Poeta fecundo y vigoroso - Perú

Fuente: http://www.elperuano.com.pe/edicion/noticia-poeta-fecundo-y-vigoroso-22696.aspx#.VDDuGPl_t1Y

"Qué difícil es escribir sobre un poeta a la hora de su partida": esas fueron las palabras con que inicié el in memoriam que redacté a las 48 horas de su deceso. Los dedos parecen no obedecerte.

Todo conspira contra ese propósito: el ánimo, la luz, hasta la silla que empieza a chirriar como si llorara la ausencia del bardo que en los últimos años de su vida se atrincheró en su casa -herencia de sus ancestros-, atribulado por un juicio de desalojo.
En ese trance el artista, que había creado la obra poética peruana acaso más bella y vigorosa de la segunda mitad del siglo XX, empezó a vivir los días más angustiosos de su existencia.

Romualdo fue un destacado miembro de la brillante generación de poetas de los años 50, entre los que se encuentran Carlos Germán Belli, Wáshington Delgado, Francisco Bendezú y Juan Gonzalo Rose.

Nació Valle en Trujillo el 18 de noviembre de 1926. De sus padres nunca habló, pero se sabía que era hijo de Álex Valle, un comediante muy popular entre los años 1950 y 1980. Al terminar su secundaria, siguió literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Y en ese devenir, para ayudarse económicamente, incursionó en el periodismo, fungiendo de dibujante —más propiamente, de caricaturista—, pero sin dejar de lado la poesía, género en el que ya empezaba a llamar la atención de los críticos.

Fue entonces cuando con su primer poemario, La torre de los alucinados, ganó el Premio Nacional de Poesía 1949, instaurado hacía apenas cinco años. Tres años después, becado por el Instituto de Cultura Hispánica, partió a España, donde estudió en la ciudad de Madrid (1952).

De retorno al país colaboró en La Crónica y La Prensa, y en las revistas Cultura Peruana e Idea, en las que usaba sus pronombres como seudónimo: Alejandro Romualdo para sus poesías y artículos, y Xanno en diseños y caricaturas.

Ya era entonces un hombre comprometido con sus ideales. Fue marxista, pero nunca militó, que yo sepa, en un partido. Su libro Poesía concreta marcó el inicio de su actitud crítica ante la realidad social. Por esos años, impulsado por los acontecimientos políticos, viajó a México (1965) y luego a Cuba.

A su retorno trabajó en el Instituto Nacional de Cultura (INC), y como docente en algunas universidades, entre ellas la de San Martín de Porres y San Marcos, su alma máter.

En 1976 ganó el premio del Festival OTI con el poema "Quiero salir al sol", musicalizado por Ernesto Pollarolo e interpretado por Fernando Llosa. En los años subsiguientes publicó varios libros, colaboró especialmente en la revista Hueso Húmero y compuso su famoso "Canto Coral a Túpac Amaru".

Con el paso de los años Romualdo se había aislado con sus musas, sus recuerdos, sus libros y tantas otras cosas queridas, al punto que ya no se contaba con él para nada. Recuerdo que un año antes de su muerte —acaecida el 27 de mayo de 2008— traté de entrevistarlo, pero nadie me daba razón de su domicilio. Fue así hasta que me encontré con el poeta Reynaldo Naranjo, Premio Nacional de Poesía 1967, y acaso su amigo más cercano.

–Escríbele. Como tú eres amigo y sabe que eres serio —me dijo Reynaldo—, seguramente te va a dar la entrevista. Si le llevas las preguntas en un sobre cerrado y se las dejas debajo de la puerta de la cochera, de repente te contesta.

No lo hice, quién sabe por dejadez o indolencia. Supe de sus logros desde mis años de estudiante, sobre todo como caricaturista, arte en el que alcanzó renombre. En 1949 publicó en la revista Ya -que dirigía Alfonso Tealdo- su apunte más memorable: el de Pedro Beltrán clavado en la cruz con el cáustico epígrafe "El Señor de los Mil... agros".

A comienzos de la década de 1970 colaboró en la revista Vistazo, que yo dirigía. Fue así como alterné por primera vez con el poeta de La torre de los alucinados. Y aunque muchos lo consideraban duro y hasta déspota, a mí siempre me cayó bien. Claro, no era nada encantador, pero en sus momentos tranquilos, cuando se encontraba entre amigos, era un hombre tratable y hasta risueño.

Con el paso de los años solo recordaba al poeta las veces que en la radio o en la televisión resonaba con la fuerza de un trueno su "Canto coral a Tupac Amaru". Fue así hasta que llegó la mañana en que, tomando desayuno, abrí el periódico y leí: "Último minuto: Ha muerto el poeta Romualdo Valle". Quedé helado. Me mordí los labios durante un buen rato mientras por mi mente cruzaba una cabalgata de recuerdos de aquellos tiempos en que éramos jóvenes y veíamos la parca tan lejana como el planeta Marte.

DOMINGO TAMARIZ LÚCAR, periodista