La poesía es una especie de oasis que nos permite libertad: Martín Camps

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Para Camps las identidades siempre son fluidas, “lo que hacemos son constructos que hacemos con cierto elemento de mexicanidad, de argentinidad, pero lo más interesante de los latinoamericanos son las relaciones que se gestan entre nosotros fuera de nuestros países”, expresa.

Los mapas que recorremos los exiliados son variados y alternativos. Conocemos de pronto en Tijuana a alguien que sabe mucho más de la cultura actual de Buenos Aires y de pronto me encuentro defendiendo esta ciudad maravillosa ante alguien que nació aquí pero vive en los Estados Unidos.

Martín Camps es un escritor nacido en Tijuana el 23 de octubre de 1974, que estudió Filosofía y Ciencias de la Comunicación en el Instituto de Comunicación y Filosofía, la Maestría en Bellas Artes en la Universidad de Texas y el Doctorado en Estudios Hispánicos de la Universidad de California.

Es profesor de Literatura de tiempo completo y Director de Estudios Latinoamericanos en la Universidad del Pacífico. Director fundador del Programa ITINERARTE: El México del más norte, en colaboración con el Centro Cultural Tijuana.

Colaborador de revistas mexicanas y premio de publicaciones del Instituto Chihuahuense de Cultura en 2003 y 2009. Mención honorífica en el I Certamen Internacional de Poesía Luis Alberto Ambroggio (2017) por Los recuerdos del polvo (con un apéndice contra el muro).

Su obra aparece en la antología Entrelíneas: ganadores del concurso de Poesía Pellicer (INBA, Ciudad Juárez, 2000). Sus dos últimas ediciones de ensayos son La sonrisa afilada: Enrique Serna ante la crítica (UNAM, 2017) y Transpacific Literary and Cultural Connections: Latin American Influence over Asia (Palgrave, 2020).

También ha publicado cinco libros de poesía, entre los que se encuentran Extinción de los atardeceres y Los días baldíos. También es autor de la novela Horas de oficina.

Encontrarse con un autor tan prolífico, con tanta fe en la literatura y al mismo tiempo con una voluntad de intercambio feroz siempre es grato, porque uno abre el panorama con el que el español se abre paso en todo el continente, incluso ahí donde parece no estar bienvenido, pero lo cierto es que una ancha literatura celebra lo pocho, lo chicano, lo otro y lo de acá.  Ese estar ligado a la tierra, a pesar de no vivir donde uno no nació, es un síntoma en Martín Camps.

“Estando en Estados Unidos uno empieza a entender la mexicanidad. Soy profesor y creador y puedo ver entre bambalinas lo que sucede en la literatura mexicana.

Soy categorizador de la literatura. Me considero migrante, soy un exiliado cultural de México, crecí en las fronteras, el norte era para mí un destino lógico”, afirma Martín Camps en entrevista.

Te puede interesar: La obsesión y su tío que murió haciendo clavados: El hijo del monitor, de Rowena Bali Estudió en la Ciudad de México, vivió un tiempo en Ciudad Juárez, que era “un desierto cultural” y lo que hacía era cruzar a los Estados Unidos.

Conoció tradición mexicana y latinoamericana en USA. “También tenían aire acondicionado lo que era un asunto de vida o muerte en el desierto”, dice.

Leía chilenos, argentinos, mexicanos, fue tapando lagunas con los libros que estaban ahí. “En Estados Unidos funcionan muy bien las bibliotecas públicas y el correo”, afirma.

Uno evalúa su propia identidad en los Estados Unidos, pero ¿cuál es la identidad allí? Para Camps las identidades siempre son fluidas, “lo que hacemos son constructos que hacemos con cierto elemento de mexicanidad, de argentinidad, pero lo más interesante de los latinoamericanos son las relaciones que se gestan entre nosotros fuera de nuestros países”, expresa.

Martín Camps Para Camps las identidades siempre son fluidas. Foto: Cortesía Una literatura mexicana hecha en los Estados Unidos que desconocemos, con muchas comunidades mexicanas diseminadas por todo el territorio del país y que escriben además en español.

“Uno puede recrear la nostalgia y se solaza con el rencuentro con otros latinoamericanos. En un local de comida mexicana, en un negocio con miles de productos del continente”, dice.

“La violencia y el hambre estaban en Chihuahua durante el tiempo de la Revolución y que recupero en formas de poemas como una manera de rememorar. Me gusta mucho la poesía de José Emilio Pacheco, quien trata de buscar la belleza en lo cotidiano, en lo simple”, afirma.

“Puedo dialogar también con poetas de aquí, como Manuel Murrieta Zaldívar, que además tiene una editorial o Manuel Camacho, que acaba de sacar un libro de poesía donde habla de su proceso de migración.

Él cruzó como migrante sin papeles y se fue acoplando lentamente al sistema. Los migrantes nos convertimos en una especie de pícaros para poder sobrevivir”, agrega.

“La poesía es una especie de oasis que nos permite libertad y escribe uno con el deseo de que sea bello. El poeta está dialogando consigo mismo. El poeta escribe a veces a un lector que ni siquiera está en este espacio ni en este tiempo”, expresa.

Por Mónica Maristain