La poesía tiene este año una presencia especial en la Feria del libro. El homenaje a José Ángel Valente, Dámaso Alonso o al editor Chus Visor son muestras de este protagonismo que se completan con la aparición de 'Poemas y poetas', el canon de la poesía, según el polémico crítico Harold Bloom.
"Vaca sagrada de la crítica literaria", autor también del polémico 'El canon occidental' sobre el estudio de la literatura universal, el estadounidense Harold Bloom vuelve a trazar su canon, ahora de la poesía. Una visión personal con más de cincuenta estudios con poetas y sus obras.
'Poemas y poetas' (Páginas de Espuma) es una selección que empieza con polémica, porque el que fuera profesor de la Universidad de Yale, en lo que se refiere a la poesía en español solo incluye a dos autores, Pablo Neruda y Octavio Paz.
En el libro de Bloom (Nueva York, 1930) predominan los poetas de lengua inglesa, pero atraviesa todas las épocas y constituye una lectura de la mejor poesía: desde Petrarca, Shakespeare y Donne hasta Ashbery, Walcott o los desaparecidos Heaney y Strand pasando por Shelley, Byron, Dickinson, Pushkin o Baudelaire.
"Mi memoria sigue reteniendo casi toda la poesía que he amado. Tal vez la memoria (sin la cual la lectura y el pensamiento son igualmente imposibles) tuvo un papel determinante en mi orientación crítica", escribe Bloom.
En el libro, que acaba de salir esta semana, Bloom escribe en la introducción que se enamoró de la poesía hace setenta años, cuando tenía cuatro. "Aunque nacido en el barrio neoyorquino del Bronx, a esa edad solo hablaba y leía en yidis", dice.
"Los poetas que leía eran los mejores que habían venido a Estados Unidos: Moshe Leib Halpern, Mani Leib, H. Leivick o Jacob Glatstein", explica; pero luego, el reputado crítico, gracias a la Biblioteca Pública del Bronx, aprendió de manera autodidacta a leer inglés enfrascándose en el estudio de la poesía americana, y ahí empezó todo para este escritor, que siempre hace una encendida defensa de los clásicos.
Para Bloom, la poesía es aprender a soportar la mortalidad, en línea con Freud. "La poesía no puede sanar la violencia organizada de la sociedad, pero puede realizar la tarea de sanar el yo", añade.