael Montesinos, Juan Sierra, Manuel Lozano, Fernando Ortiz... todos ellos desfilaron por las páginas de un pregón sumamente cuidado en las formas y en la escritura.
Plasmados en décimas, sonetos, romances y soleás, los versos esculpidos por Lutgardo García desprendían un intenso tono evocativo y sensorial, amén de una gran musicalidad, como en la décima que dedicó a la Estrella: «Para encontrarme con Ella, vengo del puente a estos pagos / igual que los Reyes Magos / vagan detrás de su estrella». Sin bajar el listón de belleza de su texto, el pregonero citó al papa Benedicto XVI y al papa Francisco y reconstruyó antiguas anécdotas mundanas en torno a la Semana Santa, como la del nazareno que una noche del Viernes Santo de principios del siglo XX llegó a casa sin ropa debajo de la túnica y esgrimió a sus familiares que los pantalones se los había dado al Señor que «iba en cueros, el pobresito».

Apoyado en sus recuerdos, Lutgardo comenzó a desgranar un recorrido por cada uno de los días de la semana de Pasión, sin esconder, llegado el Martes Santo, refugiado en el mundo pequeño de su viejo antifaz, que «hay una Semana Santa no vivida por cada cofrade. La que se extiende más allá de tu túnica, de tu hermandad».

Muy aplaudida fue su referencia a las Hermanas de la Cruz, «las hijas de Angelita, las hijas de María de la Purísima, que hacen de cada día el día del amor fraterno», como bellísimo fue su homenaje a los antiguos costaleros del muelle, los gallegos, personificado en la figura de Lorenzo, al que, con una corría de domingo a viernes, madrugá con la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso incluida, no le faltaba «el paquete de Ideales» para meterse bajo la trabajadera.

Lutgardo evocó las saetas que Manuel Mairena le cantaba a la Esperanza de Triana y alcanzó una de las cimas de su pregón con los versos dedicados al Cachorro por el puente, «trapecista en un salto hacia la nada». Hizo sonreír al público con la nueva acepción de la palabra nostalgia, «sentimiento de ausencia que tiene el niño cofrade la tarde del Sábado Santo». Deleitó al auditorio con su bello pasaje dedicado al Gran Poder, recordó cómo hace quince años conoció a su mujer, Paula, con la que compartió un beso tras el palio de Gracia y Esperanza, y sorprendió a propios y extraños haciéndose acompañar del trío de Estrella Sublime para unos sublimes versos finales dedicados a Sevilla.
José Gómez Palas