La poeta Victoria León traduce a Sylvia Plath: la venganza literaria para combatir el olvido

Fuente. https://www.elmundo.es/andalucia/2024/11/15/67377e86e9cf4a3d5f8b456d.html

La editorial Visor publica Poesía completa, donde se unen las voces líricas de la autora americana y de su traductora sevillana.


Sylvia Plath nació en Boston, en la capital del más literario estado de Norteamérica, en 1932, pero sus primeros poemas están datados de mucho tiempo después. En 1956 escribe, por ejemplo, el poema titulado Amanecer en el sur: «De color limón, mango y melocotón, / estas villas de cuento de hadas / siguen soñando, detrás / de los celajes, sus balcones / delicados como encaje / o algún boceto a pluma de flores y de hojas».
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Sylvia Plath no estuvo nunca en Andalucía, pero lo que sigue a esos versos podría ser obra perfectamente de Luis Cernuda. Antes de 1956, la poeta norteamericana había escrito unos cuantos poemas de juventud, recogidos bajo el epígrafe de Juvenilia, que Victoria León ha traducido con exquisito cuidado, tratando en cada uno de ellos de imponer el ritmo original de quien los inspiró, el sentido íntimo de su génesis y su consecuencia, el hallazgo primigenio de la iluminación a partir de la cual la autora comienza a edificar su obra madura e inmortal.
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La editorial Visor ha publicado la Poesía completa de Sylvia Plath, traducida por la poeta sevillana Victoria León. Es un libro fundamental porque conviven en él dos voces, la autora de los versos y su traductora, poeta como ella, y por eso dotada de la sensibilidad y exactitud necesarias como para comprenderla mejor que nadie.
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La traducción, ese otro género literario que pontificaba Octavio Paz, es un ejercicio complejo y alambicado con poetas complejas y alambicadas como Plath. Por eso Chus Visor le encargó la traducción a Victoria León, que ha hecho un trabajo extraordinario, calmo, bello, culminado.
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De Sylvia Plath, además de su poesía, además de su alambicada vida hecha de locura y belleza, y atinadamente biografiada por Heather Clark, más allá de su procelosa vida con su marido Ted Hughes, interesa su pensamiento oblicuo recogido en su prosa, en su obra La campana de cristal, o en La caja de los deseos, que compila cuentos, ensayos y fragmentos de sus atormentados diarios.
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La poeta se suicida en Londres el 11 de febrero de 1963. Ni sus hijos ni la poesía la convencieron de quedarse a este lado. Su obra, premiada con un Pulitzer póstumo, ha cobrado un renovado interés estos últimos años. El libro de Visor fija su obra poética completa y la expande de la mano de una traducción canónica, pulida, trabajada con el mimo y la precisión con la que Plath se obsesionaba frente a la perfección de sus versos.
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No es la primera traducción de Victoria León. Antes que a Plath, la poeta sevillana había traducido a Mary Shelley, Stevenson, Ruskin, Tennyson, Kipling, Beckford, Doyle o al británico Oscar Wilde, su preferido. El primer libro de poemas de Victoria León llevó por título Secreta luz y sus versos eran tan precisos y extraordinarios que ganó pocos meses después de que la Fundación Lara publicara el libro el Premio de Poesía Hermanos Machado. Aquello fue en 2019 y la poeta ya nos advertía que la poesía exige incandescencia «vivir, o haber vivido, entre las llamas».
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Secreta luz fue el resultado de la vida y su aprendizaje, de los años pasados y la búsqueda de una voz. Solo que esa voz —la poeta nació en 1981— era tan clara y determinante que para cualquier avezado lector de poesía se diría que enfrentaba su lectura a una autora madura y hecha.

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Hay un clasicismo, una ortodoxia, un conocimiento filológico de los mimbres de la lírica que León conocía con precisión quirúrgica y que se manifestaron cuatro años después cuando publicó Flores de fuego, un nuevo alegato de brillantez literaria donde la belleza, el silencio y la soledad era aún más hondas y se imponían en el paisaje de la palabra como un horizonte frente al que no es posible dejar de mirar.
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Ahora Victoria León ha confesado que escribe con mayor esperanza, superados por los años vividos el tiempo del desaliento. El lector le pregunta por qué escribe y ella sostiene con determinación: «Escribo para combatir la ruina y el olvido».
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Por Manuel Mateo Pérez