«Mi poesía la está cantando o rezando la Iglesia»

Fuente: https://www.lavozdegalicia.es/noticia/coruna/coruna/2025/01/21/poesia-cantando-rezando-iglesia/00031737481755423267507.htm

Los jesuitas recuerdan al poeta José Luis Blanco, miembro de la comunidad coruñesa, en el 20.º aniversario de su muerte.


De la madera de los que nacen con el don de la palabra habla el jesuita Modesto Vázquez-Gundín a propósito del homenaje que le brindaron esta semana a su compañero de comunidad José Luis Blanco Vega (Mieres, 1928-A Coruña, 2005) por el 20.º aniversario de su muerte. «Tenía pánico a ser criticado, era de una sensibilidad extrema», advierte el religioso para explicar la resistencia de su amigo a publicar ...Y tengo amor a lo visible, una panorámica de poemas, villancicos y algunos de los himnos litúrgicos con los que el asturiano respondió a una invitación endemoniada del cardenal Tarancón que devino crucial para la Iglesia.
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Blanco Vega, el hombre que «en los años 60 electrizaba a los adolescentes en Salamanca por su atractivo» y que aprendió a tocar la guitarra para hacerse cantautor y darles vida a los chavales de un correccional de Granada —allí nació su «Pepito Twist»—, fue profesor en los jesuitas de A Coruña «hasta que un día pidió por favor que lo liberaran de las clases porque sufría muchísimo. Tenía que ser tan perfecto todo que un alumno que se distraía lo dejaba perplejo. Tenía una sensibilidad exquisita de poeta», celebra Vázquez-Gundín, que recuerda las grabaciones que hicieron juntos en su etapa en Salamanca. «Fue un cedé familiar con 10 o 12 canciones y algún poema recitado. Él tenía una voz privilegiada y una capacidad de comunicación muy relevante. Calentaba la garganta con canciones del festival de San Remo. “Venga, ya calenté, grábame”, me decía. Era una paliza. Algunas señoras de Coruña decían que su voz enamoraba», cuenta el jesuita y descubre su gran afición al cine: «Dicen que ver una película comentada por él era ver otra película».
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Nacido en la cuenca minera, a los seis años, durante la insurrección obrera de 1934, el niño Luis sufre los bombardeos de una escuadra de aviación alemana. La familia se refugia en el sótano. «Salvamos nuestras vidas y un colchón», recordará años más tarde haciendo gala de la musicalidad de lenguaje que el padre Modesto ensalza. «Hay belleza y ritmo en todo lo que escribe. En una ocasión, dando yo misa, dije: “Vamos a rezar”. Empecé un himno suyo: “Quédate con nosotros, la tarde está cayendo...”. Y al acabar vino una persona a preguntarme dónde estaba recogida esa música. Así era. Solo leerlo era música».
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El duque de Alba
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Amigo del cineasta Basilio Martín Patino, al que ayudó con su filme Canciones para después de una guerra, José Luis Blanco conoció en el seminario de Comillas al futuro marido de la duquesa de Alba, Jesús Aguirre, quien insistió durante años en presentar a un concurso nacional de poesía Noticias de Lázaro, la elegía que el jesuita había escrito a la muerte de su padre y en la que abordaba un amplio repertorio de temas. «Aguirre estaba al frente de la editorial Taurus y al final lo presentó al Adonáis. No se lo dieron, pero el valor íntimo y literario de esa elegía es enorme», anota Vázquez-Gundín.
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Pero sobre todo, por su repercusión para la Iglesia, su brillantez como poeta llamó la atención del eminente Luis Alonso Schökel, estudioso de las Sagradas Escrituras, especialista en la poesía del profeta Isaías y profesor en Roma, que dice de él: «Probablemente es poeta desde el vientre de su madre, que dirían los hebreos». Porque es Schökel quien le pide a Blanco que intente producir un himno litúrgico después de la espantada que le dan a Tarancón, el cardenal más castigado por Franco, tras su intento de renovar los cánticos y las lecturas, adaptarlos al castellano y musicarlos según la tradición vernácula a fin de sustituir los himnos clásicos en latín.
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Espantada a Tarancón
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«En 1970 Tarancón convoca a los poetas católicos a participar en Alba de Tormes en un encuentro sobre los himnos litúrgicos, pero los poetas, en otra órbita teologal, se dan de baja. Las condiciones eran malas. Tenía que ser poesía objetiva, no individual, fe objetiva que sirviera para musicalizar, para que cantara el pueblo, creaciones rítmicas. Y, además, anónimas y gratuitas, con lo cual se hunde el equipaje y queda Luis sudando la gota gorda. Le encargan todo lo que pueda hacer. Él se entrega en cuerpo y alma. El trabajo, dificilísimo. Nunca cobró nada», alaba el amigo que esta semana organizó el homenaje por el 20.ª aniversario de su muerte, igual que hizo cuando se cumplieron diez años.
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Una metastasis acabó con la vida del padre Luis a las 23.15 horas del 25 de enero del 2005. «Los últimos días, ya sedado, en silencio profundo, soltaba palabras de gran fuerza y belleza. Aún con morfina el cerebro sigue su corriente», revela el religioso. «Me encargué del funeral. Elegí himnos de resurrección compuestos por él y tres canciones también cantadas por él. Era de una ternura enorme», celebra el jesuita y recuerda la época en que «iba todas las tardes a ver a un niño que tenía un tumor y le contaba cuentos en el hospital. Y a sus amigos médicos, cuando enfermaban, y a mí mismo, cuando estuve ingresado con septicemia. Cuando se le metía una cosa en el corazón...».
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A Luis Blanco le preguntaron un día cuándo iba a volver a escribir poesía y respondió: «Mi poesía la está cantando o rezando la Iglesia».
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Por La Voz A CORUÑA