XXXVI CERTAMEN DE POESÍA "BLAS INFANTE"

La poesía

Fuente: http://www.s21.com.gt/vida/2015/06/16/poesia

Hace poco escuchaba a dos muchachas hablar del amor. Todo parecía ir muy bien hasta que una de ellas mencionó una palabra que desató una especie de marejada en la otra. Me refiero a la palabra «poesía».

“Si a mí un chavo me quería enamorar con poesía se fregaba, lo mandaba a la droga”, dijo con una firmeza que terminó por sorprenderme. Y agregó: “Guácala eso de ‘eres como una rosa’, ‘tus labios de rubí, ‘tus ojos como los luceros’ y demás vainas”.

En el fondo, estaba de acuerdo con la muchacha. Esas frases no despiertan ya el amor, si es que alguna vez tuvieron ese don. Son parte de un lenguaje empalagoso, tosco, manoseado. Pero lo que es triste es que la gente piense que esas palabras raídas y edulcoradas sean la poesía.

Pienso que la raíz de este problema reside en el sistema educativo, en el que los maestros hacen leer y declamar textos de ese tipo para los días especiales; es decir, el de la madre, el padre, el maestro, la bandera, etcétera, etcétera. Así las cosas, los pobres niños terminan relacionando esas florituras con la poesía, además de interiorizar que así es ese lenguaje, para reproducirlo luego o para terminar odiándolo (con justa razón).

Pero la poesía es otra cosa. Es la expresión personal de cada poeta, para empezar. No leemos el mundo en la poesía, sino una mirada sobre el mundo, única, distinta. Por eso es que los poetas huyen de los clichés y los lugares comunes que tanto les achaca el imaginario popular.

La poesía tampoco se refiere a un mundo idealizado, casi de chocolate o de felicidad inagotable. Puede cantar a la belleza, sí, pero también a la fealdad, la miseria y la muerte. Porque es un espejo, un río de palabras donde se reconstruye la vida tal y como es.

Pero sobre todo es revelación. El poeta nos muestra algo de la realidad que intuíamos pero no habíamos nombrado. Como cuando Vallejo nos dice: «Observa cómo el aire empieza a ser el cielo levantándose», o como cuando Paz describe a un niño jugando con un trompo: «cada vez que lo lanza cae justo en el centro del mundo».

Sin la poesía este planeta sería un lugar muy soso, definitivamente; por eso habría que acercarla a la gente común, que vive sin ella y así acomete los días grises. La poesía no cambiará la historia jamás, pero sí puede transformarnos a nosotros internamente, haciendo, por ejemplo, que prefiramos la intensidad al poder, que cuestionemos, que nos inunden otras palabras.

Eso me gustaría que les enseñaran a los niños en las escuelas. Eso me gustaría que esperaran las muchachas, emocionadas, debajo de la vida.
Eduardo Villalobos